Por Dora Giusti* La reciente política migratoria “Tolerancia cero” de los Estados Unidos, y la separación de familias migrantes en su frontera con México durante mayo y junio, generaron indignación y preocupación en todo el mundo. Estos sucesos han intensificado el debate en cuanto a migración en la agenda pública internacional y han fomentado la reflexión sobre cómo se debe, y se puede, proteger a la niñez migrante. El número de niños migrantes procedentes del triángulo norte de Centroamérica rumbo a los Estados Unidos, detectados por las autoridades de eses país, aumentó de forma dramática en el 2014. Aunque la mayoría de estos niños atraviesan México para poder cruzar la frontera norte, México es un país de origen, tránsito, destino y retorno de miles de niñas, niños y adolescentes migrantes.  Según datos de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación, alrededor de 18,300 niñas y niños fueron detectados por autoridades migratorias en territorio mexicano, de los cuales 16,162 fueron retornados a sus países de origen.  Del total de niños, niñas y adolescentes detectados en México durante 2017, 7,430 viajaban solos y, en su mayoría (96%) provenían de países del Triángulo Norte de Centroamérica: Guatemala 9,263 (53%) Honduras 5,552 (32%) y El Salvador 2,700 (15%). El motivo principal que obliga a niños, niñas y adolescentes a migrar es la reunificación familiar; sin embargo, existen otras razones para este incremento como pobreza, inequidad, falta de oportunidades, abandono, y, una que está cobrando cada vez más relevancia, violencia en sus comunidades de origen. Los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados indican que hasta un 50% de los niños procedentes de Centroamérica están huyendo de contextos de violencia que los obligan a abandonar su lugar de origen por miedo a ser reclutados en grupos armados o a ser víctimas de extorsión, violencia y amenazas de muerte contra ellos y sus familias. Durante el trayecto, niñas, niños y adolescentes migrantes, particularmente los que no están acompañados, pueden sufrir graves accidentes y violaciones a sus derechos humanos: asfixia, deshidratación, heridas, muerte, enganchamiento por redes del crimen organizado, explotación sexual o laboral, maltrato institucional en el momento de la detección, alojamiento en estructuras no idóneas o repatriación. Los niños, sin importar de dónde vengan ni cuál sea su estatus migratorio, son niños en primer lugar. Aquéllos que no tuvieron más opción que huir de sus hogares tienen derecho a estar protegidos y a ver sus necesidades atendidas.  Lamentablemente, tanto en los Estados Unidos como en México, todavía vemos situaciones en las que los niños son detenidos en estaciones o centros migratorios, son separados de sus familias, no reciben servicios o asistencia inmediata para su salud y contención emocional, o no son informados sobre cómo encontrar soluciones para una eventual permanencia en el país, de ser ésa su mejor opción. Unicef aboga por la elaboración de políticas y programas que aborden el cuidado y la protección de los niños refugiados, migrantes y desplazados. En el estudio Más allá de las fronteras se describen casos de éxito y buenas prácticas que demuestran que con voluntad, compromiso y participación sí es posible proporcionar a cada niño, niña y adolescente un hogar seguro, un pasaje seguro y un destino seguro. La propuesta de acción de Unicef se enfoca en seis estrategias principales:
  1. Incidir para que se tomen medidas sobre las causas que desarraigan a los niños de sus hogares.
  2. Ayudar a los niños desarraigados a permanecer en la escuela y mantenerse sanos.
  3. Mantener a las familias unidas y dar a los niños un estatus legal.
  4. Poner fin a la detención de los niños refugiados y migrantes estableciendo alternativas prácticas.
  5. Combatir la xenofobia y la discriminación.
  6. Proteger a los niños desarraigados contra la explotación y la violencia.
En México, Unicef ha estado trabajando para apoyar a estos niños a través del fortalecimiento de servicios de cuidados básicos, protección y asistencia legal y psico-social en la ruta migratoria. Unicef apoya a los albergues que reciben a niños migrantes en el país, con materiales de apoyo psico-social y formación para que su personal pueda brindar la debida asistencia. Además, Unicef y sus aliados están promoviendo opciones de cuidado alternativo a la estación migratoria, como por ejemplo estructuras pequeñas o familias de acogida preparadas, en el caso de que los niños no estén acompañados por un familiar. Unicef ha desarrollado herramientas para que la red consular mexicana en el extranjero apoye el acceso de niños, niñas y adolescentes y sus familias a documentos de identidad, orientación legal, reunificación familiar, protección internacional o repatriación segura, según sea el caso. En conclusión, la aplicación de las leyes de migración y la protección de los derechos de la infancia no son incompatibles. A nivel mundial, hay muchos ejemplos de buenas prácticas en este sentido y métodos positivos de aplicación de las leyes de migración que toman en cuenta las vulnerabilidades, necesidades y derechos de la infancia en particular. Unicef invita a todo país a asegurar que la protección de la niñez sea prioritaria y que sus leyes y prácticas tomen en cuenta el interés superior de cada niño. Con el compromiso de todos, podemos asegurarnos que decir “Los niños migrantes, ante todo, son niños” no sea tan sólo un decir, sino que se traduzca en un nuevo futuro para estos niños, niñas y adolescentes. *Jefa de Protección de Unicef México, con Maestría en Bienestar Internacional de la Niñez.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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