Al margen de las preferencias políticas, para cualquier observador resulta claro que muchos de los vaticinios catastrofistas y negativos en materia económica de los que se auguraban durante el primer año de AMLO no se han presentado. Durante las campañas presidenciales se hablaba de que su gobierno se traduciría inmediatamente en una depreciación del peso exorbitante, de un descontrol monetario y de grandes déficits públicos para financiar una expansión insostenible en el gasto público, por decir lo menos. Y por decir lo más la “venezuelización” de la economía de México.

La realidad es que nada de estos vaticinios han pasado, el peso se ha apreciado y el superávit primario se mantiene. Lo que sí tenemos es una recesión económica impulsada por la cancelación del NAIM (error de octubre) que ha tenido un impacto muy significativo en los niveles de inversión y, sobre todo, de la confianza empresarial. Esto ha significado un golpe muy fuerte sobre el ánimo empresarial y el crecimiento económico durante el primer año de gobierno. Si bien es cierto que estamos en una recesión auto infringida, también es cierto que en los últimos 25 años el primer año de un nuevo gobierno la economía se desacelera siendo siempre el crecimiento inferior al del último año del sexenio anterior. Típicamente, las desaceleraciones han tenido que ver con transiciones que no han sido del todo tersas o en las cuales la curva de aprendizaje ha sido muy grande como ha sido el caso actual.

AMLOnomics

Cada vez queda más claro que en lo que se refiere a economía AMLO es profundamente conservador pues favorece la estabilidad macroeconómica, el comercio internacional y las finanzas públicas sanas, que han sido lo pilares básicos de los gobiernos neoliberales. Esto ha dado fortaleza al peso vía tasas de interés reales altas y se ha apalancado también de la marca país México que se distingue por los bonos cuyo rendimiento enamora a cualquiera. El énfasis de su política económica está en la reasignación del gasto público para sus programas sociales y el impulso de la demanda agregada o del mercado interno. Respecto a este último punto, los agresivos aumentos del salario mínimo aunados a una inflación hacia la baja han resultado en un crecimiento del salario real que debe impulsar el consumo interno. Todo esto, consistente con un gobierno de “izquierda”.

El reto

De esta forma, lo que será clave en los próximos meses para la viabilidad de sus AMLOnomics será sin duda mantener ese equilibrio en las finanzas públicas. Esto luce complejo porque, aunque ha mostrado un gran compromiso con un superávit primario, también es cierto que con una economía en recesión la recaudación es menor a la esperada. Así, para mantener esa “regla de oro” que se ha autoimpuesto en el manejo de las finanzas públicas, lo más seguro será que necesite aumentar la recaudación y abra la puerta para una potencial reforma fiscal que permita incrementar los ingresos del Gobierno Federal. Esto podría significar el rompimiento de una promesa de campaña y depende de como se plantee, aunque también es cierto que la famosísima reforma fiscal es después del estado de derecho quizá la reforma más pedida por los especialistas. ¿Será?

 

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