Los empresarios mexicanos deben detener su perorata contra la reforma fiscal. De nada servirá. Se acerca el final de 2014, y para cuando llegue 2015 seguirán anunciándose inversiones extranjeras de firmas que sí serán capaces de ser rentables, incluso en este entorno impositivo.     Si hay algo que aún les duele a los empresarios mexicanos entre todas las acciones de gobierno que se han tomado en la administración de Enrique Peña Nieto, es la reforma fiscal, de la que han hecho caballito de batalla en las declaraciones públicas, cuando tienen que evaluar al Ejecutivo. Casi todo el mundo lo comenta: acusan que la falta de competitividad no es culpa suya, sino de la falta de incentivos que el gobierno federal ha impreso como forma de relacionarse con el sector productivo –se dice que las deducciones son extremadamente limitadas–; siempre se les cobra a los mismos; los informales siguen sin pagar y las tasas de impuestos son muy altas. Ya nos sabemos la cantaleta. A mí, sin embargo, me llama poderosamente la atención que se siga dando una actividad vigorosa en el terreno de las fusiones y adquisiciones en México, siendo que, si fuese cierto el argumento de los empresarios, nadie querría establecer inversión extranjera en este país, y los empresarios mexicanos no querrían adquirir a sus contrapartes. Si las condiciones fiscales actuaran efectivamente en detrimento de la actividad empresarial, todo ese dinero que se está moviendo en el país debería ir a otro lado. En su reporte mensual de Fusiones y Adquisiciones en México, el despacho jurídicoPablo Rión y Asociados da cuenta de que entre enero y septiembre de este año se han llevado a cabo 163 transacciones, entre fusionesy adquisiciones. Más de la quinta parte deesta actividad financiera se llevó a cabo en laindustria de manufactura. Es notorio. En el reporte de Rión es común leer notas como la siguiente: “Steve Madden, empresa estadounidense de zapatos y accesorios, adquirió por alrededor de 15 millones de dólares a SM México, la empresa que distribuye la marca en México desde 2005 y que es propiedad de Grupo Dianco. La transacción aún está sujeta a ciertas condiciones de cierre.” Me pregunto: ¿por qué una empresa estadounidense de zapatos quiere hacerse cargo de su marca en México, adquiriendo a quien antes la distribuía aquí? ¿No dicen los empresarios que en este país no hay seguridad jurídica y se pagan impuestos que desincentivan a cualquiera? La respuesta es simple: porque no es verdad que los diseños fiscales de Hacienda y del SAT sean tan negativos. De hecho, son positivos, como probará el propio secretario Videgaray cuando, al final de este sexenio, pueda documentar que quienes ganan más, deben pagar más: la balanza se debe equilibrar. El presidente y director general para América Latina de una de las empresas del norte de Europa más importantes del mundo, con base en México, me dijo recientemente que los empresarios mexicanos, al quejarse tanto, hacen de lado los grandes beneficios que han tenido bajo los regímenes fiscales de las últimas décadas. En Europa, acostumbrados a tasas de impuestos que pueden llegar hasta 60%, las corporaciones activan estrategias de investigación y desarrollo e innovación para ser competitivas. La alta presión que sufren los corporativos estadounidenses en sus altos sistemas de competencia, la sufren los europeos por las altas cargas fiscales y los costos de operar. Pero eso los empresarios mexicanos no lo han sufrido: ni alta competencia ni alta carga fiscal. Es apenas ahora, con la reforma fiscal, que están entrando en una realidad en la que deben contribuir más para que se dé paso a otro momento de la creación de riqueza en México. Ojo: no soy proclive a que los empresarios paguen siempre muchos impuestos. De hecho, creo que el gobierno debe estorbar lo menos posible, y sólo debe fungir como un regulador que habilite la competencia justa y las buenas prácticas de las empresas. Pero sí estoy a favor de un ajuste impositivo temporal como el que está en marcha en México, mientras las condiciones de competitividad se equilibran un poco. El doctor Luis Videgaray ha calibrado adecuadamente el Momento Mexicano para que las empresas que tienen la capacidad lleven al punto de la misión crítica los habilitadores que tienen para ser más competitivas. Por eso la reforma fiscal grava más fuertemente a quienes tienen más, y por eso elimina deducciones que distorsionaban la realidad en beneficio de unos pocos. Los empresarios mexicanos deben detener su perorata contra la reforma fiscal. De nada servirá. Se acerca el final de 2014, y para cuando llegue 2015 seguirán anunciándose inversiones extranjeras de firmas que sí serán capaces de ser rentables, incluso en este entorno impositivo. Ojalá empiecen a privilegiar otro discurso, basado, principalmente, en la investigación, el desarrollo y la innovación.     Contacto: Correo: [email protected]     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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