La vida en Palacio Nacional no debe ser nada sencilla. Ahora lo vemos con la dimensión que ha adquirido el pleito entre el titular de la Fiscalía General de la República (FGR), Alejandro Gertz Manero, y el ex consejero jurídico presidencial, Julio Scherer Ibarra.  

La forma en que gobierna el presidente López Obrador, donde los protocolos y las tareas técnicas cuentan poco, hace que las disputas en su entrono sean aún más severas de lo que pueden ser en otros contextos. La búsqueda de la aprobación es apremiante y es ahí donde las intrigas se pueden salir de control, para convertirse en verdaderas batallas. 

Scherer Ibarra decidió salir al paso de los ataques que, sostiene, ha sufrido desde la propia FGR. En un texto publicado en la revista Proceso, hace una descripción de la forma de actuar del fiscal y de presidenta de la mesa directiva del Senado, Olga Sánchez Cordero, que debería alarmar a cualquiera. No porque se tome partido o se den por ciertas las afirmaciones de uno y de otros, sino porque el planteamiento revela un ambiente envenenado en los salones más importantes del poder en México. 

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Para el ex consejero jurídico, hay toda una trama en la que convergen Gertz y Sánchez Cordero, para maltratar su imagen y para crear apariencias de conductas delictivas que nunca existieron.

Las supuestas extorsiones por las que un grupo de abogados podría terminar en prisión, Scherer las plantea de un modo distinto y acusa al fiscal y a la ex secretaria de Gobernación, de ofrecer tratos judiciales favorables a cambio de mejoras en las sanciones o de acceso a los criterios de oportunidad, a personajes como Juan Collado, Inés Gómez Monto o Ángel Martín Junquera, con la condición de implicar a Scherer en conductas ilegales.  

Si las cosas son así, el exconsejero jurídico hizo bien en romper el silencio para bosquejar lo que será su defensa pública ante ataques que no amainarán.  Más aún, porque no está acusado formalmente de nada, pero sufre las presiones como si lo estuviera. 

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Scherer Ibarra ya estaba fuera del cuadrante del poder en la 4T, pero es probable que ahora quede también alejado del ánimo presidencial. López Obrador, al referirse al asunto, fue bastante parco, señaló que es un tema jurídico y que él anda en otras cosas. 

Esto colocará, a Scherer Ibarra, en una situación delicada, pero a la vez dándole la oportunidad de narrar lo ocurrido, de presentar su propia lectura del arranque de la administración, de los intereses que se afectaron y de los no pocos puentes que tuvo que romper para cumplir con las instrucciones de su jefe, el presidente de la República. 

El final nadie ganará en este pleito, ni Gertz Manero ni Scherer Ibarra, porque pega en el corazón mismo de la 4T, porque revela que la disputa por el poder es despiadada y porque da pistas de cómo podrá ser el 2024.

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