El país tiene varios riesgos económicos que sortear, tanto internos como externos.

 

Ayer el INEGI dio a conocer las cifras de crecimiento de la economía mexicana durante el tercer trimestre de 2013, que fue de 0.84% respecto al trimestre anterior, y de 1.3% de crecimiento anual respecto al mismo período de 2012.

Este pobre crecimiento da lugar a expresiones que ya son de lugar común, como que México necesita con urgencia el resto de reformas estructurales como la financiera y sobre todo la energética, para salir adelante.

Sin embargo, la realidad es más complicada.                                             

Y es que nuestro país no es una isla sin conexiones ni influencias del exterior. De hecho, es bien sabida nuestra dependencia del ciclo industrial de Estados Unidos: ellos crecen, nosotros también; ellos caen, nosotros más.

Pues bien, en este contexto México tiene varios riesgos económicos que sortear, tanto internos como externos. En los primeros contemple la posibilidad de que la próxima reforma energética se quede corta. Esto sería grave, pues de entrada, es en la que el gobierno federal tiene puestas sus mayores esperanzas para generar inversión y empleo.

Pero para que de verdad sea funcional y aporte algo al crecimiento del país, es necesario que sea lo suficientemente atractiva para que los capitales privados decidan arriesgar su dinero para explorar, extraer y refinar nuestros hidrocarburos.

Tal como está la propuesta enviada por el gobierno de la República, con contratos de utilidad compartida, no se cumpliría con esta condición, y por tanto, de poco serviría. Hace falta ir más allá. De hecho, ha trascendido que si bien no será esa la opción a aprobar por el Congreso, tampoco lo serán las licencias ni concesiones como demanda el Partido Acción Nacional, sino una especie de propuesta ecléctica preparada por la Secretaría de Energía, que esperemos, resulte positiva.

Eso sí, no perdamos de vista que aunque así fuera, esta reforma no será la panacea ni la salvación económica nacional –como la venden en los discursos oficiales, pero es cierto que sería peor dejar las cosas como están o con cambios menores.

Por desgracia, hay todavía una oposición muy fuerte de parte de la llamada izquierda, que se resiste a que se den estos urgentes ajustes de fondo, en aras, dicen, de “defender el petróleo”. Lo malo es que esa cerrazón ya nos ha tenido atrasados por muchos años, mientras allá afuera están ocurriendo cambios muy grandes en las economías más importantes del orbe, que no nos están esperando.

Citemos pues riesgos externos, como el caso de que nuestro principal cliente, Estados Unidos, está en vías de convertirse según la Agencia Internacional de Energía en un país autosuficiente. Esto es, dejará de importar petróleo para convertirse ahora en un exportador, y de hecho, en el principal productor a nivel mundial por encima de Arabia Saudita y Rusia, cuando menos de 2016 a 2020.

De manera que ahora debemos prepararnos para que les podamos vender más ahora a los mayores consumidores que serán asiáticos –India y China. Con este último país por cierto, México tiene un descomunal déficit comercial que en 2012 fue de más de 51 mil millones de dólares que urge reducir, y para lo cual el petróleo debería jugar un papel central.

Además de ello, México y el mundo deben saber que los próximos años serán de un crecimiento económico menor a lo que están estimando muchas firmas y analistas, y que de hecho podríamos enfrentar una nueva gran recesión de la que costará más salir que la de 2009.

Mucho tendrá que ver que China, concluyó la semana pasada su tercera Plenaria del Decimoctavo Comité Central del gobernante Partido Comunista, en la que se decidió seguir avanzando en prácticas de libre mercado, que en sus palabras, jugará “un papel decisivo”.

Lo malo es que históricamente después de dichas plenarias cuando han sido muy reformistas –como en 1978 y 1993, el Producto Interno Bruto (PIB) de ese que ha sido uno de los motores de la economía mundial, se ha desacelerado. No por nada se estima que sus tasas de crecimiento de 7.5 por ciento, se puedan caer a menos de 5 por ciento en los próximos años. Un aterrizaje forzoso.

Desde luego, el panorama económico se complica para todos, pues esa desaceleración china que ocurrirá en un contexto de debilidad económica global, podría jalar a México y a todo el planeta hacia una nueva crisis, para que la que otra vez, todavía no estamos listos.

 

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