Por: Eduardo Navarrete*

Tan pronto escuches las cinco palabras del título de este texto, prepárate. Nadie en sus cabales tiene que hablar antes de querer hablar.

Gallup publicó una encuesta en abril de 2019 en la que muestra que 25% de los estadounidenses viven preocupados porque sus ingresos familiares simplemente no pueden ser cubiertos. La cita contagia la desesperación: “apenas logramos llegar a fin de mes”.

El Fondo Monetario Internacional estima que México decrecerá 10.5%. Y a este dato se suma una desesperada lista de estadísticas, dichos, proyecciones y por supuesto, tweets, que apuntan a la misma incertidumbre: está a la vuelta y es mayúscula.

Pero como toda pandemia reinventa métodos, la nuestra despertó un antidepresivo a modo. Se trata de la terapia financiera, una práctica multidisciplinaria que surge del experimento de mezclar y agitar la asesoría en finanzas con la psicología.

El experimento no fue en vano: las consultoras que juegan a anticipar el futuro ven esta nueva terapia como una tendencia que se consolidará y extenderá en los próximos tres años y difícilmente decaerá en los siguientes 15.

Resulta claro que las técnicas de administración de finanzas reclaman la atención que debimos concederles. Se cobijan en la psicoterapia para hacer frente a nuevas oleadas de ansiedad, desórdenes físicos y emocionales que resultan de la incapacidad para manejar una realidad financieramente adversa.

Desde el nombre que ostenta, llama la atención el Money and Mental Health Policy Institute con sede en Reino Unido. En noviembre de 2019 lanzó un manifiesto para abordar cuestiones como el vínculo entre el suicidio y las finanzas. Su última recomendación fue integrar la asesoría financiera como parte de los servicios públicos de salud mental.

Y es que en realidad la economía está hecha de elementos simples, lo triste es ver cómo la hemos descompuesto. Sofisticamos el modelo hasta el punto de obligar a la fisiología a defenderse boca arriba: con el nuevo trastorno de estrés postraumático financiero.

Un terapeuta versado en el tema opina: “hay mucho valor emocional e histórico ligado al dinero, esa relación necesita ser trabajada porque en la mayoría de los casos no es sana”. Dicho de otro modo y a manera de refrán: quien quiera dinero que aprenda a relacionarse con él.

La balanceada distribución del dinero, así como la salud mental y emocional son temas pendientes en una lista de tareas que podríamos titular: “Por pasarnos de listos”. No sorprende, por eso, que sea más espinoso en estos momentos el tema de la tranquilidad y la salud en la arena financiera.

A manera de ejemplo y sin pretensión de buscar hilos negros ni alternativas al capitalismo, hay empresas como Happy Money que buscan un cambio en el punto de vista corporativo frente a la monetización. En lugar de beneficiarse de los consumidores atrapados en deudas, esta financiera opta por ayudarlos y liberarlos de ellas con atractivas tasas, incentivos y asesoría. Apuestan al volumen y a la lealtad, no al sangrado oportunista.

Con todo esto, queda claro que considerar los aspectos emocionales del dinero no es más una tarea para algún investigador retirado o desobligado. Desenredar los problemas emocionales que subyacen malas decisiones financieras solo puede ser reflejo de la nueva realidad. Y nadie en sus cabales disfruta sentirse mal.

William James, el padre de la psicología contemporánea era rotundo al decir que lo que sea en lo que estés enfocando la atención, se convierte en tu realidad.

Esta es una realidad que merece toda la atención. Una en la que cuando te pidan hablar, sepas que estresarte es poco menos que estéril.

Contacto:

Eduardo Navarrete es periodista, administrador público y fotógrafo. Se especializa en dirección editorial, Innovación y User Experience. Cofundador de Mind+, arena de entrenamiento para la atención plena empresarial*

Twitter: @elnavarrete

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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