El escenario de 3.1% de crecimiento para 2013 podría lucir optimista ante la probabilidad de ver recortes en el gasto.   “Mientras una política se relaja, la otra podría restringirse”     El desalentador dato del PIB al primer trimestre parece haber traído confusión a las autoridades o posiblemente haberlas hecho cambiar de parecer con respecto al rumbo de la política económica, ya que no sólo revisaron a la baja el crecimiento del año sino que incluso preanunciaron la posibilidad de recortes al gasto, lo cual va en sentido contrario a la flexibilización reciente de la política monetaria. Esto da la impresión de una falta de sincronización, ya que por un lado la fiscal abre las puertas a una restricción de gasto mientras que la monetaria se ha movido hacia un relajamiento. Cuando la tasa de interés se recortó a principios de marzo, después de casi cuatro años de estabilidad, se argumentó que era una medida para facilitar la transición de la economía hacia una situación de menor crecimiento con menor inflación. Esto implicaba que ante los mayores riesgos a la baja para el crecimiento, la política monetaria contribuía con su parte para ayudarle a la economía, a pesar de que su mandato constitucional es uni-objetivo y referido a la estabilidad de precios. Al presente, el crecimiento se ha caído más de lo esperado y la inflación ha subido más de lo anticipado. El dato observado del PIB al primer trimestre fue ligeramente menor al anticipado por las autoridades, 0.8% a tasa anual contra 1% anunciado previamente. Sin embargo, esto ocasionó una reacción inmediata de las autoridades, quienes salieron a anunciar una corrección a la baja en el crecimiento para todo el año al pasarla de 3.5% a 3.1%. Además del efecto estacional de menores días laborables, la desaceleración se atribuyó también a la debilidad externa. Sin embargo, la economía estadounidense –que absorbe el 80% de las exportaciones mexicanas– no se debilitó en el primer trimestre con respecto al trimestre previo, incluso reportó una ligera mejoría. El nulo avance que tuvieron las exportaciones mexicanas se explica entonces por el impacto de los recortes automáticos al gasto en los Estados Unidos, lo cual afectó y retrasó el cruce de camiones mexicanos y por ende el volumen de exportaciones hacia el vecino del norte. La revisión a la baja en el crecimiento mexicano a 3.1% fue acompañada de la posibilidad de restringir la política fiscal a través de recortes al presupuesto, ya que un menor crecimiento implica menor recaudación tributaria, por lo que para mantener las cuentas fiscales en línea se requiere ajustar el gasto. Pero recortes al gasto implican un menor crecimiento porque aunque se apliquen al gasto corriente, ello afecta a muchas empresas que son proveedoras de bienes y servicios para el sector público. Esto implica que la política fiscal en México es procíclica, porque su objetivo está fijado con respecto a un nivel de déficit en relación al PIB. Esto es, el gasto crece cuando la economía crece, pero se  contrae cuando la economía se desacelera o entra en recesión. El problema con esta pro ciclicalidad fiscal es que cuando la economía se debilita el gasto se tiene que recortar para no desequilibrar las cuentas y poder cumplir con el objetivo de déficit. Este ha sido el gran problema eterno de la política fiscal, porque al mantener una gran dependencia del ciclo económico se restringe el margen de maniobra para generar poder conctracíclico y poder utilizarla como instrumento que permita compensar el crecimiento cuando éste se encuentre por debajo de su potencial.
El remedio es sencillo: romper dicha dependencia fiscal del ciclo a través de la adopción de una disciplina estructural en donde el gasto público crece a una proporción fija del crecimiento potencial de la economía y no del crecimiento observado.
Con esto no solo se elimina la volatilidad del presupuesto federal con respecto al ciclo económico y se evita incurrir en recortes al gasto, sino que incluso le permite al gobierno generar flexibilidad fiscal en épocas en que la economía crece por encima del potencial. De esta manera, la política fiscal debería utilizarse como un instrumento para influir en el crecimiento económico y no para ser determinada por el ciclo económico. Por lo pronto, la posibilidad de un menor crecimiento económico en el año tiene ya una alta probabilidad de materializarse porque los recortes al gasto van a debilitar a la economía como siempre lo han hecho en el pasado. De hecho, con recortes al gasto en puerta, el nuevo estimado de crecimiento de 3.1% puede quedar como un objetivo optimista. Así, la política fiscal restrictiva, en lugar de apoyar al crecimiento lo va a deprimir más. Pero por otro lado, la política monetaria parece haberse movido en sentido contrario con el relajamiento de marzo. En este sentido, mientras la política fiscal se hace restrictiva, la monetaria se relaja, lo cual da la impresión de una situación de desincronización en el manejo de la política económica en el país. Contacto: Twitter: @AlfredoCoutino http://www.alfredocoutino.com

 

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