Se han escrito cientos de palabras para alabar o para criticar la administración estratégica. Los detractores han hablado de que las ventanas de oportunidad no se abren todos los días y que la planeación detallada nos puede distraer de lo que el mercado nos está pidiendo; los amantes de la previsión apuntan a los resultados de quienes se lanzan al ruedo sin llegar preparados. La realidad es que la disyuntiva resulta muy académica. Sin embargo, en tiempos como los actuales, la prudencia y el cálculo deben de maridarse con la rapidez y el buen tino.

La verdad sea dicha, si revisamos las historias de éxito de emprendedores que han sabido encontrar un lugar en la preferencia de sus consumidores, nos daremos cuenta que la mayoría cambiaron el rumbo que se habían planteado originalmente o tuvieron que modificar sus proyectos para despegar el vuelo. Es poco frecuente, encontrar algún emprendedor que nos diga que llevó el proceso administrativo tal como se enseña en los libros y que siguió los pasos —como si se tratara de una receta de cocina— para llegar donde están.

Si le preguntamos a cualquiera de los empresarios exitosos sobre sus comienzos, a menudo encontraremos respuestas que se acercan más a la serendipia que a la planeación estratégica. Tuvieron la astucia de seguir una corazonada y les funcionó. Lo que pocos reconocen es que si bien los instintos son buenos para iniciar un proyecto, la continuidad y la administración del día a día deben tener un método estratégico que los impulse a conseguir el largo plazo de sus operaciones. Por otro lado, son muchos los ejemplos de emprendedores que habiéndole pegado al clavo, revientan el negocio por mala planeación. Sabemos de muchísimas ideas magníficas que no se supieron aterrizar adecuadamente y que terminaron en pifias absolutas.

El problema sistemático del emprendimiento es que se obnubilan con el presente y desatienden el futuro. Por eso, es importante volver a considerar las estrategias al ponderar las capacidades de cualquier proyecto de emprendimiento. La cantidad de planes de emprendimiento que fallan y no pueden continuar con sus operaciones después de un año se debe a una falla sistémica: no hay profundidad de análisis. Esta superficialidad se debe, en muchos casos, a falta de experiencia administrativa por parte de los administradores, a prisas mal entendidas o a enfoques inadecuados.

Así, un proyecto que empieza a tener mucho éxito, vuela y se eleva en las alturas y se topa con el efecto de Ícaro. Se aproxima demasiado al sol y se le derriten las alas. Los emprendedores se estrellan contra las olas del mar porque no se prepararon para volar. Previeron nada más el corto plazo y cuando traspasaron ese hito, ya no supieron qué seguía. Por eso, la planeación estratégica es tan pertinente en estos momentos en que no hay recursos que se puedan desperdiciar.

La estrategia pone atención en el entorno, en clientes y consumidores, en la competencia, en el ambiente y el entorno en el que el proyecto se va a desenvolver. Busca ganarse al mercado rentabilizando sus actividades —haciendo más con menos—. La mente de un emprendedor estratega estará concentrada en trabajar mejor, no en trabajar más y menos en trabajar de más. Con esta visión, el centro no está en la guerra, sino en las batallas que debo pelear. En elegir aquellas que quiero pelear porque tengo mayores posibilidades de ganar.

Las técnicas de emprendimiento que desestiman la planeación estratégica se enfocan en acelerar la puesta en marcha de un negocio —lo cual está bien—. Se preocupan por las tácticas del negocio, en la cotidianidad y en sacar adelante el día a día. Evidentemente, si se deja de ver la operación de todos los días, no hay negocio.  Sin embargo, tampoco lo hay si no se busca que el proyecto siga en marcha en el futuro. Pensemos en la milicia. Por años los militares han entendido bien la combinación de tácticas y estrategias. Los militares saben usar los puños y estarán dispuestos a ponerlos en juego en el momento necesario. También saben usar armas. Pero, para ganar la guerra hace falta más que cuerpo y máquinas. Se requiere alguien que organice, coordine y dirija la batalla.

¿Por qué volver a hablar de estrategia al emprender, justo en estos tiempos? A pesar de los reveses que vivimos en estos momentos, de que se pierden empleos de calidad y se genera una gran cantidad de subempleos y precariados, —o quizás por eso mismo—, en que sentimos que las opciones escasean y los ahorros disminuyen a toda velocidad; a pesar de que sentimos que no hay tiempo que perder y que más vale arriesgarse y lanzarse al ruedo, aunque después se arreglen las cosas; a pesar de que hoy pueda parecernos más relevante el corto plazo; a pesar todo ello, es muy importante vislumbrar una estrategia que además de ayudarnos a sobrevivir, nos lleve a continuar en el mercado.

Volver a hablar de estrategia resulta inteligente porque nos ayuda a dar una visión más amplia. Se trata de apagar el incendio y rentabilizar las cenizas, no de apagar los infiernitos de todos los días. La planeación estratégica nos lleva a entender que nuestra misión, sea cual sea nuestro negocio, debe estar perfilada para generar utilidades. Tener una estrategia exitosa equivale a vender más, sin sacrificar el margen de ganancias y satisfaciendo las necesidades de nuestros clientes y consumidores.

Desde ese punto de vista, un emprendedor podrá aprovechar la ventana de oportunidad que se le abre sin dejarla pasar y tendrá en cuenta que además de tomarla, deberá rentabilizarla y cuidarla para que el proyecto siga en marcha. ¿De qué sirve dar un manotazo torpe si no vamos a poder sacar a flote el emprendimiento? Un emprendedor que recurre a la estrategia busca tomar ventaja de esa rendija que vio en el mercado, pero no se queda ahí. Siempre quiere más y busca alargar su participación lo más posible.

Hablar de estrategia es mirar el tiempo, contemplarlo con sabiduría y usarlo a favor del proyecto. Es saber luchar las batallas con prudencia y entrar a la guerra sabiendo que se puede ganar. No tiene caso, entrar para perder. Vale la pena tomar un momento para planear y conseguir el éxito.

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Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena

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