Por Rebecca Keller Este artículo fue publicado originalmente en Stratfor.com, una firma de inteligencia y de asesoramiento global líder con sede en Austin, Texas. Ya sea que estés leyendo esto en tu smartphone, tablet o computadora personal, es probable que el dispositivo frente a ti contenga componentes provenientes de al menos seis países en tres o más continentes. Su elegante y simple exterior contrasta con el intrincado tejido de piezas internas que sólo una cadena de suministro global puede proporcionar. Durante el siglo pasado se volvió cada vez más difícil encontrar productos terminados fabricados en un solo país, ya que la globalización ha extendido las cadenas de suministro hasta los confines de la Tierra. Hoy podemos rastrear los cientos de componentes que integran aviones, trenes y automóviles o computadoras, teléfonos móviles y casi todo lo que puedas imaginar, hasta casi tantas empresas en todo el mundo como piezas las conformen. Todavía más, su montaje podría haberse realizado en un país diferente. Las oportunidades de producir y montar productos y sus componentes se han extendido a todo el mundo, haciendo más fácil para los países subir la escalera del valor de producción. Los países en la base de la pirámide, los que extraen las materias primas, pueden moverse gradualmente, fabricando primero componentes de bajo valor y luego progresando a los de mayor valor o montaje básico. Pero al igual que la tecnología estimuló la globalización y los cambios en el comercio internacional que le siguieron, así también revolucionará de nuevo la forma en que los países hacen negocios entre sí. Agravada por los cambios económicos y demográficos que tienen lugar hoy en día, la automatización, la robótica avanzada y tecnologías impulsadas por el software marcan el comienzo de una nueva era: la de las cadenas de suministro más cortas que ofrecerán menos oportunidades para el mundo en desarrollo. Regiones una vez etiquetadas como “economías emergentes” podrían estancarse, y la brecha entre ricos y pobres dentro de los países y entre las naciones podría ampliarse aún más.   El amanecer de la globalización y el comercio Puede que la globalización como la conocemos hoy tenga apenas unas pocas décadas, pero el comercio internacional no es un concepto nuevo. Desde la antigüedad, la tecnología ha impulsado y transformado el orden global. Las carabelas y la brújula, por ejemplo, dieron paso a la era de la exploración europea, aventuras que no hicieron más que acelerarse con la llegada de los motores de vapor. A pesar de ello, pocos habrían imaginado que algo tan simple como una caja podría ser la piedra angular de la última época. Hace 60 años, Malcom McLean, un emprendedor estadounidense, lanzó el primer barco de contenedores desde un puerto de New Jersey, cambiando para siempre la forma en que las mercancías circulan por todo el mundo. Mediante el uso de un recipiente de tamaño estándar que podrían ser transportado desde el buque a un ferrocarril o camión, McLean hizo mucho más eficiente el envío de mercancías entre dos puntos. En lugar de tomar días o semanas para descargar un buque, ahora se tomaba horas. A pesar de que pasó una década antes de que los métodos de McLean fueran usados en un viaje intercontinental, y varios años más antes de que la tecnología llegara a Europa, su experimento alteró la forma en que el mundo funcionaba. El primer barco de contenedores, Ideal X, zarpó llevando sólo 58 contenedores en la primavera de 1956; hoy, los barcos se han vuelto tan grandes que el más grande puede albergar casi 20,000 de ellos. La explosión en el transporte de contenedores significó que los bienes y los componentes ya no tenían que ser producidos en la proximidad de sus usuarios. A medida que la ubicación se convirtió en un factor menos importante en la producción, la importancia de otras consideraciones, como los costos laborales, comenzó a incrementarse. No sólo surgió la manufactura barata, primero en  de gama baja, por primera vez en China y luego en otras partes del sudeste de Asia, pero también se tradujo en cadenas de suministro más largas y complejas. La creación de la Organización Mundial del Comercio aceleró la globalización mediante la regulación del nuevo entorno económico y al ayudar a vincular a los productores con sus compradores. Una serie de industrias, incluyendo los sectores automotriz y de electrónica, fueron capaces de sacar el máximo provecho de los cambios radicales forjados por el buque portacontenedores. Hoy, las materias primas usadas para fabricar una computadora portátil promedio pueden provenir de un máximo de seis continentes. Esos materiales podrían ser tratados