EFE.- El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha desactivado en dos días el ruido de la ultraderecha con un fuerte respaldo popular y decisiones que ya han desalentado a los más radicales seguidores del exmandatario Jair Bolsonaro.

Tal vez el mayor símbolo del significado del regreso de Lula al poder que ya había ejercido entre 2003 y 2010 se veía este martes frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia, donde durante los dos últimos meses acamparon grupos radicales que exigían un golpe militar que mantuviera a Bolsonaro en el Gobierno.

Del campamento que llegó a reunir a unas 10,000 personas, solo quedaban unas tiendas abandonadas y algunos carteles en el piso, en los que aún se leía “Fuerzas Armadas salven a Brasil”.

El campamento comenzó a mermar la semana pasada, cuando Bolsonaro viajó hacia Estados Unidos sin billete de vuelta, lo que fue considerado una “traición” por muchos activistas que hasta ese momento creían que iba a “accionar” a los militares.

El domingo, día de la investidura de Lula, caravanas bolsonaristas que habían partido de diversos puntos del país hacia Brasilia no concluyeron su camino, después de que las autoridades avisaron que no podrían llegar al cuartel del Ejército.

En Brasilia, unas 300,000 personas arroparon al nuevo presidente, que además recibió al mayor número de delegaciones extranjeras visto en una investidura en el país, encabezado por una veintena de jefes de Estado y de Gobierno de todos los continentes.

El desarme, el primer paso contra los radicales brasileños

El desaliento se completó con algunas de las medidas adoptadas por Lula inmediatamente después de jurar el cargo, que terminaron de desmovilizar aquello que el capitán de la reserva del Ejército hoy refugiado en Miami calificaba de “pueblo armado”.

En los discursos que pronunció el domingo, Lula dirigió un fuerte mensaje contra los “movimientos inspirados en el fascismo” que han surgido en Brasil y “en muchos otros países” y garantizó que su Gobierno no tolerará conspiraciones contra la democracia.

Más allá de las palabras, firmó un decreto que le apunta al corazón de algunas políticas de Bolsonaro que ayudaron a darle alas a los más radicales y promovieron la compra de armas por parte de la sociedad civil.

En uno de sus primeros actos, derogó normativas dictadas por Bolsonaro, suspendió los nuevos registros de armas, endureció las reglas para su adquisición y determinó que no sean expedidos otros permisos para la creación de clubes de tiro, una de las semillas del movimiento ultra.

Además, ordenó que las Fuerzas Armadas hagan, en un plazo de 60 días, una revisión total de los permisos para la compra y porte de armas expedidos desde 2019 y anunció la creación de un grupo de trabajo gubernamental para promover el desarme de los civiles.

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Lula desactiva en dos días el ruido de los radicales golpistas

El movimiento más radical de la ultraderecha, que se estructuró en las redes sociales, ha reducido a mínimos su actividad en internet, acorralado por decisiones judiciales contra la difusión de mentiras y campañas de desinformación “antidemocráticas”.

En las últimas semanas, unos veinte activistas han sido detenidos y la Justicia aún busca a algunos de los responsables de unas violentas protestas ocurridas en Brasilia la noche del pasado 12 de diciembre.

En lo político, el nuevo gobernador de Sao Paulo, Tarcísio Gomes de Freitas, un exministro y fiel escudero de Bolsonaro, ha comenzado a desmarcarse del capitán y garantizado que mantendrá una relación “republicana” y de “cooperación” con el Gobierno de Lula.

También ha habido movimientos en el Partido Liberal (PL), que fue plataforma para la frustrada candidatura a la reelección de Bolsonaro.

Este martes, la diputada Flávia Arruda, otra exministra del Gobierno de ultraderecha, renunció al PL y argumentó que lo hacía en función de “ideales democráticos” que el partido no ha respetado.

Bolsonaro, desde Miami, sigue ajeno a todo eso. En su perfil de Twitter, en el que aún se presenta como “Presidente de la República Federativa de Brasil”, este mismo martes publicó un mensaje como si todavía estuviera en el poder: “El Gobierno de Jair Bolsonaro anuncia reducción del 38.9% de la tarifa” eléctrica para 2023. 

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