Por Jesús Deloya

Después de casi dos años de pandemia, que parece empezar a normalizarse más que a desaparecer, es necesario comenzar a hacer el recuento de los daños en cada una de las áreas y actividades de la sociedad y esta labor deberá abarcar desde lo económico, lo social, el sector salud, el empresarial, la tecnología y, por supuesto, nuestra área: la educación.

Justo esta última ha sido desde hace varias décadas una de las áreas de oportunidad más grandes en nuestro país, junto con la seguridad y la salud. Con la pandemia todos los problemas se maximizaron e incrementaron, dejando al descubierto las grandes carencias que como país tenemos en este rubro de vital importancia para desarrollar una sociedad estable, con pensamiento crítico y próspera.

A raíz de la pandemia se agudizó la desigualdad de oportunidades educativas entre los sectores más marginados del país, ofreciendo solo paliativos, que lo único que provocaron fue incrementar exponencialmente la brecha entre estos y los que sí cuentan con los recursos para atender los nuevos paradigmas que la formación está planteando.

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Ahora nos encontramos en el punto de quiebre en el que debemos volver a la llamada “nueva normalidad”, la cual enfrentará a los estudiantes y profesores de todos los niveles a un entorno nuevo, con un desgaste psicológico extremo, pero sobre todo con un retroceso tremendo en las competencias adquiridas, y por adquirir, y en donde la deserción escolar de los últimos dos años será el tema de principal atención para todos los que nos dedicamos a la enseñanza.

El INEGI señala en su encuesta para la medición del impacto de la COVID-19 en la educación (ECOVID-ED), que alrededor de 5.2 millones de alumnos entre los 3 y los 29 años desertó para el inicio del ciclo 2020-2021, este número representa el 9.6% de la población total en ese rango de edad; esta métrica sumada a la mala calidad de la instrucción que se le da a quienes decidieron continuar a pesar de la situación, enfatiza la necesidad de diseñar estrategias innovadoras, robustas y de alto impacto que fortalezcan las áreas de oportunidad que estamos desarrollando en los educandos de todos los niveles educativos.

Dentro de las principales brechas que se exacerbaron, y que estaban presentes antes de la contingencia sanitaria, se encuentran las siguientes:

Comprensión lectora: esta se agudizó, pues los escolares dejaron de leer textos y se enfocaron en consultar contenidos en línea, muchos de ellos ya digeridos y que les motivaban poco al análisis. La educación pública se centró en contenidos a través de la televisión, lo cual limitó mucho los procesos de lecto-escritura y de comprensión lectora.

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Competencias digitales: esto podría resultar contradictorio, pues la formación se volcó hacia medios precisamente digitales y de modo definitivo la gran ganadora de estos dos años ha sido la tecnología en todos los ámbitos, desde el educativo, el empresarial, el comercial y el del entretenimiento, pero lamentablemente debido a las estrategias implementadas la brecha se abrió, puesto que los colegios con los medios y planteamientos bien cimentados, con contenidos y plataformas bien establecidas, fueron lo que pudieron desarrollar las competencias requeridas e incluso nuevas entre sus alumnos, con propuestas diversas; en tanto que en muchas otras instituciones la propuesta se basó en los contenidos ofrecidos por la autoridad y en cierta propuesta de plataforma de estudio insípida o no acorde con la situación, lo cual lamentablemente no ayudó a cumplir con los objetivos de aprendizaje esperados.

Competencias socio emocionales: esta sin duda es el área de oportunidad más relevante, pues con la pandemia y la interminable cuarentena los estudiantes y docentes de todos los niveles perdieron el contacto social y las habilidades de comunicación cara a cara, de presentaciones en vivo ante grupos grandes y el trabajo colaborativo presencial que resalta las habilidades de liderazgo y comunicación efectiva que se suplieron por el trabajo a distancia; el cual desarrolla otras habilidades cuando este es implementado de manera correcta

Habilidades docentes: esta es otra gran área de oportunidad que, si bien fue cubierta por los mismos profesores de manera, en muchos casos, independiente y por iniciativa propia, dejó al descubierto las carencias en el área de formación docente de bastantes instituciones, en las que esto se toma solo como un requisito a cubrir y no como una estrategia a implementar que los lleve al logro de sus objetivos.

Estas son algunas de tantas brechas que se abrieron a partir de la pandemia y todas convergen a un mismo punto: la desigualdad, la falta de estrategias e iniciativas 100% incluyentes que verdaderamente tengan la intención de llevar a la sociedad a estar mejor preparada para esta y las situaciones adversas que se presenten.

Ahora está de nuestro lado como miembros de las comunidades educativas generar esas estrategias y construir un verdadero modelo que dé respuesta, atienda y minimice tales resquicios y rezagos en el corto o mediano plazo, así como que el impacto de una generación de dos años perdida se recupere.

Hay que buscar no regresar a nuestros modelos tradicionales, los cuales desde hace tiempo han venido mostrando grandes carencias que han agudizado las diferencias citadas al desaprovechar lo ya logrado y dejar de lado propuestas sólidas de modelos que benefician la tecnología educativa con iniciativas que surjan desde nuestras autoridades, con la finalidad de integrar a las minorías y los proyectos sociales mediante la iniciativa privada, la cual apoye con recursos y proyectos a estas mismas comunidades.

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Contacto:

Jesús Deloya, Director de Innovación Educativa de Aliat Universidades

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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