A la gente sí le interesa que se le hable de cultura, dice bien el director editorial de la revista Gatopardo y autor del libro 16 retratos excéntricos. Aquí la entrevista.     Estoy convencido que a la gente sí le interesa, y le interesa mucho, que se le hable de cultura, dijo, de pronto, Felipe Restrepo Pombo. Después —sin alzar la voz, pero sí con firmeza— añadió: no sé en qué momento los medios periodísticos decidieron que a nadie le interesa que le hablen de arte, que a nadie le interesa que le hablen de libros, o que le hablen de arquitectura, o de urbanismo… en fin, de tantas cosas que suceden alrededor de la cultura. Dicho esto, Felipe sorbió un trago de su vaso con agua. Era un día de octubre y la tarde caía, apacible, afuera de las oficinas de Travesías Media. Dos razones primordiales nos habían llevado a buscar a este periodista de origen colombiano: desde abril pasado se estrenó ya como director editorial de la revista Gatopardo —reconocida por ejercer en sus páginas el llamado periodismo narrativo—, y porque desde hace un par de semanas circula en librerías su nuevo libro: 16 retratos excéntricos. Le había dicho a Felipe que uno de los cambios más notorios en la revista, desde que llegó a la dirección, era el portafolio dedicado al periodismo cultural. Asentó con un movimiento: “Yo he sido formado en el periodismo cultural. Creo en él —dijo, enfático—. Me duele ver cómo los grandes medios han decidido que a nadie le interesa la cultural. Ahora mezclan ésta con entretenimiento… Y conste: nada de malo tiene el entretenimiento, pero éste es una cosa y la cultura es otra.” Felipe Restrepo (Foto-Josué D. Romero)   —Lo peor—comenté— es que ahora confunden entretenimiento con banalidad y chismorreo. —Es cierto —dijo—. Hay periodismo muy serio, y bien hecho, sobre cine o teatro, incluso sobre televisión. Parece que no les importa… Ahora quería que la revista tuviera su espacio para la cultura, entonces decidí otorgar un lugar al periodismo cultural. Es, en cierta forma, un homenaje a esos grandes suplementos que ahora casi han muerto. Desde un principio tuve en mente que Gatopardo debía ser una publicación que hablara de cultura; que debía, y debe, estar en la discusión de las artes. —¿Y los anunciantes? —pregunté, casi de manera inocente—. ¿No supusieron un problema? Los empresarios de los medios piensan que la cultura no es negocio, y los anunciantes suelen huir despavoridos… —(Felipe sonrió.) No, al contrario —contestó, y me pareció ver un dejo de orgullo—. Es cierto que cuando estábamos planeando nos daba mucho miedo, justamente por lo mismo. Por nuestra mente rondó una duda evidente: ¿cómo recibiría la gente las páginas culturales? Resulta que a la gente le ha encantado. A los anunciantes también les fascinó. Eso nos tiene muy satisfechos, porque fue una apuesta muy fuerte que ha dado buenos resultados.   Entre papel, Internet y el coleccionista Desde luego, todos estos cambios que ha realizado Felipe los ha hecho, digámoslo así, con conocimiento de causa. Él no es nuevo al hablar de Gatopardo; conoce la revista (como lector) desde su nacimiento, colaboró en ella a lo largo de los años, e incluso ya ocupó algún puesto en el pasado, sobre todo cuando se producía en su natal Colombia. De hecho, lleva buena relación profesional con los dos anteriores directores, tanto con Rafael Molano como con Guillermo Osorno. O al menos eso me dijo mientras conversábamos sobre los momentos estelares de la publicación y, a veces, los momentos de estancamiento que ha vivido ésta. Justamente a Guillermo y a todo el equipo de la revista les platicó, desde el inicio, otro de los cambios que quería hacer —y que ya es notorio—, el cual tenía que ver con la parte gráfica: cambiar el papel, el diseño, la tipografía, incluso el orden de las secciones. —Hoy, el empaque está nuevo —dijo Felipe, mientras manipulaba con las manos un ejemplar