Más de 52 millones de mexicanos sufren por la inequitativa distribución del ingreso; con tasas de crecimiento promedio de 2%, México podría no tener capacidad para luchar contra el animal voraz que no se detiene.    Por Oscar Machado   Para asumir el reto de sacar de la pobreza decenas de millones de mexicanos, el Estado tiene la tarea de lograr un crecimiento económico que al menos se acerque a 7%, para lograr el objetivo, es necesario que se ponga atención al funcionamiento de los programas sociales y las estrategias que se han usado en países como Chile, Brasil, e incluso China. Leticia Juárez tiene 11 años. Recorre presurosa los vagones del Metro con sus zapatos de hule y su ropa muy desgastada para entregar un papelito que dice: “Por favor danos una moneda que no afecte tu economía. Venimos de una comunidad pobre de la sierra norte de Puebla”. Mientras recoge el mismo papelito, Leticia recibe algunas monedas que los viajantes le otorgan. Ella es parte de la estadística de los 52 millones de mexicanos en pobreza que registró en 2012 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). La pobreza en México es un animal voraz que no se detiene. Todo lo contrario ocurre en otros países donde han logrado dominarla. En los últimos 20 años, China sacó de la pobreza a más de 200 millones de habitantes, creciendo a un ritmo de 9, 10 u 11% al año, a través de una batería de inversiones que cambiaron el giro de su histori. En América Latina, países como Chile y Brasil han establecido esquemas eficientes y han disminuido la pobreza en sus territorios. ¿Qué pasa en México? En los últimos años, la economía ha crecido a una tasa promedio de 2%. “Así ningún país puede reducir la pobreza”, apunta Gonzalo Hernández Licona, secretario ejecutivo del Coneval. Luis Foncerrada, director del Centro de Estudios del Sector Privado (CEESP), sostiene que ni de broma México podría aspirar en el corto plazo a crecer de la misma forma que China, pero considera que tienen que abrirse más los espacios para invertir. De no hacerlo, el país seguirá atrapado en su propia trampa. “Si no tenemos inversión, no hay nada”. Volviendo al milagro chino, el dragón asiático redujo de 94 millones 200 mil personas catalogadas como pobres en el año 2000 a 26 millones 880 mil en 2010. En una década liberó de la pobreza a 67 millones 320 mil chinos, según el estudio Nuevos Avances de China en la reducción de la pobreza en las zonas rurales mediante el desarrollo, elaborado por el Consejo de Estado de ese país.   ¿Y el sector privado? De acuerdo con Luis Foncerrada, los empresarios tienen muchas posibilidades de contribuir a reducir la pobreza, pero considera que bajo ninguna circunstancia pueden asumir la obligación del Estado en la materia. De igual forma, afirma que no tienen los incentivos para atenuar la lacerante pobreza. La IP tiene las manos amarradas, incluso para donar. De las 25,000 fundaciones u organizaciones que operan en México sin fines de lucro, sólo 7,300 pueden deducir impuestos para donaciones. “En Estados Unidos se reúnen donaciones por 300,000 millones de dólares (mdd) al año. En México cerca de 3,000 mdd; es decir, 1% de lo que se recauda en nuestro vecino del norte”, explica Jorge Villalobos Grzybowicz, presidente ejecutivo del Centro Mexicano para la Filantropía. El país necesita crecer a 7% y consecuentemente, tener el punto de inflexión que permita seguir el sendero chino. “Pero este crecimiento debe estar aunado a una robusta red de protección social, con un ingreso complementario, ya que los ingresos de los salarios no alcanzan para mejorar las condiciones de las personas”, explica Oscar Alfonso Martínez Martínez, investigador de las Universidad Iberoamericana. Pero cualquier intento de salida parece ser un camino más de un eterno laberinto. La canasta básica –conformada por 40 productos para 5 personas– es un lujo para muchos hogares mexicanos. Hoy, esta canasta tiene un costo diario de 189 pesos, cuando en diciembre de 2006 se ubicaba en 80.83 pesos. Es decir, en el sexenio de Felipe Calderón tuvo un incremento en su costo de 45.11%. Luis Foncerrada pone sobre la mesa un planteamiento para que gobierno y empresarios caminen juntos y México pueda salir de su laberinto: “Que los programas sociales no tengan una visión asistencialista, sino que tengan una óptica de generación permanente de riqueza; cualquier otra cosa sería asistencial y una llamarada de petate”. Plantea, además, que el sector público como privado diseñen un programa de desarrollo nacional en el que se propicie la mayor cantidad posible de inversión. En ese sentido, el ex director de Crédito Externo de la Secretaría de Hacienda exhorta a las empresas mexicanas a aprovechar la nueva Ley de Asociaciones Público-Privadas. “A más infraestructura, mejor distribución del ingreso. El Fondo Monetario Internacional (FMI) asegura que la infraestructura mejora la distribución del ingreso, y esto es fundamental para la pobreza, ya que no sólo la reduce sino que la elimina”. El punto le entusiasma a Luis Foncerrada de tal manera que dibuja escenarios: “Si se abrieran varios sectores (como el energético) a la inversión privada podríamos aspirar a una inversión de 22% del PIB, que se sumarían al 6% del sector público, con lo que estaríamos en 28% del PIB. Si ese fuera el caso, estaríamos creciendo a tasas similares a las del Corea del Sur, que invierte 27% del PIB y crece al 7%”. Pero crecer 7% es solo un sueño. Quizá 5%, en el largo plazo, con lo cual se generarían un millón de empleos. Bajo este contexto, México tiene muchas barreras que romper en el camino para reducir sus niveles de pobreza y evitar que niños, como Leticia Juárez, continúen entregando papelitos en el Metro por unas monedas.

 

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