posteriormente en Alemania, Estados Unidos o Japón antes de ser usados para hacer una pantalla LCD en Corea del Sur o un chip en Malasia, Vietnam o Filipinas, todo antes de ser montado como un producto final en China. Una historia similar se puede contar sobre el iPhone, cuyos componentes provienen de Corea del Sur, Alemania, Francia, Japón y otros países asiáticos antes de ser ensamblados en China. Tampoco es exclusivo de la electrónica; el Boeing 787, por ejemplo, es montado por nueve países en de América del Norte, Europa y Asia. Sólo el panel central de un Honda Accord implica a unas dos docenas de proveedores. Todas estas piezas en movimiento pueden parecer complicar inútilmente las cosas, pero en realidad minimizan los costos y permiten a las empresas aprovechar las ventajas de factores como la mano de obra barata. Como resultado, los bienes y las piezas son fabricados en los lugares más rentables en lugar de los más cercanos. Este cambio, junto con un entorno favorable para el comercio, causó que el comercio mundial repuntara 10 veces entre 1980 y 2007, impulsando el crecimiento económico en China, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur en el proceso. Ahora, muchos países del sudeste de Asia y otras partes del mundo están tratando de replicar ese éxito, pero lograrlo será cada vez más difícil.   El sol se pone sobre la globalización La era de la globalización está llegando a su fin, aunque sus efectos no desaparecerán por completo. Ciertamente, la globalización ha tenido su momento y ya podría estar en declive, sustituida de manera constante por su sucesora: una nueva era impulsada por la robótica, la inteligencia artificial avanzada y la fabricación aditiva. Estas tecnologías están por disminuir drásticamente los costos de producción, a medida que se vuelven cada vez más frecuentes en todo el proceso de fabricación. Tal como el comercio internacional ya era un concepto familiar cuando surgió la globalización, la robótica es un campo que ha existido desde hace algunos años. Sin embargo, los avances recientes e inminentes en la robótica, expandirán sus usos mucho más allá de las pocas industrias que domina actualmente. La destreza de los robots y la complejidad de su programación van en aumento, lo que les permite montan productos más complejos, como los que tienen cableado y circuitos complejos. Al automatizar el proceso de montaje, que en muchas industrias es en gran parte manual, los robots podrían provocar que algún día las líneas de montaje se alejen de la mano de obra barata, borrando así uno de los mayores cambios que sustentan la globalización y eliminando muchos de los beneficios asociados a las cadenas de suministro más largas. El progreso en la fabricación aditiva, más comúnmente conocida como impresión 3D, sólo degradará aún más los efectos de la globalización. Los métodos de fabricación tradicionales requieren moldes separados que deben producirse (generando costos adicionales) para cada producto. Pero las impresoras 3D, que producen múltiples diseños en la misma máquina, no los necesitan. Debido a esto, las economías de escala no tienen las mismas ventajas con la impresión 3D que tienen en un mundo de fabricación tradicional. A medida que la impresión 3D mejore y sea usada con mayor amplitud, podría revertirse parte de la especialización y estandarización de las cadenas de suministro que han tenido lugar durante las últimas décadas, lo que permite que más partes sean fabricadas en más lugares. El acortamiento de las cadenas de suministro, tanto en la distancia como en el número de nodos, a su vez, reducirá el volumen del comercio mundial cuando un menor número de países y fábricas estén involucrados en el proceso de producción. Volviendo al ejemplo hipotético de la computadora portátil, las empresas podrían tener que comprar los componentes en sólo dos países en vez de en seis ya que más partes podrán ser fabricadas al mismo tiempo en el mismo lugar. Por supuesto, sería deshonesto no reconocer las limitaciones que aún enfrentan estas tecnologías emergentes. Por ejemplo, la impresión 3D alcanzará su pleno potencial sólo cuando una sola máquina pueda producir productos que comprendan múltiples materiales, algo que podría tomar años, si no es que décadas. Por otra parte, la impresión de las piezas de metal es todavía demasiado cara, lenta e inconsistente para ser ampliamente aplicable. Los robots, por su parte, necesitan tener una mayor destreza y una programación más rápida para tener un mayor impacto en la fabricación. Los costos energéticos asociados al funcionamiento de una fábrica con muchos robots también son significativamente más altos, y dado que los equipos industriales duran mucho tiempo, su sustitución por alternativas robóticas será lenta. En conjunto, estos factores sugieren que la transición que viene será gradual, no abrupta.   