de la revista—. Yo sí creo, y pienso que los medios se deben renovar cada cierto tiempo; si no lo hacen, empiezan a caer en lo mismo. Empiezan como a petrificarse. Así que, quería continuar con lo que ha sido la revista, que conozco muy bien, pero me interesaba hacer algunos cambios. De cierta manera, estas modificaciones responden a una preocupación que a él le surgió apenas un par de años atrás, y es el asunto de que los medios impresos han ido como bajando los brazos. —¿En qué sentido lo dice? —le pregunté. —Siento que de pronto se creyeron todo lo que se señala en torno del futuro de los medios impresos, como diciendo: “estamos en las últimas”, “todo será Internet en unos años”, “para qué hacer cosas en papel”. Yo creo que no. A mí me parece que los medios impresos están viviendo una suerte de renacimiento, que tiene que ver con la crisis. Es decir, la crisis hizo que se repensaran. Al principio se vio muy claro: estaban los impresos, que debían ser de una manera, y sus espejos, que era Internet. Pero no es así. No creo que uno anule al otro. Al contrario, se entrelazan y dialogan, lo que proporciona al lector diferentes experiencias de lectura. Y esto es algo que se agradece. Así que estoy convencido que los medios impresos van a continuar; no sabemos cuánto, pero no podemos estar pensando cada seis meses en que esto va a morir. —En eso estamos casi todos de acuerdo… Periodistas como Jon Lee Anderson o David Remnick hablan de lo mismo; de hecho, John Carlin planteó un hipotético futuro, bastante irónico, por cierto: que los impresos serán para coleccionistas… —Sí, y yo creo un poco en eso —puntualizó Felipe, emocionado por el tema—. A mí me parece que las revistas impresas ya no serán masivas, aunque se seguirán leyendo. Mira, cuántas veces no se habló de la muerte del libro, y aún está aquí… Además, el que alguien tenga un Kindle o un iPad no quiere decir que no volverá a comprar un libro de papel, o que quemará todos los que posee. Desde luego que no. Entonces, sí, tal vez menos gente comprará revistas, pero éstas serán objetos mucho más preciosos, mucho más de deseo. A mí me parece que Gatopardo, en esta nueva etapa, responde a eso: la voluntad de ser como un libro de arte… —Por supuesto, sin dejar de lado las buenas historias. —¡Claro..! Para nosotros es importante mantener estas grandes crónicas que han hecho famosa a la revista. Ya sabes: Gatopardo no responde a la inmediatez de la prensa diaria. Sí hablamos de la actualidad, aunque desde un punto de vista más alejado. Puedo publicar hoy un amplio artículo o una extensa crónica sobre algo que fue noticia hace dos meses, y no me importa, pues no estoy compitiendo con la inmediatez. Lo nuestro es más la profundidad, más el reposo, más el decantar las historias. —Como los perfiles que entrega en su nuevo libro, ¿no? —Así es. —¿Cuándo se dio cuenta que ya tenía suficientes perfiles? Se lo pregunto porque fui testigo y vi cómo un autor juntó sus artículos en una carpetita y así los entregó, sin ningún orden, sin actualizar ni nada. Eso abunda mucho… —(Felipe sonrió.) Es muy buena pregunta, porque yo no quise hacer eso —puntualizó, enfático—. Cuando me senté con mi editor, me dijo: “Mira, no quiero que hagamos un libro que sea una recopilación de textos periodísticos; eso, a mí, no me interesa.” Y yo le dije que a mí, como autor, tampoco me interesaba… “Queremos que sea un libro, que funcione como tal, y que tenga un hilo conductor.” Así que comencé a buscar en mi archivo de 15 años de trabajo. Me di cuenta que tenía muchísimos perfiles de personajes que son famosos, que son innovadores. Empezamos a hacer la lista de personajes, y la lista de sus características… —Supongo que a partir de ahí todo fluyó. —Sí. Hubo tres palabras que sobresalieron: innovación, excentricidad, y otra que es celebridad; las tres nos gustaron mucho. Entonces mi editor dijo: hagamos un libro que reúna estos perfiles. Tomamos actores, directores, chefs, escritores… en fin, un poco de todo. Al final, no es un libro sólo sobre estos personajes; creo que después de leerlo, uno tiene más o menos un panorama de qué es lo que ocurre o sucede con la cultura contemporánea.   