A toda acción le corresponde una reacción de igual magnitud y en sentido contrario, decía Isaac Newton. Esto aplica también en el ambiente de negocios.       Si recibe algo que valora, siente el deseo de corresponder con algo de igual o mayor valor. La vida es un bumerán. Lo que hace, se lo hacen, y lo que da, eso recibe. Para bien y para mal. Había una vez un pobre granjero escocés que escuchó un lamento en un pantano. Al aproximarse descubrió a un joven que poco a poco se ahogaba en el lodo y en el estiércol, así que sin pensarlo salvó al muchacho de una muerte espantosa. Al otro día, un acaudalado noble llegó a su humilde vivienda (era el padre del muchacho que había salvado). En señal de gratitud, este noble le ofreció al granjero pagar los estudios de su hijo en las mejores universidades. Muchos años después, el hijo del noble enfermó de pulmonía, pero Alexander Fleming le salvó la vida, era el hijo del granjero que se había graduado en la escuela médica del St. Mary´s Hospital en Londres y había inventado la penicilina. Por cierto, el hijo del noble era Winston Churchill. Favor con favor se paga. La ley de la reciprocidad dice que lo que usted da, lo recibe. Es la causa que tiene un efecto. En física dicho principio sostiene que a toda acción le corresponde una reacción de igual magnitud y en sentido contrario. En antropología cultural, el término reciprocidad significa el intercambio de bienes y trabajo. Es la forma común de interactuar en sociedades que no se dedican a la compra-venta de bienes o servicios. La reciprocidad se puede encontrar en todas las culturas desde la antigüedad. Un ejemplo que nos ilustra es el de los incas y otras culturas prehispánicas. Ellos no tenían ni moneda ni mercado. Tenían que dar algo a cambio de un bien o servicio recibido. La reciprocidad no se exigía, se pedía. A quien se le solicitaba algo no podía negarlo, si acaso se demoraba en responder. Este principio de reciprocidad se encuentra en nuestra vida cotidiana de muy diversas maneras. La reciprocidad está profundamente arraigada en muchas interacciones sociales. Estudios psicológicos demuestran, por ejemplo, que las camareras sonrientes obtienen más propinas que las que son menos amistosas. Se da una sonrisa, se obtiene una propina. En ventas, un ejemplo significativo de reciprocidad es el uso de muestras gratuitas. En los supermercados, los clientes utilizan con frecuencia pequeñas cantidades de un determinado producto de forma gratuita. A muchas personas les resulta muy difícil aceptar las muestras que una demostradora sonriente les ofrece sin tener que comprar nada a cambio. Otras incluso compran el producto aunque no les guste mucho. La reciprocidad en el ser humano es básica para la sobrevivencia de la especie. Es un mecanismo casi automático que implica evolución y civilidad. Cuando se desaprovecha o se ignora, la consecuencia puede ser simplemente que se vuelva en nuestra contra y que seamos detestados o ignorados. Dé y recibirá muchas veces, hasta de más.     Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Alex_Llantada LinkedIn: Alejandro Llantada Toscano Facebook: Alex Llantada     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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