Cierto, hay necesidad de espacios comerciales, ¿pero que todo espacio público sea comercial? Éste es buen momento para reflexionar acerca del desarrollo urbano.   Hay pocos espacios tan públicos como un nuevo año que hospitalariamente abraza a toda la humanidad. Que sea feliz. En este sentido hay un contraste fuerte con las periferias de la megalópolis, donde el espacio público es muy limitado y pobre. Y ahora, mientras el Zócalo de la capital se ve como el estacionamiento de un centro comercial o tienda de autoservicio en días de fiesta, con su árbol de Navidad de plástico sobre un enorme cubo, sus rejas, lonas y pistas para la diversión, al que sólo le falta un inflable de Goodyear para darle una semejanza perfecta al patio interior de un centro comercial, en la provincia quizás es buen momento para reflexionar sobre el espacio público. La primera manera de ver el espacio público es desde la perspectiva de la ciudadanía. Necesitamos el espacio público para tener a dónde ir cuando no queremos o no podemos estar en casa o como una manera de llegar a otro espacio. El número de usos de este espacio es tan variado como los intereses y deseos de los humanos que residen en la ciudad. Va desde el joven que necesita fumar un cigarro lejos del seno de la familia, y busca un espacio poco recorrido para disfrutar de su vicio, hasta los padres de familia que salen a mostrar monumentos históricos para educar a sus hijos. Una segunda forma de ver el espacio público es desde la perspectiva del Estado. Para éste es una zona simbólica en la cual se comunica con la ciudadanía. Por lo mismo, cuando pasamos por los monumentos que nos ha dejado la historia, vemos monumentos a la Revolución o la Independencia que a su vez alaban los orígenes y, por lo mismo, la legitimidad del Estado. El espacio público también puede contener mensajes que transmiten valores. Y pueden ser profundos en la religión, el amor a la comunidad o el orgullo ciudadano, o tan superficiales (aunque no menos tajante) como el orden y la limpieza pública. Una tercera forma de verlos es desde la perspectiva de la economía urbana, que parte de la idea de que el valor económico de la ciudad es que la gente se puede reunir, y en estas reuniones encontrar nuevas formas de organizarse económica o socialmente. Esta capacidad de reconfiguración y posibilidad de encuentro es la gran ventaja económica y cultural de una ciudad. Hoy en día el mensaje que se manda sobre el espacio público es el de la supremacía del comercio. Los centros comerciales son espacios más importantes en grandes partes de la ciudad, especialmente en las periferias. Y cada vez más los espacios públicos están diseñados bajo la lógica de áreas para la venta como un tipo de centro comercial de bajo nivel sin techo. Se nota mucho en el hecho que el Zócalo de la capital es la mitad del tiempo uno u otro tipo de tianguis. Puede ser internacional con representaciones de diferentes países que tienen embajadas en México, también puede ser uno de libros, de artesanía –cada uno bastante loable en sí–; sin embargo es llamativo que el espacio simbólico principal de México se use de esa manera. Y si el Zócalo obedece a esta lógica, qué esperanza tienen los barrios de Iztapalapa o Ecatepec de tener espacios públicos que detonen un desarrollo urbano más allá del tianguis premium. La primera característica del espacio comercial es que es efímero. En contraste con los grandes monumentos del pasado, que son masivos y permanentes, el espacio comercial es muy dinámico y cambiante. Por lo mismo, su calidad material es menor –finalmente, el mercado sobre ruedas es el arquetipo del espacio comercial que trae en sí su propia obsolescencia–. Al momento que entras, las partes administrativas o de mantenimiento de un centro comercial, aunque sea premium, de inmediato dejan ver que no está construido para la eternidad. La segunda característica del espacio comercial es que está dedicado netamente a la compra; no está hecho para que la gente haga actividades no comerciales. Es monotemático. En este sentido, no refleja la necesidad de juntar diferentes capacidades e intereses para un desarrollo urbano eficaz. No funcionan como espacios de encuentro entre personas que no se conocen; más bien propician el encuentro entre organizaciones comerciales y sus clientes. Para bien o mal, el Estado ha desaparecido como actor ideológico en el espacio público. El cómo uno valora esto tiene mucho que ver con cómo vemos al Estado o los valores en turno de un gobierno. Por ejemplo, cuando vemos el monumento de los Niños Héroes por Chapultepec, es muy claro el mensaje que manda: un país sólo puede ser grande si sus ciudadanos están dispuesto a hacer sacrificios. Es fácil estar de acuerdo con eso mientras uno no es la persona sacrificándose. Los valores del espacio comercial de oportunismo, aislamiento y gratificación instantánea tampoco van a llevar a un desarrollo urbano duradero. No hay duda que hay necesidad de espacios comerciales, ¿pero que todo espacio público sea comercial? Por su naturaleza, nadie puede determinar cómo debe ser el espacio público. Sin embargo, para el desarrollo urbano en general, y el desarrollo de la periferia en particular, es tiempo de que se desarrolle una nueva visión para que funcione como detonador de sinergias urbanas. En estos espacios, los mismos habitantes pueden determinar el rumbo que quieren dar a sus vidas y su sociedad.     Contacto: Correo: [email protected] Facebook: Feike De Jong     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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