Por: Eduardo Navarrete*

Blas Pascal no solo generó inventos que redefinirían la manera de ver el mundo, sino de vivirlo y de relacionarnos con él.

Pascal fue un hombre precoz en campos diversos: matemático, inventor de una especie de calculadora, la “rueda de Pascal”; autor de la teoría de probabilidad; generador de discusiones filosóficas y creador de una serie de posibilidades de ingeniería para mejorar lo que él pensaba, era mejorable. No obstante, su ambición se limitaba a pretender ser un “honnête homme”.

¿Sabes quedarte en reposo?

Pascal pensó que la desgracia de los hombres provenía de un solo origen: “no saber permanecer en reposo en una habitación”.

No creo que Pascal se refería a las amenazas naturales que traía el salir de casa en esa época: tropezar con un fardo de heno, cortarse el dedo con un hacha o ser blanco de un cofre que se precipita desde las alturas (caer de borracho, pues).

Aunque, si uno quiere evitar el riesgo, lo más recomendable es no existir. En la comodidad de su sala uno puede ser víctima de un aneurisma, un sismo o para no ir más lejos, de sus propios demonios.

En el siglo XVII los peligros que enfrentaba el hombre eran, de fondo, los mismos que hoy nos aquejan. Estamos por estrenar 5G y con él flotarán y orbitarán oportunidades como edge computing y el internet de las cosas, pero la impermanencia y su aplicación en la vida cotidiana se mantendrán aún como un misterio sin mucho afán por ser resuelto.

Pero Pascal no invitaba a estarse quieto en aras de la inacción como mecanismo de prevención universal. Lo que Pascal veía era que somos bastante malos para entender que todo cambia y, en la medida en la que buscáramos quedarnos quietos, podríamos al menos notar eso: que hay un mecanismo de cambio, aunque a nuestra limitada vista o percepción, parezca inexistente o mejor aún, cosa del diablo.

Posponiendo lo que sabemos

Una pandemia como la actual exige una cuarentena diferente a la que se aplica. Digamos, una que apunte a entender que una semana de disciplina equivale a salir más pronto del meollo que de manera ingenua estamos posponiendo.

No saber permanecer en reposo en una habitación habla de varias discapacidades que van, desde la falta de prudencia hasta aburrirse de estar con uno mismo. No por nada, lo peor y lo mejor que le puede suceder al hombre es estar en aislamiento. Depende del contexto, las circunstancias y del entrenamiento de mente que ostente.

Pero es verdad, uno no sabe estarse quieto. Y peor que eso, no sabe observar. Mucho menos canalizar su energía. Acaso ahí está la clave de lo apuntado por Pascal. Para entender la maravilla del cambio y la impermanencia uno debe estar en calma.

Desde esta quietud forzada, es evidente que se avizoran cambios en múltiples bandas, pero la incertidumbre ronda al desconocer las magnitudes e implicaciones personales que estos movimientos traerán al contexto inmediato.

Los cambios que vienen

Son diversas las respuestas a la emergencia sanitaria, mismas que han amplificado reacciones en cadena que impulsan otras crisis en las diferentes capas de la vida humana: la priorización de un valor sobre otro hace la diferencia y no hay tiempo ni medios para discutir temas como:

  • Habrá voto de castigo para los gobiernos que hayan mostrado no haber estado a la altura para garantizar lo más importante de todo: proteger a sus gobernados.
  • Los predicadores de hábitos se toparán con un enfoque más expansivo y espontáneo como el de la imaginación y las espontáneas ganas por vivir.
  • Los trabajos sin sentido de propósito gracias al valor de cambio de una economía funcional    quedarán en el limbo, esperando a ser sustituidos.
  • El uso de la tecnología volteará a ver principios de habilitación con fines centrados en las personas (salud, movilidad, economía). Como si no hubiera tenido que ser así desde un inicio.
  • Cada vez serán más evidentes los cambios en la conducta en una sociedad que ya encontraba hallazgos de fracturas: no solo por haber vivido una cuarentena, sino por rehusarse a vivir otra.
  • El sentido de progreso, de evolución y de éxito apuntarán a otro lado, al menos a uno menos superfluo o frívolo.
  • Entre más cercano y personal sea algo, será más peligroso y digno de precaución y de distancia.
  • Las prácticas religiosas y espirituales perderán adeptos superficiales y ganarán adherentes en busca de cobijo para dar respuesta a las preguntas más profundas en momentos como este.
  • Emergerá una nueva visión de protección entre “los nuestros”: si no puedes dispararle a un virus, por lo menos puedes apertrecharte en nacionalismos más radicales.
  • Colapsará el orden económico y social si el gobierno se niega a inyectar apoyo genuino a los millones de afectados: personas y negocios, en el albor de una recesión como la que se anticipa.
  • Los gobiernos meterán las narices en la industria farmacéutica, luego de que esta pandemia exhibiera las ineficiencias en la respuesta, desarrollo, manufactura y colaboración de vacunas y tratamientos.
  • El significado de la educación será uno que voltee a ver de frente las vulnerabilidades humanas para integrar talentos en pos de un propósito más tangible de evolución.
  • Mientras la ciencia se enfocará en la prevención de pandemias como esta, las universidades incluirán en su currícula académica, materias y hasta posibles carreras enfocadas en atención y resolución de crisis sanitarias.
  • Luego de una pandemia no será tan fácil burlarse de los expertos, aceptar farsantes que se hagan pasar por estos, ni subestimar la prevención de riesgos.
  • La pandemia y cuarentena mal contenidas representarán el fin del romance con la sociedad de mercado. Sobrarán alternativas.
  • En el largo plazo se anticipan inversiones reorientadas con un enfoque en bienes públicos. Salud y servicios, como reflejo del fin de una época hiperindividualista.
  • Se abrirá la puerta a una vida digital más saludable que considere el tipo de comunidades a las que pertenecemos y la calidad de mensajes que enviamos y recibimos.
  • Se ponderará el costo / beneficio de una cadena de suministro global contra una doméstica: la primera fisurada y con reiterados problemas políticos, la segunda, cada vez más fuerte.
  • Veremos la transición del paradigma de dónde tendría que llevarse a cabo tu atención médica: la telemedicina aflora como una realidad.
  • Los parques revivirán a pesar de haber estado a punto de perder el último round de la contienda frente a los centros comerciales, como objeto de recreo dominical.
  • El coronavirus obligará que no solo empresas, sino instituciones y hasta dependencias de gobierno operen de manera virtual ya fuera de la cuarentena.
  • No será raro que, derivado del enfoque directo o indirecto de todas las industrias y sectores, así como pasó al término de la gripe española en 1918, se viva una bonanza económica inusual y la frenética búsqueda de diversión.
  • Habrá un cambio en el sentido de la palabra cambio.

La sociedad como estructura operativa está acostumbrada a un parámetro dentro del concepto del cambio. Hemos vivido cambios tecnológicos, generacionales, y hasta de gobierno, pero nada parecido a esto.  

Este cambio no fue gradual, avisado ni mucho menos diplomático. Se presentó con el rostro frío, pero tangible de la impermanencia. El mismo que muestra que rara vez moramos en el presente y que todo es aprovechable como herramienta para un desarrollo evolutivo.

Blas Pascal tenía una recomendación quintaescencial: “Apuesta: si ganas, lo ganas todo; si pierdes, no pierdes nada”.

Contacto:

Eduardo Navarrete es periodista, administrador público y fotógrafo. Se especializa en dirección editorial, Innovación y User Experience. Cofundador de Mind+, arena de entrenamiento para la atención plena empresarial*

Twitter: @elnavarrete

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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