Por Steve Forbes  ¡Fiuf! Eso estuvo cerca. La primera ronda en la elección presidencial de Francia —el desempate entre los dos principales contendientes es el 7 de mayo— pudo haber precipitado la más grande crisis posterior a la Segunda Guerra Mundial en Europa, con consecuencias dañinas tanto para el continente como para Estados Unidos. Una de las finalistas es Marine Le Pen, una xenofóbica, antisemita, antiliberal, ultra proteccionista y nacionalista radical pro-Putin, que quiere sacar a Francia de la Unión Europea, abandonar el euro, poner a su país en contra de Estados Unidos, y acercarse a Rusia. Ella lidera el Frente Nacional, un partido de derecha extrema fundado por su padre, que representa una regresión a los movimientos fascistas que marcaron a Francia desde antes de la Segunda Guerra Mundial. La hija, es una política mucho más astuta que el padre, quien no supo esconder sus tendencias racistas y, efectivamente, hizo declaraciones que lo etiquetaron como un negador del Holocausto. La política de Le Pen se basa en el fascismo, pero disfrazado con una sonrisa. Se ha colado hábilmente en las preocupaciones sobre los derechos de los franceses acerca de la crisis de inmigrantes y la amenaza del terrorismo doméstico planteado por los extremistas musulmanes. También explotó el miserable historial económico del país. A pesar de que el crecimiento ha sido casi imperceptible desde el inicio de los noventa, el desempleo entre los jóvenes se encuentra en un nivel catastrófico de 25%. Sin embargo, sus políticas en contra del libre mercado podrían ser desastrosas, al igual que la retirada de Francia de la Unión Europea. A diferencia de Gran Bretaña, la salida de Francia terminaría con la Unión Europea. Con todo y sus defectos, la Unión Europea representa el intento de Europa por evitar que se repita la historia de las terribles guerras mundiales del siglo pasado que casi destruyeron la civilización de occidente. Con el paraguas de seguridad colectivo otorgado por Estados Unidos, Europa se ha alejado de la política contenciosa del poder global. A pesar de una enemistad centenaria, una guerra entre Alemania y Francia, hoy se considera absolutamente imposible. Pero un estallido de la UE  y una fragmentación política de la misma tendría lamentables repercusiones. Sería un repudio de las tendencias liberales desde 1945, en particular la integración económica. Lee también: Le Pen dimite a la dirigencia del Frente Nacional para obtener votos La Unión Europea necesita desesperadamente una reforma, especialmente enfocada a las híper regulaciones que impiden el crecimiento económico y sus intentos por lograr una integración política sin el consentimiento de los gobernados. Todos en Europa están quejándose de la intrusión de los decretos burocráticos de la que emanan de Bruselas, la sede de la Unión. También están constantemente ansiosos sobre el nulo acercamiento de la UE al tema de la inmigración, la causa principal de la salida de Reino Unido. Pero éstos son problemas con los que se puede lidiar sin tener que regresar a las condiciones fatales de división que condujeron a la Segunda Guerra Mundial. Afortunadamente, el contendiente de Le Pen, Emmanuel Macron, es un pro-Unión Europea de centro, quien ha defendido el libre mercado para impulsar la economía moribunda de Francia. Su experiencia política es escasa, y muchos se preguntan si tiene las capacidades necesarias y la fortaleza para llevar a cabo un programa de reformas genuino. Después de todo, otro presidente francés reciente, Nicolas Sarkozy, también hizo ruido durante su campaña en 2007 acerca de mover las cosas de manera positiva, pero una vez sentado en la oficina, se rindió. Evitar ese lamentable precedente podría estimular un acercamiento mucho más exitoso por Macron. Sin embargo, en el periodo previo a las elecciones del domingo, parecía que Macron podía perderse ante el candidato de extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchón, respaldado por el Partido Comunista. En muchos aspectos críticos su plataforma no era diferente a la de Le Pen. Un desempate entre Mélenchon y Le Pen habría sido un desastre absoluto para el mundo libre. Macron se muestra en las preferencias para vencer a la extremista Le Pen en la segunda vuelta del 7 de mayo. Este acercamiento a un cataclismo subraya la necesidad de que Alemania y Estados Unidos deben crecer sus economías de manera robusta nuevamente: Estados Unidos como modelo para Europa, lo que fue con las reducciones de impuestos de Ronald Reagan y las reformas de desregulación de los años ochenta; Y Alemania demostrando que Europa puede volver a experimentar el tipo de crecimiento vigoroso visto en las décadas pasadas. Para Alemania, esto significa abogar y promulgar reducciones de impuestos y cambios en el mercado de trabajo que promuevan el empleo. Las prescripciones berlinesas de aumentos de impuestos y otras formas de austeridad desde la crisis económica de 2008-2009 para países como Grecia han sido absolutamente contraproducentes. Las reformas estructurales positivas son esenciales. Para Estados Unidos, esto significa que los republicanos deben actuar conjuntamente y promulgar rápidamente reformas en el ámbito del cuidado de la salud y, lo más importante, un enorme recorte en los impuestos personales y comerciales, haciéndolos retroactivos al 1 de enero de este año. Además, la administración de Trump debe comenzar a prestar atención a las actividades anti-crecimiento de la Reserva Federal. El continuo mal comportamiento de nuestro banco central podría socavar el impacto de grandes recortes de impuestos.

 

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