El tema del trabajo flexible ha causado controversias desde que se hizo una tendencia que entró a tambor batiente. Por un lado, hubo quienes lo vieron con mucha desconfianza, como si se tratara de un monstruo fatal y terrible al que era mejor evitar y otros que lo abrazaron como la panacea que anunciaba la gloria laboral de todos los tiempos. Ambas posturas antagónicas han probado ser estridentes y equivocadas. El trabajo flexible tiene ventajas y desventajas y lo que me parece es que para poderlo adaptar, primero lo tenemos que entender.

El problema es que hay quienes lo rechazan categóricamente sin ver las fortalezas que puede tener y quienes se abrazan a esta nueva forma de trabajar sin medir riesgos y sin ponderar las debilidades que efectivamente, tiene. El desafío es grande, pensemos en despacho de contadores que quiere entrar al mundo moderno de horarios de trabajo flexibles. Sin mucho análisis, ofrece a sus auxiliares un plan que les permite flexibilizar sus horas para que puedan volver a la universidad a tiempo completo. El experimento no sale bien. La sentencia es flamígera, todo es culpa de los trabajos flexibles. No lo sé.

Claro, el auxiliar no estaba disponible al mediodía para responder preguntas de un cliente y fue duramente presionado para abordar rápidamente las preocupaciones planteadas por su jefe que a su vez requería respuestas para darle al cliente. A su vez, el jefe se pregunta cuánto trabaja realmente, cuando está en la oficina. El auxiliar, por su parte, se queja de que no le cumplen la promesa de trabajo flexible y está abrumado porque no puede estar en dos lados al mismo tiempo. Esta resulta ser la crónica de un desastre. El péndulo quiere volver a su antiguo lugar: ¿Tenemos que regresar un estilo regular? ¿Hay que seguir insistiendo?

La ruptura no se da únicamente entre quienes están acostumbrados a trabajar con modos rígidos, no se trata de una diferencia generacional, ni de un problema local, ni de países desarrollados o economías emergentes. La nueva forma de trabajo flexible en Estados Unidos tiene algunos dolores crecientes. La flexibilidad se da para atraer empleados en un mercado laboral apretado, competido, sobre ofertado que enfrenta los avisos de una recesión. Pero a medida que crece la adopción de estas formas flexibles de trabajar, hay un esfuerzo significativo y caro para que funcione. Se debe adoptar tecnología y otras herramientas para garantizar una comunicación y colaboración fluidas con compañeros de trabajo y clientes.

Sin embargo, la adopción de tecnología es básica pero no es suficiente. Para que las formas de trabajo flexible funcionen, se debe de llevar una planeación estratégica rigurosa que todo el equipo de trabajo conozca para que, independientemente del lugar, horario y actividad, todos conozcan la meta que se debe alcanzar, los objetivos planteados, los tiempos y presupuestos para operar exitosamente. Por otro lado, se debe reforzar la misión, visión y valores empresariales para que sin importar si estamos en una misma instalación o diseminados por el mundo, el espíritu de trabajo en equipo esté presente y mantenga la unión.

 “Si el trabajo flexible es un desastre es que no lo han integrado como parte de su estrategia general”, dice Cali Williams Yost, CEO de Flex + Strategy Group, que ayuda a las empresas a adoptar acuerdos de trabajo flexibles. “Pedimos a la gente que trabaje de manera diferente, pero no les decimos cómo hacerlo”. Me temo que empezamos el proceso al revés. Muchas empresas adoptaron alegremente estas políticas sin analizar las bondades y costos que tienen estas formas de trabajar. Muchas se fueron con el espejismo de tener flexibilidad basada en una definición amplia que podría incluir dejar que los empleados se vayan a recoger a los niños en la escuela o ir al médico y hasta hay empresas que permiten a los trabajadores elegir sus propias horas. 

Eso suena magnífico, especialmente en un mundo en el que se busca un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal. Pero, nadie habla de lo que es recibir llamadas a casa por parte del jefe, la disponibilidad de veinticuatro horas, la presión que se ejerce cuando no se dan respuestas en forma inmediata, la pérdida de privacidad, el incremento en las horas de la jornada de trabajo. Muchos empleados que trabajan en formatos flexibles han expresado sentirse acosados y dicen preferir las antiguas formas rígidas en las que existían límites generados por los propios horarios laborales. 

En términos de flexibilidad del trabajo hay quejas que se escuchan de ambos lados: los jefes piensan que sus empleados están perdiendo el tiempo y los empleados dicen que ya no tienen privacidad. Ambas partes están en lo correcto y están equivocadas en cierto momento. Es curioso, a finales de 2017, la gran mayoría de los trabajadores dijeron que tenían cierto grado de flexibilidad laboral, pero solo el 42% dijeron que habían sido capacitados sobre cómo gestionarlo, frente al 47% en 2015, según una encuesta de Flex + Strategy. Hay empresas no formalizan acuerdos de trabajo flexibles porque quieren ofrecerlos en silencio a ciertos empleados en lugar de convertirlo en una política general. Eso causa celos, un terreno de inequidad que resquebraja la armonía laboral. Otros ofrecen flexibilidad, pero exigen a los empleados durante las horas libres.

El cambio a configuraciones de trabajo más flexibles ha sido impulsado por la prevalencia de Wi-Fi, teléfonos inteligentes y correo electrónico. Claro, hay que aprovechar los avances que nos ofrece la tecnología, pero si confiamos sólo en ella, estamos dejando una brecha enorme que tenemos que llenar. Es preciso entender que la cultura de trabajo, a menudo requiere que los empleados respondan correos electrónicos tarde en la noche o de vacaciones. Las empresas difícilmente pueden pedir a los trabajadores que hagan tales sacrificios sin proporcionarles más margen de maniobra para ajustar sus horas o ubicación durante la jornada laboral. Se trata de ser congruentes.

Es un hecho, la capacidad de cambiar las horas para evitar el tráfico en las horas pico, por ejemplo, aumenta la eficiencia. Algunas personas son más productivas tarde en la noche que a media mañana. Y los empleados a los que se les conceden horarios flexibles son más leales y están motivados. Pero, hay que aprender cómo hacerlo, hay que planear una forma de trabajo que nos permita aprovechar, ser productivos y respetar tanto los límites de trabajo, los compromisos hechos y a la persona que trabaja en forma flexible. En fin, entre las maravillas y las tribulaciones del trabajo flexible, no todo lo que brilla es oro.

 

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Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena

 

La autora es consultora, conferencista, capacitadora y catedrática en temas de Alta Dirección. También es escritora.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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