Equilibrio muy complejo Mejor aclaremos: 16 retratos excéntricos originalmente fue editado en Colombia por Planeta, el año pasado, bajo el título de Nunca es fácil ser una celebridad. El libro tuvo tan buen recibimiento que la casa mexicana aceptó editarlo ahora para nuestro mercado. Entre los 16 retratados están Peter Greenaway, Tim Burton, Carla Bruni, Spencer Tunick, Susan Sontag, Ferran Adrià, Diego Luna e Íngrid Betancourt. En un momento dado, Felipe fue claro: “Todos los textos los trabajé de nuevo. No podía volver a escribirlos, porque eso sería una labor absurda. Los textos ocurren dentro del tiempo que fueron publicados, pero están actualizados. Obviamente sí cambiaron cosas: algunos textos se alargaron y otros se acortaron. Algunos están transformados mucho. Incluso, para algunos volví a reportear.” Felipe Restrepo (Foto-Josué D. Romero) (3) —¿Cómo preparó estos perfiles, qué sentido quiso darles..? A veces se piensa que un perfil es sólo alabar al personaje, sin indagar más en los errores o tropiezos… —Es cierto. Un perfil es un ejercicio de un equilibrio muy complejo. Yo doy clases también de periodismo, y éste es un tema que platico y debato con mis talleristas mucho. Existen medios que piensan que un perfil es un texto que va a alabar a un personaje o, peor aún, a destruirlo. Existen estas dos escuelas. Las conocemos, y no es necesario mencionarlas aquí. Sabemos que hay medios que funcionan así… Me parece que un buen perfil lo que hace es darte el panorama más completo del personaje, con sus cosas buenas y con sus cosas malas. —El texto de Íngrid Betancourt, incluido en el libro, es un buen ejemplo. —Yo siempre pongo de ejemplo el perfil de ella, pues fue uno de los más difíciles de hacer. En el texto se ve que es un personaje que a mí me generó sentimientos encontrados… Creo que ella tiene grandes cualidades, pero también ha cometido varios errores. Pero regresando a la pregunta, lo que me parece importante en un perfil es penetrar la esfera del personaje y llegar a la persona… Alguien decía que toda persona tiene la vida pública, la vida privada y la vida secreta. Yo aspiro —y al decir esto Felipe dibujó una sonrisa— más o menos a las dos primeras… —Pero, entonces —dije todavía riendo—, los perfiles que usted construye son una suma de voces… —Trato de que sea así. Para lograr un buen perfil se requiere pasar tiempo con el personaje, entrevistar fuentes de primera mano, gente que lo conozca bien, como familia, amigos, enemigos, amantes… Pero, además, leer todo cuanto sea posible. Y así, a partir de esa enorme investigación, empezar a escribir. A mí me parece un tanto irresponsable que se quiera hacer el perfil de una persona que no se conoce bien; creo que uno debe de saber lo más posible del personaje. En ese sentido, “mis perfiles, los perfiles que hace Felipe Restrepo, tratan de dar la imagen más completa del personaje. Yo no creo en la objetividad, porque estoy convencido que todo ejercicio periodístico es subjetivo. ¡Engañan los medios que pretenden ser los grandes dueños de la verdad! Eso no existe. Lo que sí creo que existe es la honestidad en lo que uno escribe, en una subjetividad lo más honesta posible”. Por cierto: durante esta primera semana de noviembre, en dos ceremonias distintas, la revista Gatopardo recibió dos premios: el Nacional de Periodismo 2013 en la categoría de entrevista, y el de Arte Editorial 2014, que otorga la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) a la mejor revista de interés general.     Contacto: Correo: [email protected]     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.