Por Jimena Cándano*

Los mexicanos somos reconocidos a nivel mundial, entre muchas otras cosas, por ser fraternales, hospitalarios y solidarios y no solo con nuestros compatriotas sino también con otros países cuando lo han necesitado ante siniestros. Sin embargo, ante el tema de la inseguridad interna nos encontramos indiferentes, una emoción que no es positiva y que nos impide vincularnos de manera positiva con las acciones necesarias para revertir el fenómeno de la violencia y de la delincuencia. 

Trabajar en el tema de nuestra indiferencia ante el sufrimiento y las condiciones contextuales del otro nos permitirá generar empatía y capacidad de acción para lograr el cambio positivo que tanto deseamos. Si no sucede, las cosas se quedan como están, se estancarán y evolucionarán pero de manera negativa. Si no somos capaces de sentir, tampoco lo seremos de resolver.

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El verdadero enemigo público de los mexicanos es la indiferencia, ampliar el radio de nuestro interés más allá de nuestros seres queridos nos permitirá reconstruir el tejido social que se ha fracturado a lo largo de los años con el abandono al que hemos condenado a ciertas poblaciones que por su historia han estado envueltas en un contexto poco propicio para la transición sana de la juventud hacia la vida adulta, normalizando la violencia y la delincuencia como estilo de vida. 

Ante las nuevas realidades que enfrenta México en temas de bienestar ya no queda otra alternativa más que dejar ser pasivos y apáticos. En cualquiera de los países en vías de desarrollo como lo es el nuestro, la atención a poblaciones juveniles es un tema poco relevante para la mayoría de los actores sociales y políticos, en cambio, en los desarrollados es una situación inaceptable que requiere la atención de todos para enfrentarla. 

La indiferencia está presente desde el momento en el que no atendemos el hecho de que hay niñas y niños en nuestro país que, por falta de acceso a educación de calidad y a recursos  económicos suficientes, terminan en un semáforo pidiendo dinero o tomando productos y servicios por la fuerza, así como en el hecho de que vemos a alguien siendo asaltado y violentado y decidimos seguir con nuestro camino como si nada estuviera pasando. 

¿Qué nos ha hecho indiferentes? En primera instancia y como se refirió antes, nuestro interés individual enfocado solo en nuestra familia dejando de lado a la comunidad, los demás poco nos importan, tenemos una visión cívica muy limitada antes los asuntos públicos, olvidando que a medida que nos involucremos en estos temas podemos tener más capacidad de intervención oportuna, reduciendo las posibilidad de que un día aquel que llamas “delincuente” llegue a ti. 

Por otro lado, hemos creado la idea de que los temas comunitarios le competen únicamente a los actores políticos y que entre menos sepamos mejor, decidimos vivir en la ignorancia voluntaria para que otros se encarguen de resolver. Nos encontramos en una posición de súbditos, en términos de cultura política, esto quiere decir que estamos sujetos a la autoridad y que no nos involucramos en la atención y solución de nuestras demandas así que solo esperamos que las cosas ocurran. 

Otro aspecto relacionado con la razón por la que somos indiferentes es que nuestra vida social y nuestra rutina están fuertemente vinculada con el trabajo diario, nos enfocamos en “sacar nuestra chamba” y dedicamos nuestros ratos libres al ocio, para descansar y divertirnos ¿por qué habríamos de sacrificar esto por una junta vecinal o por la intervención en una creación de una política pública? La respuesta es más sencilla de lo que parece, en la medida que nos involucremos de manera proactiva y no solo reactiva podremos crear un ambiente de paz. 

No se trata de una invitación a que asumamos un rol de justicieros en un sentido vengativo o tratando de tomar el rol del cuerpo policiaco, sino más bien de unir esfuerzos, evitar la normalización de la violencia, exigir a las autoridades su responsabilidad y contribuir a la generación de ambientes socialmente sanos que nos garanticen estabilidad a todos. En pocas palabras para que nosotros y nuestras familias vivamos mejor, necesitamos preocuparnos y ocuparnos de los demás, no sólo de nuestras necesidades. 

Sobre la autora:

Jimena Cándano estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Obtuvo el grado de Maestría en Administración Pública, con enfoque en Desarrollo Comunitario y Transformación Social en la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra.

 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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