La palabra de los presidentes de la República solía tener un alto valor porque era escasa y meditada. Los mandatarios contaban con equipos de asesores y redactores de discursos. Se cuidaba, a veces al nivel del exceso, los datos, las cifras, las historias que se contarían. Quizá suene arrogante, pero el objetivo era dar sentido de Estado y coherencia a lo que se divulgaba. 

Esto terminó con la 4T porque el esquema de comunicación se sustenta en conferencias matinales de lunes a viernes. El presidente López Obrador suele hablar de cualquier tema y la mayoría de las veces tiene que improvisar, con los riesgos que ello implica. 

El viernes pasado, en su conferencia matutina, deslizó que el ataque contra Ciro Gómez Leyva se pudo tratar de un acto de subversión. Sí, así lo señaló, con todo lo que puede implicar.

La subversión es el acto de trastornar, de alterar el orden establecido. Es, en términos políticos, un elemento de los riesgos a la Seguridad Nacional. 

Por eso son subversivos los movimientos guerrilleros, los grupos que quieren cambiar el sistema, los que buscan su derrumbe. En general son los que se mueven y actúan en los extremos del péndulo ideológico.  Sí, suena fuerte, pero es la palabra del presidente de la República, y del tema de la indagatoria sobre el atentado contra Gómez Leyva estaba enterado, porque desde un día antes se anunció que se referiría a ello. 

El presidente López Obrador de ahí se agarra para aventurar la hipótesis de que el ataque pudo estar orquestado para afectar a su gobierno. 

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Es una variable delicada. ¿Qué grupos quisieran desestabilizar a la 4T? No lo dice y no los conocemos. No hay expresiones combativas de la ultraderecha ni la guerrilla tradicional tiene la fuerza y mucho menos la intención de iniciar una aventura de ese tipo, además, no es su estilo.

Es probable que el presidente de la República no se refiriera a ello, quizá confundió la intención de los atacantes, con las consecuencias funestas que pudo tener su acción. Por fortuna, y en eso sí hay consenso absoluto, no lograron su objetivo primario. 

Hay 12 detenidos por el ataque a Gómez Leyva, y el presidente señala en el gobierno quieren cambiar la ley para que cooperen. 

“Que puedan tener una consideración en sus penas cuando se trata de asuntos de interés público, de asuntos de Estado, porque se trata de desestabilizar, es sabotaje, es subversión”.

Las fiscalías cuentas con las herramientas jurídicas para que los criminales se acojan al criterio de oportunidad. Por eso no hay necesidad de reforma alguna. 

 Además, existen policías y peritos que están capacitados para resolver los asuntos. Muchos crímenes se tienen que resolver y castigar sin confesiones, pero a cambio de ello hay que hacer un trabajo muy sólido para el momento en que es utilizado en los juicios penales. 

A estas alturas ya deben estar elaboradas las redes de vínculos de los implicados, sus teléfonos seguramente fueron ya revisados y existen las posibilidades de reconstruir lo que hicieron en las semanas previas al ataque. Tiene que haber, por necesidad, un eslabón. 

Pero, en efecto, conocer a los autores intelectuales será difícil. Es la historia misma de las investigaciones de ese tipo, las que, por lo demás, siempre suelen estar cargadas de dudas, de incredulidades. 

De ahí que inquiete aquello de la subversión. Parece difícil que estemos ante algo de ese perfil. Por eso es por lo que importa cuidar lo que se dice y más desde Palacio Nacional. 

Por desgracia, el presidente López Obrador aprovechó de nuevo para soltar la insidia de que no descarta un autoatentado. Esto sí es una barbaridad y lo saben en las áreas de seguridad, pero dejarán que se lancen improperios, porque ya se perdió el sentido del decoro. 

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