Un nuevo día comienza Mientras la próxima revolución industrial se gesta, el modelo de crecimiento económico que surgió junto con la globalización ofrecerá un camino más incierto hacia el desarrollo. Aunque las nuevas tecnologías no borrarán por completo el beneficio de la mano de obra barata, reducirán el número de oportunidades que los países tienen que industrializar, diversificar y hacer crecer sus economías. Mientras tanto, el comercio será cada vez más regionalizado, dado que la producción se desplazará de nuevo hacia los países consumidores. Las naciones con altos niveles de educación, pero salarios comparativamente bajos, como México, reemplazarán a sus competidores con mano de obra barata como los centros de nueva fabricación industrial. Si la tecnología mejora lo suficiente como para reducir los costos tanto que tenga sentido enviar mercancías desde lugares distantes –algo ciertamente difícil de alcanzar– los comerciales como el TLC podrían llegar a ser prácticamente autosuficientes. Para algunos países de ingresos medios, como México, la regionalización gradual del comercio tendrá beneficios claros, pero muchos de sus homólogos más pobres que anteriormente se han beneficiado de la globalización podrían encontrarse en una posición cada vez más difícil. Los países de África oriental y central, así como partes del sudeste asiático, que una vez comenzaron a posicionarse para reemplazar a China como el próximo epicentro de manufactura de gama baja del mundo, ahora podrían ver limitado su crecimiento económico, e incluso estancado. A medida que los países más avanzados e industrializados ya no tengan que depender de la mano de obra barata en lugares lejanos, aprovecharán las nuevas tecnologías y comenzarán a producir bienes de gama baja más cerca de casa. Los países que aún no han comenzado a industrializarse tendrán los mayores desafíos; cuanto más tiempo tarden en desarrollarse a lo largo de las próximas décadas, más difícil será para ellos lograrlo, dado que el crecimiento de la manufactura avanzada reducirá las oportunidades disponibles para los fabricantes emergentes. El desarrollo de una base industrial avanzada requiere capital, habilidades y tiempo adicionales, aumentando esencialmente el número de peldaños que separan a los fabricantes de gama baja y a los de gama alta en la escala de valor de producción. Por supuesto, si hay perdedores en este juego, entonces debe haber también algunos ganadores. Los pioneros de las tecnologías avanzadas en sí –es decir, Estados Unidos, Europa del Norte y partes de Asia, incluyendo Japón y Corea del Sur– están mejor posicionados para explotar la robótica y la impresión 3D. China probablemente también será capaz de usar las nuevas tecnologías para su ventaja. De hecho, su base sólida de ingeniería, un gobierno central fuerte y la política de promover el desarrollo tecnológico nacional –por no hablar de sus adquisiciones agresivas de empresas de tecnología extranjeras– podrían poner al gigante de Asia a la vanguardia de la próxima era industrial. Aunque China aún está haciendo la transición de la manufactura de gama baja a la de alta calidad, ha avanzado lo suficiente para evitar los efectos secundarios negativos del declive de la globalización, y no estará tan limitado como algunas otras regiones desarrolladas con importantes bases de fabricación tradicionales. Sin embargo, al igual que con su etapa previa de crecimiento económico, las ganancias de industrialización no se distribuirán por igual en todo el país. En su lugar, los avances en la tecnología probablemente extenderán la brecha entre las provincias costeras y el interior de China. Si Beijing no puede controlar la tensión política y los disturbios que seguramente surgirán, el éxito futuro de su economía podría ponerse en peligro. La tecnología es una parte de la geopolítica que a menudo se pasa por alto y, sin embargo, cambia fundamentalmente la forma en que los países interactúan unos con otros y hacen frente a sus limitaciones inherentes. A medida que avanzamos en un nuevo mundo de fabricación automatizada, impresión 3D e inteligencia artificial, tales cambios son inevitables. Y al igual que miramos hacia atrás y ubicamos la invención de la desmotadora de algodón o de la línea de montaje como puntos de inflexión en la historia, nuestros hijos mirarán hacia atrás y verán las invenciones de hoy como el comienzo de una nueva era.

 

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