Hace cinco años, en el Parque Olímpico de Río de Janeiro, las filas para entrar a los eventos eran enormes, la tienda oficial siempre estaba llena y, para comprar algo de comer o beber, había que formarse hasta 45 minutos para llegar al mostrador. Hoy, en todos esos sitios que estuvieron repletos, no hay nadie; sólo quedan instalaciones oxidadas. Algunas, incluso, se han incendiado por falta de mantenimiento, como el Velódromo, y otras más están llenas de moho y vegetación abundante. ¿Ése es el famoso legado que tanto se presume al hablar de los Juegos Olímpicos?

El lugar donde antaño compitieron Michael Phelps o Rafael Nadal, hoy parece más la locación de un pueblo fantasma o de esas películas acerca del fin del mundo. Lo mismo ocurrió con la Villa Olímpica que, desde hace un par de años, luce abandonada.

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Estas imágenes no son una rareza en las ciudades que organizan las Olimpiadas, al menos no han sido en los últimos 20 años. En Grecia, sede de los juegos en 2004, la mayoría de las instalaciones están en condiciones similares a la de Río de Janeiro; peor aun, el país cayó en una crisis financiera gravísima, y los especialistas señalan que una de las razones del crack económico fueron los costos excesivos generados por el megaevento.

“[En opinión de] la gente y los atletas nacionales, toda la estructura del Parque Olímpico [de Río] está en ruinas. La Arena del Futuro, una estructura desmontable que se convertiría en cuatro escuelas públicas para el municipio, no cumplió su promesa; no se quitaron siquiera los tornillos del sitio”, reflexionó Angelo A. Duarte, autor de la ponencia “Ruínas do Presente no Porto Maravilha e no Parque Olímpico”.

Ahora, en el presente, para los juegos de Tokio 2020 se han invertido 15,400 millones de dólares (mdd). ¿Es mucho o es poco? Un punto de referencia es el presupuesto inicial, que rondaba los 10,839 mdd. Es decir que, de 2013 a la fecha, los costos se han incrementado 42%.

Desde hace unos 15 años, los economistas han cuestionado severamente qué tan necesario es para los países organizar este tipo de eventos. El Comité Olímpico Internacional (COI), dueños de la justa, han buscado, mediante diferentes reformas, bajar los costos. Incluso algunas ciudades, como Roma (Italia) o Budapest (Hungría), decidieron renunciar a la posibilidad de albergar las Olimpiadas de 2024 por todo lo que se requería de inversión. Finalmente, los juegos se realizarán en París. Se supone que las reformas evitarán que los costos sean exagerados, pero nada garantiza que así sea.

De acuerdo con información de la Universidad de Oxford y documentos del propio Comité Olímpico Internacional, de los años 2000 a 2021, tan sólo por los Juegos Olímpicos de Verano se han gastado 102,500 mdd en seis ediciones, es decir 17,000 mdd en cada una, en promedio. Ahora bien, ¿vale la pena organizar un evento de esa magnitud en pandemia? ¿Cuál será el costo financiero para Japón?

Tokio 2020 ¿condenado al fracaso financiero? (P-W pag.120-123)
Foto: © Kimimasa Mayama /EFE

Michael Payne, quien fuera director de Comercialización de los Juegos Olímpicos y uno de los creadores del programa comercial TOP del COI, asegura que al evento se le achacan altos cosos, pero, para él, “muchas de esas cifras económicas en realidad no son para [organizar] los Juegos Olímpicos, [sino] para el desarrollo de las ciudades: mejor transporte, estructuras que son de largo plazo… No creo que los Juegos ocasionen crisis económicas o sean negativos; al contrario. Barcelona (en 1992) es un gran ejemplo de cómo aprovechar y rentabilizar el evento”.

Pero, ¿en qué momento las Olimpiadas se convirtieron más en un riesgo que en una certeza o una buena inversión? El autor del libro, The Games, a Global History of the Olympics, y especialista del tema, David Goldblatt, dice que ese punto de inflexión llegó en los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976:

“Mostró [la existencia de] otras tres fuentes de inflación de costos, que continúan plagando los juegos: arquitectura grandiosa y experimental, precios irrazonablemente altos de proveedores y contratistas, y préstamos a largo plazo”.

Según la propia Universidad de Oxford y las autoridades de Montreal, los contribuyentes terminaron de pagar la justa de 1976… en 2006.

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Altos costos más pandemia, ¿qué retos enfrenta Tokio 2020?

Las cuentas no salen. Al menos, no a primera vista. Si la inversión para el evento en Japón fue de 15,400 mdd (incluyendo el impacto financiero por retrasarlo un año) y algunas fuentes de ingresos no superarán el 50% de lo planeado, además de la derrama económica del turismo internacional inexistente por las restricciones de la pandemia, el panorama no resulta muy positivo que digamos.

Lo primero que tenemos que hacer es diferenciar adónde va el dinero. El COI tiene mucho más beneficio que la ciudad. Éste gana por venta de patrocinios globales, derechos de transmisión y venta de merchandising y licencias. La ciudad sede, por su parte, obtiene ingresos por patrocinadores locales, venta de boletos y merchandising.

Según documentos oficiales, el Comité Organizador de Tokio 2020 facturará al menos unos 3,000 mdd por patrocinios locales, una cifra récord en este sector. Pero el golpe viene por el asunto de la venta de boletos, del que se tenía un estimado de 800 mdd… Si bien les va, éste será de menos de 400 mdd, por las restricciones que ha impuesto el gobierno al número de asistentes a los parques, arenas y estadios, que no deberá superar el 50% de aforo. Esto traerá como consecuencia, a su vez, una baja natural en la venta de merchandising.

