Entiendo que esta pregunta se basa en el supuesto de que nos encontramos ante la decisión sobre la vivienda habitual de un no inversor.
Históricamente se consideraba que:
- la compra de la vivienda era una forma de ahorrar (inversión conservadora) a la vez que se cubría una necesidad básica,
- la vivienda era para toda la vida, dado que la movilidad geográfica era baja, al menos por razones profesionales/laborales, y
- además hasta el inicio de la actual crisis, en el imaginario colectivo una vivienda nunca perdía valor.
En la actualidad esto ha cambiado, por lo que además de los factores económico/financieros apuntados en anteriores respuestas debemos considerar, entre otros, los siguientes factores:
- Movilidad geográfica: una vivienda, generalmente, es la inversión de tu vida con un horizonte de 20 ó más años. Por lo que si te planteas no vivir siempre en el mismo sitio, ceteris paribus, la opción será alquilar.
- Aversión al riesgo (miedo a sentirse atado): si no tienes una estabilidad en los ingresos (lamentablemente muy habitual en nuestros días) y con la actual legislación, estas asumiendo una deuda que en caso de no poder hacerle frente te abocará a una gravísima situación económico-financiera (a pesar, de la nueva ley de la segunda oportunidad). La decisión sobre este factor ya es una decisión de cada persona.
- En cada etapa vital necesitamos una vivienda distinta: no es lo mismo la vivienda que necesita una pareja, que cuando la unidad familiar se amplía con la llegada de hijos y posteriormente cuando los hijos se independizan. En este caso el alquiler ofrece una mayor flexibilidad, aunque debe tenerse en cuenta que las mudanzas son uno de los momentos críticos de una relación.
Soy consciente que mi respuesta añade más sombras que luces a la pregunta planteada, pero no es una simple decisión de inversión dado que:
- Tiene componentes vitales (que a mi juicio tienen más importancia) y
- Aun tratándolo como inversión estaremos haciendo un conjunto de suposiciones (que el papel y Excel aguantan perfectamente) a un horizonte de tiempo increíblemente largo (si habitualmente los economista nos equivocamos con las predicciones a períodos mucho más cortos) que estarán más cerca de una apuesta en base a los paradigmas mentales de cada uno que a una decisión racional con base empírica.
