Hubo una generación de mujeres que creyó poder tenerlo todo: una familia y un trabajo. Muchas de ellas optaron por hacer una pausa en su carrera, pero ahora volver es más difícil que nunca.   Por Deborah L. Jacobs   Me pasé muchísimo tiempo durante mis veintes y treintas preguntándome qué pasaría si dejar mi trabajo por un tiempo para criar a un niño. Durante gran parte de ese tiempo no estaba siquiera cerca de procrear, pero formaba parte de una generación de mujeres que llegó a pensar que podría tenerlo todo. Mientras observaba a mis contemporáneas un poco mayores convertirse en madres, empecé a tener mis dudas. Antes de que aventurarme, quería tenerlo todo bajo control. Durante el transcurso de casi una década escribí en varias ocasiones sobre las mujeres que se tomaron un respiro y luego intentaron reingresar a la fuerza laboral. (Véase, por ejemplo, mi artículo de  1994 en The New York Times Back to the Mommy Track’.) En esos artículos hablé sobre mujeres que habían dejado de trabajar fuera de casa y de aquellas que habían trabajado medio tiempo o hacían home office mientras crecían sus hijos. La mayoría de las mujeres que entrevisté me dijo que se enfrentó reveses profesionales como resultado de su decisión. Algunos no volvieron hasta que sus hijos eran adolescentes. Pienso en dos de mis amigas de la Escuela de Leyes de Columbia, quienes fueron marginadas y subempleados por su pausa maternal. Hoy son socias en bufetes de abogados de Nueva York y aún me sorprende la manera cómo han conseguido su justa recompensa. Ambas se han distinguido como especialistas en un área particular de la ley y no son empleadas en alguna empresa en donde sus jefes les vieron en ropa de maternidad. No todas mis amigas madres trabajadoras tuvieron tanto éxito. Algunas se unieron a lo que Lisa Belkin, en su artículo de 2003 de la revista del New York Times denominó ‘La Revolución Opt-Out’: las mujeres con títulos de Princeton, Harvard y Berkeley, entre otros lugares, que eran financieramente capaces de abandonar el lugar de trabajo y relativamente decididas a hacerlo. Judith Warner nos pone al día sobre estas mujeres con su reciente artículo de portada para la revista de The New York Times, ‘La Generación Opt-Out quiere volver al trabajo’ Ella descubrió que las madres opt-out (que deciden tomar una pausa en el trabajo) no están tan bien actualmente. Una, que era un emblema de ese grupo en la década de 2000, dejó un trabajo de 500,000 dólares anuales en Oracle para quedarse en una gran casa con sus tres hijos. Ella está divorciada, vive en una casa con vista a un estacionamiento y es feliz de tener un trabajo en el que gana 20% de lo que alguna vez ganó. Me gustaría sentir empatía, pero nada de esto me parece sorprendente. El mundo valora la experiencia laboral, y no importa cuánto decores tu historia de esfuerzon en la Sociedad de Padres de Familia o tu trabajo voluntario, quedarse en casa con los niños no cuenta como experiencia laboral. Un efecto que se ha extendido durante los últimos 30 años entre las mujeres que optan por abandonar temporalmente su carrera o relajarse durante los últimos es su escasa representación en las altas esferas del mundo empresarial. Según el grupo de investigación sin fines de lucro Catalyst, comprenden sólo el 4% de los CEOs de las compañías de Fortune 500 y ocupan el 17% de los cargos en juntas directivas corporativas. Sin duda hay varios acontecimientos recientes que la última ola de mamás opt-out no pudo haber anticipado y podrían haber hecho las cosas aún más difíciles para las que ahora están tratando de volver. Una de ellas es el uso de tecnología cada vez más sofisticada en el trabajo. Una amiga mía que es ilustradora pintaba con aerógrafo cuando abandonó su carrera. Su hijo, que ahora cursa la universidad, le ayudó a dominar el software de su computadora para volver al trabajo. Es posible que la mayoría de nosotras tampoco haya previsto la actual crisis económica, que ahora se acerca a su quinto aniversario. Se ha reducido el número de puestos de trabajo de tiempo completo y, de acuerdo con un estudio reciente de AARP, también se ha convertido en una excusa para la discriminación por edad, entre ellas las mujeres de más de 40 años que tratan de volver a entrar en la fuerza laboral. La mayoría de las decisiones que tomamos en nuestras carreras incluyen un costo de oportunidad, riesgos calculados y hasta cierto punto una entrega al azar. Tenemos que estar preparadas para vivir con nuestras decisiones. Sería maravilloso si nuestra sociedad fuera más amable con los padres que trabajan, madres y padres. Los empleadores han dado grandes pasos en esa dirección. Pero no es humanamente posible trabajar a tiempo completo y también cuidar tiempo completo a un niño pequeño. Mi propio camino involucra lo que Sheryl Sandberg llamaría una carrera de parque infantil más que una carrera profesional. Después de ejercer la abogacía durante seis años, me cambié al periodismo. Después de eso, trabajé por mi cuenta durante mucho tiempo, no debido a las preocupaciones familiares, sino porque, como novata en mi nuevo ámbito, podría lograr más y ganar más de esa manera de lo que podría haber hecho en la mayoría de los puestos de trabajo fijo. Cuando mi hijo nació en 1997, el autoempleo (para entonces yo había estado trabajando durante una década) también me dio la flexibilidad para compaginar el trabajo y la familia, sin el permiso del jefe. Pero de cualquier manera empleé una niñera a tiempo completo para hacerlo posible. También tenía un esposo comprensivo que se hacía cargo de al menos el 50% del cuidado de los niños y las tareas del hogar a pesar de que él también trabajaba por su cuenta y tenía una demandante agenda de viajes. Aún así, mis elecciones involucraron compromisos. Sin incapacidad remunerada por maternidad, volví a trabajar dos semanas después de dar a luz. Tampoco hubo vacaciones pagadas. Fui enormemente productiva de cualquier modo, mantuve de relaciones profesionales duraderas con clientes de prestigio y escribí dos libros. Sin embargo, los tradicionalistas podrían decir que nunca pagué mis deudas en el mundo corporativo. Mi respuesta es: que así sea.

 

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