De acuerdo con los pronósticos que ofrecía el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe WEO para el mes de junio, la contracción prevista para la economía mexicana al cierre del año se cifraba en el -10,5% del PIB. Una contracción que, tras la actualización publicada en el mes de octubre, se redujo hasta el -9%. En este sentido estamos hablando de una contracción sustancial de la economía azteca, pero más moderada y en la línea de la contracción media prevista para el resto de economías de América Latina y El Caribe. 

Sin embargo, atendiendo a las mismas perspectivas que publicaba el organismo multilateral, junto a las perspectivas, el FMI también avisó de que la incertidumbre en torno a la proyección de base es inusitadamente aguda. El pronostico se basa en factores económicos y de salud publica que son inherentemente difíciles de predecir. Por tanto, el pronóstico emitido, si bien más optimista que en meses pasados, sigue siendo un pronóstico en el que, de basarnos en este, se incluyen muchas variables que no cuentan con un respaldo de confianza como para confiar ciegamente en ellas; pues, de darse un nuevo rebrote, es el propio FMI el que ya avisa de que dichas perspectivas podrían sufrir variaciones.

En este contexto, y atendiendo al comportamiento de la pandemia en el país azteca, la economía de México se encuentra bajo el peligro que conllevaría una lenta recuperación para un país que ya venía de cosechar contracciones durante el ejercicio pasado. Y es que, si atendemos a ese comportamiento de la pandemia comentado, podemos observar como, contrastando los datos de la pandemia del mes de octubre con los de los meses pasados, se observa una tendencia al alza en los contagios, dando lugar a esa segunda oleada que ya experimentan muchas otras economías en el planeta. Un rebrote que ha hecho de la pandemia, la cuarta causa de muerte en el país; con un registro que asciende hasta los 90.000 fallecidos.

Por tanto, con los datos en la mano, y teniendo en cuenta que el comportamiento que muestra la pandemia viene, desde principio de mes, alejándose del previsto por el FMI, ese deterioro del que avisaba el organismo, como decíamos, comienza a ser una amenaza cada vez más real.

Pese a que todavía queda una semana para conocer los datos de PIB del tercer trimestre, la economía mexicana no muestra optimismo como para confiar en una recuperación económica acelerada en lo que queda de año. Los datos de empleo siguen mostrando una falta de dinamismo en la recuperación, tras la caída del consumo y el cierre de negocios en masa (más de 150.000). A esto debemos sumarle la merma que supone la cancelación del día de muertos, así como esa incapacidad de reabrir un sector como el turismo; tan importante para el país y del que presenta una elevada dependencia. También, las remesas y el comportamiento de las materias primas sigue mermando, de la misma forma, la economía mexicana, en adición a unos datos sobre los ingresos de los ciudadanos que muestran un claro deterioro de las rentas.

Y es que, si había un sector que se salvaba de la catástrofe económica que ha significado la pandemia, ese era el comercio exterior. En este sentido, un comercio exterior que, como con el turismo, presenta un gran peso en la economía mexicana; supeditando cerca del 78% del PIB en el país. Sin embargo, las elecciones en Estados Unidos, junto al deseo del presidente Trump de que se produzca un repliegue de las cadenas de valor, así como un entorno más proteccionista en lo que a mercados internacionales se refiere, sacude con más incertidumbre a un sector que, hasta ahora, se mostraba como el sector más dinámico, junto a la industria. 

Como vemos, hablamos de una situación muy complicada. Los riesgos en el horizonte, así como el comportamiento que está teniendo la pandemia en países como España y que podría replicarse en México, con la misma intensidad pero menos recursos, ensombrecen el futuro, haciendo de la incertidumbre la única certidumbre. Una situación a la que, si le sumamos la gestión de López Obrador con la pandemia, así como esas recetas a los inversores que, en parte, han impulsado -junto a la pero calificación crediticia recibida y que dejaba a México al borde de perder el grado de inversión- una salida de capitales que se ha cifrado en los 337.000 millones de pesos mexicanos, sitúan a la economía, como a su calificación crediticia, al borde de una mayor contracción al cierre del presente ejercicio.

En definitiva, podemos ser autocomplacientes y seguir en la misma línea que hasta el momento. Sin embargo, los avisos y las perspectivas nos muestran escenarios contrafácticos en los que se habla de contracciones que podrían alcanzar hasta el -11% del PIB. Teniendo en cuenta los precedentes con los que contaba la economía mexicana antes de la pandemia, así como la situación actual, unos datos que siguen alargando la agonía para un país que, como ha ocurrido con otras economías en el planeta, siguen sin ver la recuperación, como si de una luz se tratase, al final del túnel.

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