Cuba está de moda, pero también su rumba (política y de negocios). Mick Jagger ya la bailó, Obama ya la bailó, y hasta el papa ya la bailó. Parecería que todos los días ocurre un hecho histórico en la isla. Simplemente esta semana llegó el primer crucero procedente de Estados Unidos, tras medio siglo de ausencia. Y hace un par de días, Chanel, la casa de moda internacional, presentó su colección ‘Crucero’ para la temporada 2016-2017 en el famoso Paseo del Prado: los árboles y bancos de mármol de la avenida se convirtieron en una pasarela, por la que iban y venían modelos con coloridos y extravagantes atuendos, tal y como lo han hecho en los últimos meses cualquier cantidad de empresarios y políticos extranjeros. Los números hacen que todos quieran estar en la redescubierta joya del Caribe: hoteleros, constructores, marcas de lujo, petroleros, minoristas, proveedores, banqueros, etc. Y cómo no habría de serlo, si hay un gran potencial turístico y de negocios, y al mismo tiempo un sin fin de infraestructura por desarrollar. Richard Feinberg, profesor de economía política internacional en la Universidad de California, en San Diego, hizo varias estimaciones de lo que pasaría si la isla llevara a cabo reformas económicas abiertas al mercado: “Asumamos, pues, que las importaciones cubanas crecen un 5% anual en un periodo de 10 años (de 2018 a 2027). Con un interés compuesto, en 2027 Cuba estaría importando bienes y servicios por valor de 26,000 millones de dólares. Si la economía cubana realmente despega y las importaciones crecen un 7% anual, en 2027 esa cantidad aumentaría hasta los 34,000 millones”, escribió el especialista en ahorasemanal.es el 18 de marzo de 2016. Para más de uno seguramente son predicciones demasiado optimistas, pero al tiempo… Muchos dicen que se respira un aire nuevo, de cambio, de oportunidades para los cubanos y los extranjeros. Pero este optimismo, al parecer, pone un filtro a las cifras negras que durante 50 años ha venido arrastrando la isla: las de los derechos humanos. Y no hay que irnos a lo ocurrido en los años cincuenta o sesenta. Aunque los números varían dependiendo de la fuente, los ejemplos sobran en la época reciente:

36,738 casos documentados de personas detenidas temporalmente o procesadas por motivos políticos entre 2010 y 2015: Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN).

6,164 detenciones arbitrarias en 2014 (CCDHRN).

2,259 detenciones arbitrarias en el primer semestre de 2015 (CCDHRN).

142 activistas detenidos en la visita del papa Francisco (Unión Patriótica de Cuba).

Más allá de los números, las instituciones internacionales continúan poniendo énfasis en las múltiples violaciones a los derechos humanos que a diario ocurren en Cuba. Basta con leer algunas citas del Informe Anual 2015 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH):

La voz disidente, y su intento de coadyuvar en la conducción del país, termina siendo ahogada ante la abrumadora presencia de un único partido.”

“Las persistentes restricciones a los derechos políticos, de asociación, a la libertad de expresión y de difusión del pensamiento, la falta de independencia del poder judicial y las restricciones a la libertad de movimiento continúan limitando de manera sistemática los derechos humanos de los habitantes en Cuba.”

“A lo anterior se suma el incremento en las represiones severas y restricciones a defensores y defensoras de derechos humanos, personas disidentes y periodistas independientes a la línea oficial.”

“La CIDH también conoció situaciones de discriminación y violencia respecto de personas LGTBI, además de contextos de exclusión que perjudican a la población afrodescendiente.”

“Cuba se comprometió a liberar a 53 presos políticos (2014) y a permitir que observadores de derechos humanos del Comité Internacional de la Cruz Roja y las Naciones Unidas efectuaran visitas de investigación a la isla. Cuba liberó a los presos políticos, pero las visitas de observadores internacionales no se han llevado a cabo”: Human Rights Watch (marzo 2016).

A esto hay que agregar que la CIA denuncia en su sitio web que Cuba es una fuente de víctimas de tráfico sexual, de adultos y niños, y de trabajo forzado, además de que algunas personas nacidas en el país se ven obligadas a prostituirse en América del Sur y el Caribe. Pero de vuelta al dinero, los empresarios preguntan por las regulaciones, por el riesgo país, por la seguridad de sus inversiones. Y está bien, ése es su negocio y a eso van. Pero yo les lanzaría una pregunta: ¿Están dispuestos a embellecer la vitrina que oculta todas las cifras de violaciones a los derechos humanos? Así como exigen desregulación y flexibilidad para sus compañías también deberían condicionar la entrada de sus inversiones y pedir un cambio en materia de derechos humanos y apertura política, porque la responsabilidad social no sólo está en sembrar árboles y donar recursos a las fundaciones, sino en hacer negocios en el lugar correcto, con los gobiernos correctos y con las personas correctas.

 

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