Por Juan Rivera* La posverdad es un término acuñado por el bloguero David Roberts y que describe la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. El debate, en política o economía incluso, se enmarca en apelaciones a emociones y se desvincula de los hechos y lo racional. Los defensores de la posverdad argumentan que “el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad”. El tema no es nuevo, pero la elección de Trump y las relaciones de México con EU están plagadas de sucesos que apelan al auge de la posverdad. El último fue el tweet del secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, calificando una información de “fake news” o noticias falsas. Esto último, íntimamente conectado a la posverdad, se refiere a aquellos sitios web que, bajo la apariencia de la libertad de información, publican noticias falsas y las viralizan. No hablamos de sitios como eldeforma.com que utilizan la sátira y el sentido del humor. Tampoco de tabloides cuya línea editorial les hace forzar el encabezado de una nota para que agarre vuelo. Hablamos de mentiras, así de simple. Sí. Mentiras 2.0 en la era en la que algunos abogamos por la ética y la transparencia como los mejores escudos de defensa de la reputación personal, corporativa e institucional. En los últimos 10 años nos hemos cansado de predicar sobre los valores de la Responsabilidad Social Empresarial, la sustentabilidad de los proyectos, o la licencia social para operar. Casi teníamos a todo el mundo convencido de la conveniencia de actuar con rigor; de ser coherentes en el hacer y el decir; y de cómo las actitudes de nuestros grupos de interés podían gestionarse sobre la base de la honestidad de las conductas. La mentira ha hecho que despertemos de ese sueño ideal. Existen también falsos profetas que sin caer en los fake news han enarbolado la bandera de la ética en defensa de causas muy cuestionables. ¿Dónde queda entonces el valor del periodismo independiente como órgano de control social? Estas Mentiras 2.0 suponen una prostitución de la verdad, de los hechos. Son también una tentación para aquéllos que se resisten a los comportamientos honestos y conductas limpias como el mejor aval de sus proyectos. Son la coartada perfecta para prolongar la opacidad, perpetuar el oscurantismo y, así, alimentar infinitamente la sospecha. Si a Trump le ha salido bien ¿por qué a mí no? Se preguntarán algunos. Ojalá que no. *Juan Rivera es Socio y Director General de LLorente & Cuenca México   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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