La izquierda, principalmente la latinoamericana, debe dejar de pastorear a los pobres y de utilizarlos como botín electoral, y pensar en cómo lograr una distribución efectiva del ingreso, cómo mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos en general, y sacarse de encima la impunidad y la corrupción.   Los triunfos de la derecha en Argentina, España y Venezuela están abriendo un debate entre las izquierdas de Hispanoamérica. Se habla de un avance de la derecha como si se tratara de una epidemia que acabará con el mundo, justo como se decía hace un siglo que el comunismo se iba a apoderar de todo y se acabarían las libertades de la democracia y el mundo capitalista. En definitiva, la discusión no es ésa. Antes de continuar, considero honesto adelantar mi propia postura como alguien que no sólo se considera de izquierda, sino que militó activamente en partidos políticos de esta filiación. Ahora sí continuemos… En primer lugar, el modelo imperante y triunfante es el capitalista; todos los gobiernos del mundo se mueven, en mayor o menor medida, dentro de él. Segundo, los conceptos de derecha e izquierda se tornan cada vez más anacrónicos y confusos. Tercero, buena parte de la izquierda actual se mueve del populismo social (disfrazado de socialismo) al neoliberalismo moderado (disfrazado de socialdemocracia). Cuarto, en la crítica se siguen cometiendo dos pecados capitales del análisis político: a) comparar el deber ser del modelo propio con la realidad del modelo del otro, y b) juzgar a los dirigentes y sus partidos por su origen y discurso, y no por las consecuencias morales de sus actos. Hace una semanas, la ex editora general del portal de Telesur, Alejandra del Palacio, escribía en su muro de Facebook que algunos amigos le señalaban con insistencia la falta de un análisis “del peligro que representaba y las implicaciones de los triunfos de la derecha en Sudamérica”, pues aún no se alcanzaban a entender o dimensionar las consecuencias de estos sucesos. Eso fue antes del triunfo de Rajoy en España. La respuesta de Del Palacio me parece rescatable, por evitar los dos pecados capitales, y la reproduzco aquí con su autorización. “Sí, yo creo que falta ese análisis, pero no para el ciudadano. Los ciudadanos, al final, han hecho y están haciendo lo más que podían hacer dentro de gobiernos democráticos: cambiar con sus votos lo que no les gustaba. Ellos no votaron por lo que sí querían; votaron contra lo que no querían (sobre todo en el caso de Venezuela). El análisis ese que [dicen que] falta lo que tienen que hacer los partidos de ‘izquierda’ en el poder o que aspiran a llegar ahí, y los que siguen gobernando pero se tambalean. “Los primeros que deben estar conscientes de las consecuencias de que la derecha gane, son los gobiernos y partidos de izquierda. Esos deben aceptar sus errores y corregirlos. Deben dejar de lloriquear y echarle la culpa a la TV o al lado oscuro de la fuerza y recomponer el camino. Hay que aceptar que sí, es verdad: muchas cosas cambiaron y le dieron a sus ciudadanos conquistas que hace 20 años eran impensables, pero también deben aceptar y corregir la corrupción que les rodea; aceptar y corregir sus incapacidades; que reconozcan que ellos representaban el cambio, y que se presentaron [a sí mismos en las elecciones] con la moral y la ética para cuestionar, señalar y castigar lo malo, terrible e injustificable que los anteriores [gobiernos] habían hecho, pero que, al final, ellos, los que tenían la calidad moral para señalar, en muchos casos hicieron exactamente lo mismo que antes despreciaban. Ése debería ser el inicio del análisis que falta.” En efecto, como ya escribí en otra ocasión, la izquierda venezolana no sólo no resolvió la pobreza del país, sino que desmanteló la planta productiva, mientras que un grupo de personas en el poder se han enriquecido a costa del petróleo. En Argentina, el kirchnerismo realizó cambios importantes, como fue encarcelar a sus dictadores y algunas políticas sociales que estabilizaron al país luego de las crisis recurrentes que había vivido. Incluso, el último default en que incurrieron es justificable; sin embargo, la rigidez en el control de cambios, el ocultar cifras económicas y maquillar las que daban a conocer sus vínculos con Menem y la corrupción que de a poco aflora, llevaron a la gente al hartazgo. El caso español es un poco más complejo, dado su sistema electoral. Los votos son proporcionales y no directos, y eso complica entender por qué la continuidad de una derecha que sacrificó buena parte de los beneficios sociales (salubridad pública, seguro de desempleo, derechos laborales, etc.). Finalmente tendremos que ver cómo es que ejercen el poder estos gobiernos a los que la gente de sus países votaron. Cómo resuelven el mayor problema económico-social del mundo: la desigualdad, si es que están interesados en hacerlo. Cómo se enfrentan a los problemas ambientales sin frenar su desarrollo industrial. Mientras, la izquierda está obligada a replantear sus estrategias y propuestas de políticas públicas, así como sus formas de gobierno. La izquierda, principalmente la latinoamericana, debe dejar de pastorear a los pobres y de utilizarlos como botín electoral, y pensar en cómo lograr una distribución efectiva del ingreso, cómo mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos en general, y sacarse de encima la impunidad y la corrupción.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Sur_AAA   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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