Con mucha frecuencia olvidamos el efecto pernicioso que algunos personajes pueden tener en devenir la historia. Ahí están Adolf Hitler, José Stalin, Francisco Franco y ahora Vladimir Putin. 

Jim Townsend, quien fue secretario adjunto de Barack Obama, señaló, en una conversación con L’ Obs, que fallaron los análisis sobre la propia personalidad del líder del Kremlin. 

En efecto, nunca se contó con el riesgo que provenía de la propia personalidad de Putin, un tipo solitario y paranoico, que además fue formado en una escuela de la más refinada simulación: La KGB.

Putin encarna buena parte de los agravios sufridos por la última generación de los comunistas en el poder. Lo ha dicho con todas sus letras, “la caída de la URSS fue la catástrofe más grande del siglo XX.” 

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Quizá por ello quiere reescribir la historia de la Gran Rusia, recobrando las fronteras del imperio y destacando el papel central que aquella conformación tuvo en el planeta. 

Es ahí donde Ucrania le funciona como un pretexto, alimentado por la innegable cercanía emocional, histórica y geográfica con Rusia y por el recuerdo de que, en el fondo, esa nación, no es sino un invento de Lenin.

Putin es lo suficientemente inteligente para saber que la OTAN no implica riesgo para Rusia y su gobierno, y sin embargo la utiliza como pretexto para la guerra en que ya está metido. 

Utiliza el fantasma de los neonazis y su penetración en Ucrania, para desatar otros temores y utilizarlos en su favor, aunque ello carezca de un sentido legitimo, porque es evidente que ese no es el problema en estos momentos. 

En el fondo juega con los temores, más que razonables, de la Unión Europea, para no entrar en combates armados con Rusia, porque las consecuencias tendrán un impacto negativo incuantificable en estos momentos. 

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Por ello Putin se da el lujo de dar una lección a Occidente, para dejar claro que la supremacía de los Estados Unidos y las democracias occidentales es ya un recuerdo del pasado y una imposibilidad del presente y una quimera para el futuro.

En esa franja se activan muchos de los resortes que explican el pensamiento de Putin y la locura a la que está llevando, por lo pronto a Ucrania, pero después a Europa, a Estados Unidos e inclusive a China.

Lo inquietante es que, más allá de motivos e ideologías, lo que es constatables es el sufrimiento de los ucranianos y pronto de los propios rusos, cuando las inclemencias de un país en guerra y las sanciones internacionales se empiecen a notar.

La batalla por Ucrania será el pago de toda una generación por no anticiparse a los riesgos que implicaba la estancia de un demente en uno de los centros de poder más importantes y ahora lo vemos, letales.

Y como suele ocurrir, termine como termine, será una cuenta difícil de pagar para propios y extraños, para culpables o inocentes. 

Ucrania, un país de 44 millones de habitantes, que tiene un valor estratégico, se divide entre una mayoría en favor de occidente y separatistas pro-rusos que alcanzan un 17 por ciento de la población.  

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