La decisión del gobierno de Nicaragua de criminalizar la migración de unos 5,000 cubanos (varados en Costa Rica) es hipócrita, malagradecida e irresponsable. México podría resolver esta crisis, que de cualquier manera tocará a su puerta, y lo hace ya, sólo que a través de coyotes.   Cerca de 5,000 ciudadanos cubanos están varados en Costa Rica desde el 15 de noviembre pasado. Ellos aspiran a llegar a Estados Unidos, pero el gobierno de Nicaragua mandó al ejército para evitar que entrara a su territorio este tropel de migrantes, y los lanzó de regreso a Costa Rica a punta de golpes y gases lacrimógenos. De momento, el peso de esta diáspora la tiene el país más democrático y libre de América Latina: en el siglo XX no tuvieron guerrillas, golpes de Estado ni guerras civiles; es más, ni ejército tienen. El objetivo de estos miles de ciudadanos cubanos, que abandonaron legalmente su país, es llegar a Estados Unidos, donde serán acogidos por la Ley de Ajuste Cubano, mejor conocida como de pies secos. Esta nueva migración masiva –sólo superada por la crisis de los balseros de 1994– se originó tras el anuncio del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, con lo cual podría desaparecer esa ley. Las primeras señales de la diáspora que se avecinaba se dieron en México. Decenas de estudiantes cubanos en nuestro país abandonaron sus estudios de posgrado para cruzar la frontera. La siguiente advertencia se dio cuando se reportó en un solo mes el cruce de 2,000 cubanos que entraban por Tapachula, Chiapas, provenientes de Guatemala. Finalmente, la crisis explotó en la frontera, primero de Panamá con Costa Rica y luego entre la de este país con Nicaragua. ¿La causa? Los ticos desmantelaron las bandas de traficantes de personas y los migrantes cubanos tuvieron que hacer uso de las fronteras. En el caso de Panamá y Costa Rica, les dieron visas de paso o salvoconductos para que atravesaran en una semana el país. Claro que como todos ellos tienen dinero que les envían sus familiares desde EU, el trayecto lo hacían entre ocho y 12 horas promedio. Sin embargo, los nicaragüenses cerraron el paso, a pesar de lo permeable y corrupto de su sistema fronterizo. Para poner un ejemplo de esto último, cuando uno toma el autobús que cruza de CR y va a Honduras o viceversa, la empresa le cobra a uno 15 dólares de tasa de ingreso cuando la tarifa oficial es de 10 dólares; los cinco restantes –fui testigo– le son entregados en efectivo a los oficiales de migración. La decisión del gobierno de Daniel Ortega de criminalizar la migración de los ciudadanos cubanos, por principio, es violatoria de derechos humanos, y en segundo término, es hipócrita, malagradecida e irresponsable. Hipócrita porque Nicaragua es uno de los principales países expulsores de población, y es que la sandinista fue una revolución sin cambios revolucionarios; es malagradecida porque sin el dinero, armas y milicias cubanas que llegaron a Nicaragua vía Costa Rica, los sandinistas no hubieran ganado la guerra, y es irresponsable porque están generando una crisis humanitaria donde no la hay, al tiempo que le producen un gasto innecesario a sus vecinos ticos, que también es una nación pobre. De momento pareciera que no hay salida a la situación. Se habló de un puente aéreo San José-Ciudad de Guatemala o incluso Ciudad de México, en caso de que Nicaragua no autorice el paso. La deportación no es una opción, no sólo por la vocación democrática del gobierno de Costa Rica, sino por lo costoso que sería deportar a 5,000 cubanos que, además, no son los migrantes típicos centroamericanos. Éstos conocen sus derechos, y quien menos estudios tiene terminó la secundaria. Hay profesores, médicos, abogados, ingenieros, informáticos, atletas, chefs… un capital humano que, dicho sea de paso, podría beneficiar a cualquier país centroamericano que les brindara asilo, si ellos, claro, quisieran quedarse, pero no quieren. Dada la determinación de los cubanos, es seguro que tarde o temprano lleguen a México, en tropel o uno a uno, por tierra, mar o avión, por la vía legal o usando coyotes. El tema es que entre la gente que viene hay niños y niñas –la más chica que vi, cuando estuve en los campamentos, tenía tres meses–, ancianos y mujeres embarazadas. Bloquear su camino rumbo a un destino legal (en cuanto lleguen a EU les darán asilo) resulta innecesario. De hecho, en la práctica México les da salvoconductos cuando entran por tierra, aunque si vienen en avión, el trato que les dan es el de criminales, algo que debe ser revisado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Nuestro país debería mostrar, una vez más, su vocación de asilo, así como lo hizo con españoles, chilenos, argentinos, uruguayos, armenios y libaneses, entre otros. Si México abre la puerta, abrirá también la válvula de escape a esta crisis migratoria. Esos 5,000 en un país de 120 millones no representan una carga, máxime cuando su destino final no es nuestro país, sino apenas una escala rumbo a una nación cuya legislación les da asilo en automático. A diferencia del resto de los migrantes que cruzan por nuestro territorio –mexicanos incluidos–, los cubanos no serán deportados al llegar a EU. Así, con un poco de visión en materia de relaciones exteriores, México podría adelantarse a resolver una crisis que de cualquier manera tocará a su puerta, tanto que ya lo hace, sólo que a través de coyotes.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Sur_AAA   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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