Su médico le diagnostica una enfermedad tratable. Le dice que puede elegir entre el fármaco genérico y el patentado. Usted, tibio ante las alternativas, cuestiona sobre las diferencias entre ambos porque nota que tienen el mismo compuesto. El galeno le responde con otra pregunta: ¿Por qué decidió consultarse en una clínica si brindo servicios en un hospital? Las condiciones del centro, el trato personalizado, el confort del ambiente, el estatus y las comodidades hacen que usted prefiera un centro privado en vez de uno público, y ésa es precisamente la diferencia entre un medicamento genérico y uno patentado: en esencia tienen el mismo compuesto, pero la presentación, el factor psicológico y el excipiente tienen igual o más poder que la propia fórmula a tomarse. Es menester precisar que todo medicamento está compuesto de dos partes: el fármaco (sustancia activa que causa el efecto en el paciente) y los excipientes (sustancias que facilitan la conservación del fármaco). Por ende, la diferencia entre lo genérico y lo patentado estará fundamentada en el excipiente porque lo demás es similar sin importar su empaque. Lo que hace más caro un medicamento patentado ante el genérico es el costo de la investigación (tiempo, recursos y personal), los gastos en profesionales altamente capacitados para la elaboración del compuesto, la inversión en publicidad y los gastos corrientes en “agradecimiento” a los médicos que les recomienden. La patente suele durar 20 años, dos décadas en que el fabricante tiene derecho exclusivo de su producto. El problema con la llegada del genérico es que el patentado, al ser más caro, debe evolucionar para mantener cautivo su nicho y no verse obligado a reducir algunos de los costos en su producción para ser competente ante su copia. También deben competir con los falsificados y adulterados, el verdadero dolor de cabeza de los laboratorios. La Federación Centroamericana de Laboratorios Farmacéuticos especifica que el Caribe es dominado por República Dominicana como el país donde más se comercializan medicamentos falsificados o adulterados. Cada año este flagelo mueve cerca de 1,300 millones de pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar) sólo en esta media isla.   Para poder competir Antes de pensar en vender un producto se necesita una certificación de registro sanitario para ser comercializado y es Salud Pública quien otorga esta validación, mediante la Dirección General de Drogas y Farmacias. Se analiza y comprueba la eficacia del medicamento antes de otorgarle el permiso, que una vez emitido suele tener cinco años de vigencia. Una modalidad que han asumido los laboratorios es crear dos productos: el patentado y el genérico. El primero lo usan para despachar en la clase de mayor poder adquisitivo y el otro para competir por la elección popular. El subdirector de Promese, Miguel Ureña, cree que es una estrategia que permite aprovechar los dos nichos de mercado. El laboratorio interesado en hacer lo propio debe demostrar, mediante estudios de bioequivalencia, que su resultado provoca los mismos efectos en cuanto a calidad, eficacia y seguridad. Sin embargo, tienen una debilidad notable ante los patentados: el branding. La inversión que un laboratorio hace en publicidad ronda casi el 40% del costo total de producción. Campañas y comerciales perfectamente elaborados, promociones gratuitas en clínicas, incentivos a galenos que multipliquen la intención de la marca y bonificaciones a sus promotores por aumento en las ventas. Esa estrategia en el mercadeo es la pieza angular entre una pastilla y otra, tal y como considera el doctor Humberto Salazar, coordinador de la Comisión Ejecutiva para la Reforma del Sector Salud, quien agrega que “estas campañas buscan elevar la imagen de los productos patentados y transmitir a la población una desconfianza en los genéricos”. El también dirigente político expresa que “sólo el 10% de los medicamentos que se consumen en el país son patentados, los otros son genéricos disfrazados”. Precisa que para fabricar fármacos se requieren investigaciones universitarias que no parten de la medicina, sino de las academias, “y en el país no existe la tecnología para eso”. Otra de las razones por la que un patentado es más caro que un genérico es por la combinación de principios activos, ya que el segundo está elaborado para erradicar una enfermedad determinada, mientras el primero puede ser efectivo para dos o más dolencias si su elaboración contempla eso. Para Jacqueline Nerys, gerente de Producción de Laboratorio Químico Dominicano (Laboquidom), aunque se invierta en el empaque, en la estética del producto, incluso en la suma destinada a publicidad, a fin de cuentas el fármaco es el mismo. La clave es el excipiente y sus activos. Precisamente Laboquidom es uno de los pocos suplidores locales del Estado en fármacos. Brindan servicios al Programa de Medicamentos Esenciales/ Central de Apoyo Logístico (Promese/Cal), lo que ha posibilitado que la demanda se catapulte y eso se traduzca en beneficios. Desde el año 2014 han invertido más de 30 millones de pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar) sólo en logística.   Las cifras de Promese En enero de este año, Promese/Cal invirtió más de 1,750 millones de pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar) en compra de medicamentos para las Farmacias del Pueblo. Hay 512 dispensarios públicos en el país, 202 distribuidos en la zona norte, 128 en la parte sur, 121 en Santo Domingo, y 51 en la zona este. La demanda ha sido tanta que se vieron en la obligación de ampliar el servicio los fines de semana. En 2015 rebajaron los precios de 98 medicamentos, lo que según su directora, Elena Fernández, representa una disminución del 63% en las compras centralizadas. Dentro de la lista están: azitromicina, amoxacilina más ácido clavulánico, cetirizina, clopidrogrel, clotrimazol, eritroproyetina recombinante humana, metronidazol, permetrina y ranitidina. La India tiene el primer lugar en el mundo como el país de mayor producción de medicamentos genéricos. Es el sector que más rápido crece en ese país. Tienen más de 20,000 plantas productoras y emplea a 3.3 millones de personas con 10 patentes. En el catálogo que presentan las farmacias públicas, el medicamento más caro es la albúmina humana al 20%, con un precio de 1,500 pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar). Si se dirige a una farmacia pagaría entre RD$2,400 y RD$2,650. Este medicamento es muy usado para quemaduras profundas e insuficiencia renal. Las personas con un plan básico de salud tienen una cobertura de 8,000  pesos anuales para adquirir algún medicamento. Desde que se promulgó la Ley 87-00 sobre seguridad social, el monto de cobertura es de 3,000 pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar), cantidad que se pierde si el afiliado no la aprovecha. Consumir tal o cual medicamento dependerá de muchos factores, pero el principal siempre será económico. Lo ideal es comprar en las farmacias legales o las públicas certificadas para evitar un producto falsificado. ¿El patentado o el genérico? En su bolsillo encontrará la respuesta.

 

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