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Un informe de Tokio 2020 estimaba, poco antes de estallar la pandemia, que los ingresos de los juegos oscilarían entre 5,600 y 6,000 mdd. Por la crisis sanitaria, éstos se pueden reducir hasta los 4,000 o 4,500 mdd.

“Habiendo gastado ya los miles de millones de yenes recaudados con la venta de boletos, un nuevo subsidio de los contribuyentes sería la única forma de financiar los reembolsos” comentó Robin Harding, corresponsal en Tokio del Financial Times, para tratar de explicar cómo pueden paliar el impacto económico las autoridades de la urbe.

Si hacemos una simple operación de costos-ingresos, el resultado de la ecuación no es nada positivo. El déficit es de unos 11,000 mdd. Sí, la pandemia trastocó todo, pero rescatar lo más que se pueda parece ser, ahora mismo, la prioridad, tanto del COI (que tiene que responder a sus patrocinadores y tenedores de derechos de transmisión) como del Comité Organizador, que buscará recuperar todo lo que pueda.

Shigeru Omi, el principal asesor médico del gobierno japonés sobre la pandemia, ha dicho públicamente que lo ideal es que se evite el “ambiente festivo”, por el tema de los casos de Covid-19 en el país. “Si se va a llevar a cabo [la Olimpiada], la única opción es que no haya espectadores”, dijo, hace algunos meses, Haruo Ozaki, presidente de la Asociación Médica de Tokio, en una conferencia de prensa reciente.

Hasta el 21 de junio de este año, Japón presentaba ya 785,702 casos, y casi 30 muertes diarias desde el 20 de enero de 2020, cuando se dio a conocer el primer caso en el país.

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Más rating y pasión de los japoneses: ésa parece ser la única salida para que todo tenga sentido. Pero no será fácil porque los aficionados tampoco parecen estar tan convencidos de la conveniencia de ser sede del evento. Apenas en mayo pasado, casi 70% de las empresas japonesas quería que los juegos se cancelaran o se postergaran (otra vez), según una encuesta hecha por Reuters. Incluso 83% de los japoneses se oponía a su realización, aunque es verdad que recientemente las cifras negativas han bajado.

El rechazo a las Olimpiadas no se presenta sólo a nivel local; muchas organizaciones y ONG internacionales han expresado su preocupación por la pandemia. Probablemente uno de los movimientos más grandes que se hayan registrado hasta ahora surgió desde la plataforma Change.org

“Cancel the Tokyo Olympics to Protect Our Lives” es una iniciativa de Kenji Utsunomiya, un político que ha buscado cuatro veces (sin éxito) gobernar la prefectura de Tokio, pero su petición alcanza tintes globales: al cierre de esta edición (finales de junio) la respaldaban 430,000 firmas.

Christian Krekel, académico del Centre for Economic Performance, dice que no se puede hacer un balance del impacto económico sólo por los costos del evento y lo que dejará de ganar por temas de la pandemia, como el turismo y la venta de boletos.

“Se ha documentado, en los últimos años, que la mayoría de las ciudades sede pierden dinero; pero, creo que hay que hacer un análisis más profundo, pensando en el mediano y largo plazo: si en Japón, todo el país y las ciudades se interesan por el evento; si logra que, ante las circunstancias actuales, se vea como una nación confiable para invertir incluso en estas condiciones sanitarias… todo eso importa, aunque en matemática simple no salga la cuenta, porque abona a la economía en un futuro”.

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La deuda es uno de los grandes temores porque (como hemos documentado) puede representar un peligro de largo plazo. Según Britannia, cada hogar en Grecia pagó 50,000 euros por hospedar los juegos de 2004. En Japón, si dividimos inversión privada y publica, el costo para cada uno de los 126 millones de habitantes será de unos 8,200 dólares.

De acuerdo con el Centro de Estudios Olímpicos, con sede en Barcelona, existen tres principales beneficios por hospedar el evento: excelente oportunidad para el turismo, aumento del estatus de la marca-país y necesidad de planificar el desarrollo a largo plazo de las ciudades sede.

Al menos en el rubro de turismo, no podrá contarse con visitantes internacionales, pues el COI y las autoridades de Japón llegaron, hace meses, al acuerdo de que sólo los japoneses podrán asistir a los recintos deportivos, para evitar contagios de Covid-19. Hasta el cierre de esta edición, las autoridades locales aseguraron que sólo podrían presentarse en los estadios los fans locales y los inmuebles deportivos serán ocupados al 50% o no más de 10,000 aficionados. El golpe de la pandemia ha sido durísimo para Tokio.

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Japón esperaba, en 2015, que unos 20 millones de personas visitaran el país en 2020. Según las autoridades locales, en 2019 se recibió a casi 40 millones de viajeros. Japón es una marca-país consolidada, pero de nada le servirá este verano porque no habrá turismo extranjero.

En mayo del año pasado, el COI brindó una ayuda financiera de 800 mdd a Tokio 2020 para tratar de paliar, en algo, el golpe por postergar el evento. Pero, cuando se habla de miles de millones de dólares, parece que el apoyo es insuficiente.

Andrew Zimbalist es uno de los economistas más críticos de los Juegos Olímpicos. El profesor del Smith College y autor del libro Circus Maximum, asegura que “quienes compiten para que su ciudad aloje los Juegos [Olímpicos] suelen argumentar que los déficits de corto plazo se convertirán en ganancias a largo plazo, porque aumentarán el turismo, la inversión extranjera y el comercio, y ni hablar de la mejora en la moral nacional. Nuevamente, la evidencia empírica no respalda esta extravagante afirmación”.

Los especialistas no ven, por la pandemia de SARS-Cov-2, grandes beneficios a largo plazo; y, si ya de por sí los JO son un tema de debate por sus altos costos, ahora Covid-19 es un competidor ante el que Tokio aspira a salir tablas.

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