Los tiempos no están para sutilezas, parece decir Spike Lee en cada uno de los fotogramas de su trabajo más reciente: El infiltrado del KKKlan (BlacKKKlansman, 2018), cinta ganadora del Gran Premio del Jurado en el pasado Festival Internacional de Cine de Cannes y que ahora se presenta en las pantallas de la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos. La película toma como inspiración la historia real de un policía afroamericano –el primero de la fuerza en Colorado Springs, Colorado–, Ron Stallworth (John David Washington), quien, con ayuda de sus compañeros de oficio, en especial del agente de origen judío Flip Zimmerman (Adam Driver), se infiltró en una de las ramas del Ku Klux Klan durante los años 60. Esa es la historia que Lee toma como base para hacer una reflexión de la cultura afroamericana de esos años y del presente, además de observar las maneras en que la cultura misma (en general) puede ser usada como represor o impulsor de la identidad. Es obvio que para el cine de Spike Lee la llegada de Donald Trump ha significado una bocanada de aire fresco, aunque en sus proyectos anteriores (Chi-Raq, Da Sweet Blood Of Jesus, por favor que nadie se acuerde del remake de Old Boy) se notaba que el director estaba recuperando la vitalidad que lo hizo destacar durante los años 80 y 90. La mirada de Lee aborda el pasado siempre filtrando el presente, los conflictos de entonces parecen ser muy similares a los que vive la comunidad afroamericana (y cualquier comunidad migrante en Estados Unidos) hoy día: represión policial, racismo, segregación, etc. En manos de un realizador con menos pulso, esta historia de policías infiltrados podría haberse convertido en un thriller cualquiera. Lee, en cambio, opta por convertir las acciones en una aguda comedia, donde los racistas miembros del Klan son mostrados en plena ridiculez de ideas y acciones. Sin embargo, las risas no significan que el cineasta los tome como mero objeto de sorna, lo chato de su pensamiento no los hace inofensivos, al contrario, por algo “La Organización” sigue influyendo en la vida diaria de los Estados Unidos. El infiltrado del KKKlan cuestiona continuamente cuál debe ser nuestro papel dentro de una sociedad incluyente y al mismo tiempo llena de identidad. Ron, por ejemplo, es confrontado por una activista afín a los ideales de las Panteras Negras, Patrice (Laura Harrier), para ella participar en cualquiera de los engranajes del sistema, como el cuerpo de policía, es una idea incompatible con sus principios porque históricamente los vigilantes sólo han sido herramientas de represión para su comunidad. Al mismo tiempo, Zimmerman llega a la conclusión de que nunca ha tenido la necesidad de afrontar su herencia judía porque su posición de privilegio –como hombre blanco– se lo ha permitido. Esta es una comedia con más capas que una cebolla (disculpen la referencia a Shrek). Algo similar sucede con el cine y la cultura del entretenimiento de la época. Constantemente, Lee nos recuerda la manera en que las imágenes se quedan en el inconsciente colectivo, cómo son usadas para reforzar el pensamiento de ciertos grupos. BlacKKKlansman tiene entre sus primeras secuencias una de las escenas más famosas de Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939), una cinta llena de iconografía que celebra la tradición sureña (esclavista) que perdió durante la Guerra Civil estadunidense, y constantemente se hace alusión a El nacimiento de una nación (Birth of a Nation, 1915), la técnicamente revolucionaria, aunque extremadamente racista, obra de D.W. Griffith –el mérito cinematográfico no hace menos reprobables sus ideas– que ha servido desde su estreno como vehículo de respaldo para el KKK. No obstante, no son los únicos que entran a foco. El cine blaxploitation (hecho por la comunidad afroamericana durante los 60 y 70, lleno de acción, artes marciales y proxenetas) también es abordado, sobre todo por su papel como perpetuador de imágenes y roles a los que se ha relegado a la comunidad negra. Incluso, el legendario actor Harry Belafonte (hombre clave en Hollywood junto a Sidney Poitier y reconocido activista) tiene una breve, pero significativa aparición a pesar de sus años. Si el Klan ha sobrevivido durante tantos años, apunta Spike Lee, se debe a que absorbieron la imagen de la civilidad. Sus ideas, si bien reprobables, son mostradas en un marco de rectitud moral, en comparación con los agresivos ideales de las Panteras Negras, por ejemplo. Es tema que el cineasta ha tocado de manera directa o indirecta en otros de sus largometrajes (Deuda de sangre, He Got Game, Haz lo correcto, por ejemplo). El racismo y sus ideas no desaparecen porque el empaque tenga colores más amables. Por ello, sin duda, Spike Lee ha sido tachado de pintar con brocha gorda desde el estreno de su trabajo en Cannes. Algo absurdo, tomando en cuenta su historia cinematográfica. Lee nunca ha sido cineasta delicado o sutil, su mensaje lleva la fuerza de las entrañas porque la situación así lo amerita. Cuando los malvados toman el poder, no hay necesidad de darles descanso.   Contacto: Twitter: @pazespa Tumblr: pazespa Página web: Butacaancha.com Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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