Con el paso de las semanas el efecto global del Covid-19 migra de la inminente recesión económica como efecto del gran confinamiento; a la masiva protesta social, que literalmente parte de la necesidad que ha conllevó ‘encerrar’ a la mayoría de los seres humanos para evitar la propagación del virus durante varios días. 

Sin embargo los días de encierro se acaban lentamente, la realidad se afronta y se entiende que el Covid-19 estará mucho tiempo, y mientras las ciudades de la región tratan de crear un ecosistema, el fenómeno social se presenta con dos caras a lo largo del continente, en medio de la llegada del pico a varias de sus ciudades en inglés y español.

Por un lado la exacerbación del racismo con su mejor ejemplo: Estados Unidos, donde una porción considerable de los enfermos y fallecidos por la enfermedad provienen de los grupos afroamericanos y latinos. De acuerdo con el CDC, los Afroamericanos constituyen el 12.4% de la población de Estados Unidos, y al mismo tiempo más del 24.3% de los fallecidos por Covid-19.

Solo en Chicago más de la mitad de las personas que han dado positivo para Covid-19 y un 39% de los decesos relacionados con la enfermedad provienen de la comunidad afroamericana. Y en Nueva York los vecindarios con mayores índices de Covid-19 también presentan los niveles más altos de obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y VIH. 

Que también resultan ser los vecindarios con las mayores concentraciones de familias afroamericanas y latinas pobres y de bajos ingresos, en su mayoría perteneciente a la llamada ‘clase obrera’. En Corona – Queens (el vecindario con el mayor número de muertes por Covid-19 en Nueva York) más de la mitad de sus habitantes son latinos, y al menos el 63% no nació en los Estados Unidos, de acuerdo con The Guardian.

Mientras que en estados como Ohio, Colorado, Michigan, Kentucky, Minnesota, Carolina del Norte, Utah, y Washington las manifestaciones para reabrir la economía persisten, y la compra de armas en todos los rincones de la nación americana sigue creciendo. Al menos 1.726.053 armas legales fueron compradas durante mayo de 2020 en Estados Unidos. Un incremento del 80% en comparación con 2019, de acuerdo con el NRA.

Porque como siempre, desde siempre, y al parecer para siempre, en Estados Unidos TODO se termina tratando de un tema basado en la comparación racial, el nombre, alimentos consumidos, lugar y tipo de vivienda, trabajo, influencia política, relacionamiento social, nivel salarial, y por supuesto, las enfermedades que padece. 

Un ejemplo, más allá de Covid-: de acuerdo con el US Census Bureau, para 2018 el ingreso promedio anual de una familia afroamericana en Estados Unidos era de USD $41,361, mientras que los blancos recibieron USD $70,642. Pero la pandemia detonó esta diferencia, que hoy está costando además de vidas, la estabilidad social y política a todos los rincones del país, sin importar raza, edad o preferencia política.

Desde la muerte de George Floyd el 25 de mayo se han registrado más de 3,000 protestas relacionadas con igualdad racial en 1,600 ciudades de Estados Unidos, de acuerdo con USA Today. Y que ahora contiene la carga simbólica de la destrucción de estatuas, tomando un tono casi de guerra civil.

Luego, cruzando la frontera, el Covid-19 crea una conexión peligrosa con la llamada clase vulnerable y la informalidad laboral, ya que la mezcla de los dos fenómenos en la región hace que exista un grupo importante de la población que necesita salir a la calle para poder sobrevivir el día a día. 

Siempre hay que recordar que en América Latina el 35% de la población pertenece a la Clase Vulnerable (Banco Mundial), el 51% de la fuerza laboral pertenece al sector informal (CEPAL), y la concentración de estos grupos también se aglutine en las zonas periféricas de alta sobrepoblación, donde por supuesto el confinamiento ha sido más fuerte.

Es el caso de Kennedy en Bogotá, colonia que ha sido obligada a tener un confinamiento severo dentro de la misma ciudad, a partir del alto nivel de contagios y decesos, he hecho durante los días de confinamiento severo allá, se han concentrado  el 30% de los casos de Bogotá y casi el 15% de Colombia, de acuerdo con la Alcaldía Mayor de la ciudad.

Mientras en Ciudad de México la desaparición de empleos informales en comparación con los formales, muestra el estancamiento económico que viven zonas como Iztapalapa, que concentra los casos de Covid-19 en la Ciudad de México. De acuerdo con Inegi de 1.097.086 plazas laborales formales desaparecidas por el Covid-19, se han perdido 10.4 millones de empleos informales.

Todo esto en un contexto donde una buena parte de los potenciales consumidores no salen de sus casas, los comercios formales migran con la digitalización, y todo aquel que se gana la vida informalmente, se estanca. Como consecuencia el incremento en la inseguridad en la región no se ha hecho esperar, por supuesto ligado a la masiva llegada de desempleados sin acceso a beneficios sociales.

De acuerdo con Coparmex, hoy existen 1.500 zonas vulnerables en CDMX donde hay posibilidades de que se incremente la incidencia delictiva y saqueos “por hambre”, en los próximos meses

Así las cosas, este momento expone de nuevo, lo que siempre la región, sus gobernantes y sistema social dejan ‘debajo del tapete’: La estrecha relación entre capacidad de adquisición de riqueza, nivel educativo y la raza a la cual se pertenece, sólo que esta vez está costando vidas, empleos, pobreza, y si se sigue de cerca el caso estadounidense, eventualmente puede costar la tranquilidad e integridad a muchos. 

También que todo suceda de manera simultánea logra cuestionar ¿Hasta dónde la división racial de Estados Unidos y la inequidad económica Latina son diferentes o distintivas? 

Parece que la pandemia también unifica los problemas sociales del continente. Será entonces momento de pensar de manera abierta que ‘todas las vidas importan’ y entender que entre más equidad exista, mayor seguridad física y emocional habrá para todos. Ojalá la suma de la crisis económica y social acelere el desarrollo científico de soluciones a la enfermedad. 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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