Por Máximo Santos Miranda* Los acuerdos comerciales internacionales entre países son especialmente complejos debido a su propia naturaleza, y es que no en vano los países que los ratifican persiguen aumentar de forma sustancial sus relaciones comerciales en un espacio temporal relativamente corto. Su complejidad radica en que no todos los sectores productivos salen beneficiados por el acuerdo, sino que por el contrario hay sectores que salen muy beneficiados, otros que en principio salen beneficiados aunque con matices, otros cuyos beneficios futuros son al menos discutibles y otros que se ven perjudicados o muy perjudicados por el acuerdo. Los firmantes de dichos acuerdos no velan por cada uno de los sectores implicados sino que por el contrario buscan que el acuerdo en su conjunto sea positivo para el país o al menos que el acuerdo alcanzado sea positivo para el conjunto de votantes del partido que sostiene al gobierno. Igualmente en estos acuerdos hay países que obtienen mayores ganancias que otros y estas ganancias además no son siempre homogéneas en el sentido de que no todos los países que los firman parten del mismo punto de partida ni tampoco la sensibilidad a los acuerdos de sus opiniones públicas es la misma. Por todas estas razones no resulta sencilla su negociación, ya que no siempre es fácil valorar si lo que gana un sector compensa lo que pierde otro, ni de si la percepción final de los ciudadanos del país es positiva respecto de un acuerdo que aunque objetivamente lo sea no beneficia a todos en la misma medida e incluso en algunos casos siempre habrá una parte de la población que salga perjudicada aunque lo sea únicamente a corto plazo. Las características anteriores suceden en el acuerdo del TLCAN donde tres países económicamente diversos pero con una población importante y con unos niveles potenciales de intercambios relevantes deciden abrirse al comercio de forma decidida. Obviamente, hay muchos sectores productivos implicados y muchas personas afectadas y no todos son ganadores en este acuerdo. Además las consecuencias a largo plazo de acuerdos como el TLCAN son enormes y van a significar que muchos trabajadores tengan que cambiar a largo plazo de puesto de trabajo, de ciudad de residencia o incluso tengan que reciclarse en su formación para poder adaptarse a las nuevas demandas que los sectores ganadores de sus respectivos países requieran. Un acuerdo como el TLCAN no es solamente un acuerdo en el que hay que valorar las cantidades de intercambios que se van a producir o las fábricas que se van a abrir o cerrar en uno u otro país, sino que un acuerdo como este es mucho más, ya que no todos los trabajadores tienen la capacidad de reciclarse laboralmente en los sectores ganadores, ni todo el mundo está dispuesto a dejar aquel trabajo que ha venido siendo su forma de vida durante mucho tiempo e incluso por generaciones. En definitiva, acuerdos como el TLCAN son acuerdos complejos de lograr ya que al final terminan afectado a casi 500 millones de personas de realidades socioeconómicas muy distintas y con expectativas vitales muy diferentes. Estos acuerdos tienen muchos matices y hay muchos ganadores pero también muchos perdedores y no es fácil ser objetivo con ellos, especialmente si como persona te sientes en el bando de los que han perdido con el acuerdo. Y es que la filosofía con la que afronta la vida un canadiense de Toronto, un granjero de Texas o un campesino de Chiapas es completamente diferente y estos grandes acuerdos comerciales son acuerdos en los que priva lo macroeconómico y no cada una de las realidades de los individuos que forman parte del mismo. Por esta razón resulta tan compleja su negociación y son tan difíciles de prever todas y cada una de sus consecuencias a largo plazo. Además son acuerdos que por definición siempre son mejorables y es que la experiencia y el tiempo siempre van a demostrar que algunas de las expectativas previas que tenían los firmantes del acuerdo no eran acertadas o al menos eran parcialmente erróneas. *Doctor en Economía y experto en temas de banca, finanzas y hacienda.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.  

 

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