De acuerdo con declaraciones de Sir Julian King, Comisionado para la seguridad de la Unión Europea, el Estado Islámico continúa utilizando Internet y las redes sociales como un elemento de captación de adeptos. De acuerdo con sus datos, sólo en 2018 fueron capaces de atraer a 35 mil personas a través de 45 mil cuentas de Twitter y 6 mil bots. “Internet nos obliga a cambiar nuestro enfoque de seguridad”, declaraba el funcionario. 

Internet y en particular los medios sociales se convirtieron en un campo de batalla ideológico; grupos en conflicto encuentran que las redes sociales facilitan la confrontación indirecta y al mismo tiempo, convierten la guerra en un espectáculo que busca la complacencia y el aplauso fácil.

Por supuesto, occidente cuenta con una contraofensiva que no se compone de bases militares o despliegues armamentísticos sofisticados. Se utilizan memes. Memes y redes sociales. La idea es, a través de dichas piezas de Internet, minimizar, ridiculizar o desvirtuar las publicaciones o invitaciones que pudieran tener grupos terroristas.

No se trata sólo de burlarse de una publicación aislada, de forma ocasional. Se trata de una serie de ataques orquestados a gran escala que buscan limitar el alcance que podrían tener las publicaciones de grupos extremistas, construyendo una especie de dique digital que evitaría que más usuarios pudieran ver dicha propaganda.

Y, por otra parte, pondrían en tela de juicio la propia ideología de esas organizaciones al cuestionarla o ridiculizarla, encontrando contradicciones o haciendo sátiras de sus líderes y sus propósitos. El humor toma una proporción determinante en este sentido.

Y para lograrlo, lo mejor es utilizar el lenguaje propio de las redes sociales y sus formatos naturales. Así, nada mejor que los memes para ayudar a construir una narrativa corrosiva y simplona, pero efectiva. Hacer que los demás se rían del enemigo construye una contra propaganda muy efectiva.

La Organización del Atlántico Norte las llama las guerras meméticas, un neologismo que nos sugiere que los memes se han convertido en una poderosa arma que no destruye, pero sí desambla.

Se trata de las guerras meméticas, un neologismo definido por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como una “competencia sobre narrativa, ideas y control social en el campo de batalla de las redes sociales. Se podría pensar que es un subconjunto de ‘operaciones de información’ adaptadas a las redes sociales. Las operaciones de información implican la recopilación y difusión de información para establecer una ventaja competitiva sobre un oponente”. 

En otras palabras, se trata de maniobras militares que tienen mucho que ver tanto con la guerra informacional, como con la contra propaganda y la guerra psicológica, pero para los nativos de Internet.

Y si dichas estrategias podrían causar suspicacias sobre la forma en la que son usadas contra grupos terroristas, el asunto deja un halo de oscuridad permanente cuando se trata de los asuntos domésticos. 

Gabriel Pérez Salazar, Catedrático – Investigador de tiempo completo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila, opna que “el asunto tiene que ver con el uso de memes como estrategia de desinformación, lo cual no es ninguna novedad. Lo esencial es saber que hay entidades que generan este tipo de unidades simbólicas para el logro de sus propios intereses, como ocurrió durante la campaña presidencial en EEUU en contra de Hillary Clinton. No todos los memes son generados por usuarios, digamos, ‘comunes y corrientes’, sino que hay detrás auténticos equipos de diseñadores, que se apoyan en cuentas marioneta con muchos seguidores, para propagar todo tipo de información, siguiendo el estilo de las FakeNews.”

Los conflictos bélicos han dotado de una carga belicista real a los memes, un mero constructo simbólico que hasta hace poco sólo reflejaban el sentir y pensar de grupos poblaciones, haciendo que este producto digital se convierta en un arma que puede ser usada con distintos fines.

 

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