- Llegar temprano al cine escogido a esperar que abrieran la taquilla para poder comprar los boletos. En dado caso, enviar a un “voluntario” para tal efecto.
- Si la elección de la película fue de última hora, hacer una larga fila con la esperanza de alcanzar boletos. En caso contrario, tener a la mano un periódico con la cartelera para buscar otra opción de película cercana, aunque no fuera la originalmente seleccionada.
- Ya en el interior del cine, acercarse lo más posible a la puerta de acceso a la sala (“bloqueada” con una cadena o una banda color guinda), para, en cuanto liberaran la entrada, correr entre empujones con los demás asistentes para encontrar el mejor lugar y apartar con un suéter los de los demás acompañantes, que estaban comprando golosinas o aún no habían llegado.
- Cambiar de lugar porque la persona sentada al frente era más alta y no permitía ver los subtítulos en español.
- Encontrar a los amigos en la oscuridad de la sala cuando se llegaba tarde y facilitar la búsqueda con un discreto silbido o de plano con un grito que era común: “¡Ya llegué!”
- Aprovechar la permanencia voluntaria para ver el principio de la película porque llegaste tarde, o definitivamente volver a verla completamente.
- Chiflar o gritar Cácaro cada vez que la película se interrumpía o le fallaba el sonido. (El Cácaro era el operador del proyector.)
- Sufrir el oficialista Noticiero Continental, para estar informados sobre los últimos acontecimientos en el país, o el Noticiero Mexicano, con vanidosas notas sociales y de espectáculos.
- Aprovechar las mañanas de domingo para ver una función triple por el costo de un boleto en las famosas matinés cinematográficas, y entre una y otra película esperar al señor que pregonaba: “¡Papas, chicles, chocolates, muéganos, palomitas… Hay refrescos!”
- Confiar en que las personas que pasaban en la fila detrás de tu butaca, equilibrando refrescos, hot dogs y palomitas, no te fueran a bañar de refresco al tropezar con las piernas de quienes ya estaban sentados.
Los cines ya no son como antes
Vistos a la distancia, los cines de antaño eran divertidos a pesar de las incomodidades. Te comparto 10 situaciones que eran cotidianas para ver una película. ¡Cácarooo!
Durante las pasadas vacaciones de fin de año pude ir al cine y disfrutar, además de las películas, las comodidades y servicios que hoy día ofrecen la mayoría de las salas cinematográficas, especialmente el poder adquirir el boleto con anticipación y seleccionar el lugar más al gusto de mi esposa y el mío en salas con capacidad para entre 160 y 350 butacas.
En algún momento, mientras proyectaban avances de películas y algunos comerciales, recordé cómo eran los cines hace más de 40 años y todo lo que debía hacerse para comprar boletos y encontrar buen lugar, considerando la gran cantidad de gente a la que daban cabida.
Jóvenes que hoy tienen 20 o 30 años no vivieron alguna de las siguientes circunstancias para ver una película: