La mayor firmeza política y libertad de acción que México está disfrutando frente a EU no serán gratuitas: es muy probable que el Congreso realice un contrapeso mediante disposiciones más firmes en la ley de inmigración y de control fronterizo.   Hace tiempo, por exceso de realismo, tuve que abandonar mi sueño de incorporarme a uno de esos equipos encargados de escribir discursos presidenciales: me falta el don de la diplomacia, esa habilidad de usar palabras encantadoras, pero tibias y que no digan gran cosa. El pasado jueves, mientras esperaba que Obama y Peña dieran sus discursss en el Palacio Nacional, trataba de disminuir mi emoción y mis expectativas, repitiéndome que ambos habrían respetado diligentemente el protocolo sin salir de las rayas. Pues, cuando Peña acabó citando el enunciado de Kennedy: “La geografía nos ha hecho vecinos. La tradición nos ha vuelto amigos. No permitamos que nadie separe lo que la naturaleza ha unido”, me dieron ganas de llorar y comer palomitas. En House of Cards, serie gringa de intrigas gubernamentales, el maquiavélico protagonista revela de forma más directa y sincera lo que Kennedy y Peña querían decir: “El poder es muy parecido al mercado inmobiliario. Todo depende de la ubicación: cuanto más tu propiedad esté cerca de la fuente de interés, tanto más valor tiene”. De hecho, la historia, las rígidas políticas de inmigración y los estereotipos despectivos contra sus vecinos, nos confirman que Estados Unidos ha largamente esperado que se separara lo que la naturaleza había erróneamente unido. Por el otro lado, las prioridades comunes que entrelazan Washington y México, sobre todo cooperación económica, guerra a la delincuencia transnacional e inmigración, juntas con la fuerte presencia de una comunidad mexicana con millones de familias y niños naturalizados en territorio estadounidense, convierten la sinergia entre los dos países en una necesidad que ni EU puede o quiere ignorar.   ¡Es (sobre todo) la economía, estúpido! Si la ubicación geográfica genera al mismo tiempo intereses y problemas compartidos, la nueva ubicación de México en el orden político mundial es sin duda un factor de cambio en el valor de la “propiedad” estadounidense: México está viviendo una transformación política, social y económica generalizada, evidente en las tasas de crecimiento del PIB, en la mejor competitividad a nivel mundial, en la progresión de la clase media y en la mayor participación ciudadana. México se ha convertido en una de las economías más abiertas y globalizadas del mundo con acuerdos de libre comercio con casi 50 países. El desarrollo de la industria manufacturera mexicana, sobre todo automotriz y electrodoméstica, ha incrementado la competitividad nacional y la variedad de productos, poniendo fin al monopolio del petróleo en la balanza comercial. Al ser el segundo mayor destino para las exportaciones de Estados Unidos y la tercera fuente más grande de importaciones, el crecimiento de México se traduce para su vecino en beneficios en términos de competitividad, mismo crecimiento económico y mercado laboral, ya que seis millones de empleos estadounidenses dependen del comercio con México. Obama dijo que una economía mexicana más fuerte lleva a mayores niveles de comercio y empleo en ambos lados de la frontera. Sin embargo, para poder concretizar sus ambiciones, Obama tendrá que empezar a considerar implementar políticas que faciliten la circulación de personas y mercancías a través de la frontera.   Las patas cojas de la amistad entre EU y México Hasta ahora, la administración Obama ha usado el puño de hierro contra la inmigración, llegando a incrementar dramáticamente los controles fronterizos y el número de las deportaciones, hasta 1,000 al día, por un total de 250,000 deportados en el último año. Estos movimientos masivos provocan consecuencias terribles en ambas comunidades, la latina y la estadounidense, pues los fuertes cambios demográficos causan trastornos sociales que destrozan familias, imposibilitan la integración, dañan la estabilidad del mercado laboral y el desarrollo del estado social. Se estima que el 29%, casi 11.7 millones de extranjeros nacidos en EU, y el 58% de los inmigrantes ilegales son mexicanos. Hasta que no se haga una reforma, la frontera será la pata coja de la cooperación entre los dos países vecinos Junto a la reticencia a reformar la ley de la inmigración, el tema de la seguridad relacionado a los tráficos de droga y armas representa otro punto sensible, sobre todo desde que Peña Nieto ha modificado el enfoque de la estrategia con el objetivo de bajar el énfasis general hacia el crimen y disminuir la incidencia de las agencias policiales estadounidenses en el país, a partir de sus operaciones antinarcóticos. En Washington, la noticia no fue recibida con mucho entusiasmo, sobre todo en las filas de la inteligencia, acostumbradas en los últimos 12 años a tener amplio radio de acción y completa luz verde en sus actividades. Lo más preocupante para EU son las restricciones en los recursos y en los intercambios de inteligencia entre los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en las dos partes de la frontera. Sin embargo, la existente interdependencia entre los organismos de los dos estados convierte la sinergia entre los vecinos en arma indispensable para no paralizar la lucha contra una violencia siempre más fragmentada y difundida a todos los niveles de la sociedad. Es un hecho que ninguna estrategia mexicana puede prescindir de los mecanismos conjuntos de control y prevención, del papel de la infraestructura fronteriza, de los efectos de las políticas nacionales estadounidenses destinadas a reducir la demanda interna de droga y alcohol, y a controlar los tránsitos ilegales de armas a través del confino.   Encontrar un término común Las relaciones entre México y Estados Unidos están viviendo un momento de cambios y el optimismo que se respiraba el jueves expresaba las ganas de ambos presidentes en empezar sus mandatos consagrando su reciproca amistad. No obstante, la cooperación EU-México está lejos de ser perfecta. Existe tradicionalmente un contraste muy fuerte entre las percepciones que los estados tienen de su relación: para México, la cooperación con su vecino sufre fuertes asimetrías en su contra, mientras Washington la considera una mutua interdependencia entre pares. Seguramente la fortalecida personalidad de México y su feliz papel en el marco global le permiten, por fin, imponerse más en la colaboración con su vecino: el pragmatismo mostrado por la política exterior mexicana, la propensión a la diplomacia económica y la red de instituciones internacionales ayudan a mejorar su capacidad para gestionar los retos compartidos y levantar su voz. Sin embargo, las mayores firmeza política y libertad de acción que México está disfrutando, sobre todo en materia de seguridad, y el consecuente cambio en el equilibrio de poder, tradicionalmente inclinado hacia Estados Unidos, no será gratuito: es muy probable que el Congreso realice un contrapeso mediante disposiciones más firmes en la ley de inmigración y de control fronterizo que muy improbablemente Obama sabrá evitar.     Contacto: Twitter: @AureeGee

 

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