Los policías desplegados en el Centro Histórico de la Ciudad de México recibieron este 15 de septiembre una instrucción distinta a la de todos los festejos por el Grito de Independencia de años pasados: nadie debe entrar al Zócalo.
Las banderas y las caras pintadas tricolor se quedaron en casa y sólo unos cuantos patriotas se arriesgaron a pasear por las calles del Centro Histórico donde se permite el acceso.
No obstante, este 15 de septiembre no se alejó de la cotidianidad de los días que trajo la nueva normalidad por la epidemia de Covid-19; la diferencia la marcaron los puestos de artículos patrios a la espera de algún cliente.
Desde Avenida Juárez, junto al Palacio de Bellas Artes, se puede apreciar cómo los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana desvían la circulación peatonal para evitar que la gente camine por la calle de Madero y todas aquellas que lleven a la plancha del Zócalo.
Donceles, una de las arterias principales hacia la Plaza de la Constitución −nombre oficial del Zócalo−, es custodiada por al menos 50 efectivos para evitar que los ciudadanos crucen dicha valla a toda costa.
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En entrevista para Forbes México, un adscrito de la corporación policiaca que decidió permanecer anónimo dijo que tiene la instrucción de permanecer en guardia hasta la mañana del día siguiente.
Agregó que tienen la indicación de permanecer en el lugar para evitar tumultos, portazos o manifestaciones; sin embargo, dijo desconocer hasta qué horario terminará su jornada.
Caen las ventas
Comerciantes de artículos patrios reportaron que sólo se les permitió trabajar sobre Avenida Juárez y que fueron sorteados los días de trabajo, ya que fueron pocos los que estuvieron activos durante toda la temporada.
La derrama económica por las fiestas patrias en la Ciudad de México se espera que sea de 276 millones de pesos, 60% menos que la de años pasados, según cálculos de la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño (Canacope).
La organización estimó que una familia capitalina de cuatro personas destinará 1,200 pesos para esta fecha, entre adornos, comida y bebida.
Gabriela Velázquez se traslada desde un pueblo de Toluca, Estado de México, hasta la capital para vender los productos que realiza ella y toda su familia; sin embargo, dijo que este año ha sido la peor temporada en varios años.
Aseguró que se va “tablas”, puesto que apenas saca lo necesario para el hospedaje, las comidas y el pasaje.
Miguel Ángel Contreras es originario de Santa Ana Jilotzingo, Estado de México. Desde niño se dedica a la confección de vestimenta tradicional, la cual vende en las calles del Centro Histórico, pero indicó que este año ha comercializado el 20% de lo que vendía en años anteriores.
Explicó que por la difícil situación económica se vio en la necesidad de intercambiar sus artículos por despensa, pero también optó por usar modelos digitales para ofrecer sus productos.
Detalló que también tuvo problemas para invertir en insumos en este año, por lo que utilizó el material que se le quedó de otros años.
Aunque el flujo de gente a un costado de la Alameda Central es flojo, hay personas que no pierden las ganas de salir a festejar esta fecha a pesar de la emergencia sanitaria.
La familia Aguirre comentó que desde hace 7 años tienen la tradición de acudir al Zócalo, pero ante los cierres a la circulación, decidieron pasear por los lugares permitidos y salir a comer.
En tanto, José Juan camina con un sombrero mexicano sobre Eje Central de la mano de sus dos hijas, puesto que según él, son tradiciones que no se deben de perder.
“Lo hago por ellas (mientras señala a sus hijas), uno ya va de salida, pero ellas están floreciendo”, expresó.
Añadió que en su casa harán una verbena mexicana con pozole y tostadas, pero sin carne, porque ante la complicada situación económica, “cada quien a sus posibilidades”.
