A lo largo de lo que va de este siglo México siempre ha sido considerado uno de los grandes ganadores del proceso de globalización en el mundo. Esto resulta cierto si se toma en cuenta el crecimiento de las exportaciones manufactureras mexicanas y los enormes flujos de divisas que alcanzó capturar. No obstante, si se analiza con mayor cuidado, si se observa, por ejemplo, que a pesar de tener un crecimiento comercial envidiable en el mundo no se logró traducir en mayor crecimiento económico. La globalización en México parece sólo haber conseguido generar una polarización mayor entre sus regiones y un incremento en la desigualdad entre sus habitantes. Lo anterior no significa un ataque al comercio, el comercio internacional es un componente importante, muy correlacionado con el crecimiento de las economías, el problema es que México es un caso atípico, un país cuyo comercio crece mucho y su economía no. La falta generación de valor de agregado, la falta de lo que los economistas llaman encadenamientos hacia atrás es en gran medida el responsable de que en México el comercio y el crecimiento estén desasociados. La globalización y el cambio tecnológico en el mundo tienen un impacto más o menos homogéneo entre los países. No existen países que experimentan mayor globalización o países que experimentan menor globalización. Lo que existe son países que hacen política pública que les permite explotar el fenómeno a su favor y aminorar sus impactos negativos. Casi todo proceso económico tiene ganadores y perdedores, los países que han obtenido los mejores resultados en las últimas décadas han sido aquellos que han sabido distribuir los beneficios de mejor forma, compensar a los perdedores y sobre todo asegurarse que estos no sean siempre los mismos. Si analizamos la movilidad de los países durante los últimos 25 años encontramos que México hoy se encuentra más o menos en la misma posición que se encontraba en 1990, como un país de ingreso medio. ¿Por qué no transitó de ingreso medio a ingreso alto en un cuarto de siglo? La respuesta es complicada. En primer lugar, porque es difícil moverse en el ascensor global, apenas 24 de 172 países se movieron hacia arriba en su categoría de ingreso. Pero dentro de aquellos que si lo hicieron el común denominador es una serie de políticas públicas enfocadas en su contexto, diseñadas con pragmatismo no con ideología como ha ocurrido en México. Al hacer este análisis de movilidad entre países de forma inmediata saltan a la vista los grandes ganadores. Países como China e India, especialmente el primero saltando dos categorías de ingreso en 25 años, de ingresos muy bajos a ingresos medios. En nuestra región Panamá logró tener mucho éxito moviéndose hacia arriba una categoría de ingreso. Pero este fenómeno no está limitado a países en desarrollo, Noruega y Singapur -países desarrollados-, mejoraron en sus ya elevados niveles, de hecho, son los únicos países desarrollados que incrementaron su ventaja en ingreso per cápita sobre los países en desarrollo. El análisis parece confirmar que los grandes perdedores de la globalización han sido países como Estados Unidos y Europa occidental -sus clases medias- y América Latina y África que no pudieron aprovechar el fenómeno de la globalización para escalar en sus niveles de ingreso. ¿Qué separa a los ganadores de los perdedores? La respuesta parece encontrarse nuevamente en las políticas específicas que estos implementaron, mientras países como Estados Unidos dejaron que la desigualdad creciera volviendo casi a sus niveles de principios del siglo XX, Noruega tomó medidas para que la desigualdad no incrementara de forma importante. Mientras un país como Singapur realizó política industrial activa logrando un encadenamiento de su producción y así impulsar el crecimiento económico, México apostó por un modelo esencialmente maquilador de bajo valor agregado que ha fallado en remolcar al resto de la economía. Pensar en términos de quién ha ganado y quién ha perdido entre los países durante el último cuarto de siglo nos lleva a concluir que la historia importa. Un periodo de 25 años es lo suficientemente largo para poder observar los efectos de distintas políticas públicas, los resultados de las medidas implementadas, lo que funciona y lo que no. Hoy en México tenemos la oportunidad de hacer una gran evaluación pública de los éxitos y fracasos en la conducción de la política económica durante el último cuarto de siglo. Las condiciones son ideales para iniciar con instrumento que tiene casi la misma antigüedad el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El contexto de la renegociación del TLCAN es ideal para cuestionarnos por qué algunas regiones del país se beneficiaron de él como el Norte del país y por qué otras como el Sur nunca pudieron sacar provecho. En México estamos poco acostumbrados a realizar este tipo de evaluaciones por eso es de vital importancia no desperdiciar la coyuntura y cuestionar el modelo económico que ha dominado nuestra economía. El primer paso para transformar al país y ponerlo verdaderamente en una senda de desarrollo puede pasar por reconocer quienes han sido los ganadores y perdedores de las decisiones que se han tomado en la conducción de la política económica. Aprender de los errores no es fácil, pero continuar haciendo lo mismo que no ha resultado sería demasiado costoso para todos.  
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