Las organizaciones están batallando con una alta rotación de personal por causa de las renuncias voluntarias de colaboradores jóvenes que descubren “repentinamente” que lo suyo es perseguir un propósito más alto.

Conozco más de una historia en que un recién llegado, luego de ser capacitado y de habérsele encargado cierta responsabilidad, con fechas de entrega precisas, anuncia que “siempre no” le gustó el trabajo.

La población nacida antes de los ochenta, las generaciones x y baby boomers, no entendemos porqué los más jóvenes dejan puestos que nos parecen envidiables para comenzar una carrera, con buenos salarios para el nivel jerárquico y experiencia, sólo porque la carga de trabajo les pareció fuerte, porque el horario no se ajusta a sus preferencias o porque simplemente “no era lo que esperaban”.

Quienes pensamos así estamos olvidando que la intención de rotar para las nuevas generaciones está relacionado precisamente con un propósito superior u otro que va más allá del trabajo.

Quieren tiempo para viajar o hasta pasear a su perro, pero también buscan hacer algo con significado.

Parece algo romántico, pero los datos nos están gritando que eso está sucediendo hoy en día y, lejos de lamentarlo, las organizaciones debemos aprovechar las circunstancias para ayudarnos unos a otros de manera virtuosa.

La encuesta “The Great Resignation Update” –realizada por Limeade, empresa estadounidense de tecnología de recursos humanos enfocada al bienestar–, revela que en Estados Unidos el 28% de las personas que abandonaron su puesto de trabajo no tenían una opción clara sobre su futuro. Aun así, lo dejaron. Una tendencia que está siguiendo México.   

No es un fenómeno postpandémico, que se descubrió luego de haber experimentado el trabajo a distancia; no, se trata de un comportamiento que ya estaba presente desde 2018, pero ahora los especialistas en recursos humanos le han puesto el nombre de la “gran renuncia”.

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Las personas prefieren su bienestar antes que trabajar en empresas con ambientes poco sanos o que no les aportan en sus propósitos de vida.

En el Instituto de Ciencias del Bienestar Integral, como otras casas de estudio o investigadores sobre el tema, hemos llegado a la conclusión de que una organización sana cuenta con cuatro factores: 

Bienestar organizacional, lo mínimo que debe proveer un centro de trabajo para que sus colaboradores estén bien; 

Liderazgo positivo, que se preocupa por las personas; 

Ambientes positivos, que las personas se preocupan por los demás; y 

Trabajo significativo, que esa labor resulta relevante para el jefe, los compañeros, la organización, los clientes o el mundo.

El último factor ha cobrado gran relevancia para las nuevas generaciones y que está determinando la alta rotación de personal en las empresas.

Sucede que los jóvenes tienen como prioridad su bienestar personal o de la gente, pero en las organizaciones no estamos acostumbrados a informar, en hacer ver al personal porqué es importante nuestro trabajo.

¿Cómo ayudamos a nuestros clientes?, ¿cómo contribuimos a mejorar el mundo? o ¿cómo apoyamos a nuestros compañeros a lograr todo eso? son cuestiones que no explicamos a los colaboradores porque damos por sentado que lo tienen que hacer o saber sólo porque se les paga un salario.

Hay personas que lo ven, pero otras necesitan una explicación. 

Sin embargo, a veces las organizaciones mismas han perdido de vista eso que en los años 80 o 90 llamábamos misión.

Fabricar focos tiene una utilidad muy clara, iluminar al mundo, pero si a ello recordamos que lo hacemos de una manera sana para el medio ambiente, a precios accesibles para quien menos tiene o con una precisión determinada para realizar cierto trabajo técnico, científico o artístico, según el caso, vamos a mejorar el servicio a nuestros clientes…, pero también vamos a atraer y retener a un personal que es congruente con nuestros objetivos.

Esto trae beneficios para la organización en temas de productividad, de ahorro, de satisfacción de clientes; pero además crea esa comunidad que va más allá del propósito de negocio de la empresa; crea una comunidad de personas consciente de que genera un valor para la sociedad.

Sólo si las organizaciones se proponen un propósito más alto podrán retener el valioso talento de esos jóvenes que hoy han acelerado la rotación de personal porque sencillamente buscan un bienestar integral para sí mismos y el mundo en que viven.

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Contacto:

Rosalinda Ballesteros, es Directora del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral de Tecmilenio

Twitter: w360tecmilenio

LinkedIn: W360tecmilenio

Mail: [email protected]

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