Por Jimena Cándano*

2019 cerró posicionándose como uno de los años más violentos de la historia moderna, durante el último trimestre nos llevó desde la liberación de uno de los hijos del narcotraficante más reconocido en México, hasta el asesinato de civiles en eventos públicos y otros a plena luz del día, en la que la vida de los infantes pareció no valer nada; todo se convirtió en una estadística más. 

El 2020 llegó y antes de que finalice el mes de enero ya sucedieron dos eventos violentos en niños ¿de verdad hemos llegado ya hasta este punto? El primero ocurrió en Torreón, Coahuila, cuando un niño de sexto de primaria ingresó a su escuela y tras herir a sus compañeros, asesinó a su maestra para finalizar con su suicidio.

Luego, la foto de unos menores de edad en la localidad de Chilapa, Guerrero caminando en medio de una carretera con armas de fuego, como un llamado de atención para el gobierno de López Obrador. Esta noticia especialmente fue desapercibida por muchos, pero es alarmante el hecho per se: un niño debería estar jugando y no preparándose para el combate contra el crimen organizado que aterroriza su vida, arrebatándole a sus seres queridos y  la paz.

Claro que estas dos eventualidades solo son las consecuencias más preocupantes de una cadena de violencia y abandono que como sociedad hemos hecho invisible, más aún en nuestros niños. Las autoridades nos han compartido información relacionada con las “posibles causas” que llevaron a los infantes a estar en estas situaciones. Mucho se ha debatido, por ejemplo, que en el caso de Torreón todo ocurrió por la exposición reiterada a modelos de violencia en productos audiovisuales y en el caso de Chilapa al asesinato de un grupo de personas el pasado 17 de enero. 

Seamos realistas, lo que nos ha estado llevando a vivir semejantes sucesos en primera instancia corresponde a causas estructurales: corrupción, impunidad, ausencia de programas y políticas que garanticen acceso a la educación a todas las niñas y niños por igual, a los privilegios sociales que algunos tenemos y en segunda al abandono social al que hemos condenado a las poblaciones vulnerables y excluidas bajo el argumento de que es la autoridad quien debería trabajar en modelos de seguridad. Sin embargo, que sea obligación del gobierno, no excluye que como sociedad debiéramos participar. 

No solo estamos ante la ausencia de un Estado de derecho, sino también de una sociedad que no garantiza la transición sana de la infancia a la vida adulta libre donde existe la normalización de la violencia; vivimos en un país en el que impera la desigualdad y no es ni siquiera necesario salir de la Ciudad de México para constatarlo, basta con visitar la colonia Guerrero y notar que una vez acabada la educación básica sus oportunidades para la media superior se reduce de facto porque no hay ninguna escuela en la zona así que el trabajo informal es básicamente su única opción. 

Se nos está yendo la vida en debatir eslabones sueltos que si bien forman parte del problema, se derivan de causas que sí deberíamos estar atendiendo como maternidades y paternidades ausentes o forzadas que terminan por exponer a los infantes a modelos violentos, el acceso carente al sistema escolarizado y oportunidades laborales, la nula participación que tenemos como sociedad para la generación de entornos que salvaguarden nuestra integridad.

Ahora más que nunca, debemos dejar de creer que son casos aislados, la violencia y el miedo han invadido todo México, pero sobre todo a nuestras niñas y niños, o nos ponemos a trabajar o en menos de lo que pensamos habremos perdido totalmente la humanidad de nuestro México.

  

Contacto:

Twitter: @JimenaCandano

 

*La autora estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Obtuvo el grado de Maestría en Administración Pública, con enfoque en Desarrollo Comunitario y Transformación Social en la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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