La presidenta se encamina al final de su mandato con la imagen positiva más alta que haya tenido un mandatario en la democracia argentina. La oposición quedó presa de su propio discurso y no logra hacer mella en la consideración que la población tiene sobre Cristina Fernández de Kirchner. Los posibles sucesores se disputan el mandato de un país que parece haber acomodado su economía, pero que en realidad esconde cuentas pendientes.   Por David Cayón La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acababa de dar un nuevo discurso por cadena nacio­nal, ese vaso comunicante reserva­do para que el ejecutivo le hable a la población en casos excepcionales, pero que desde que asumió el cargo utiliza con total discrecionalidad. Ella sabe que la Constitución Nacional no le permite presentarse como candidata en las próximas elecciones presidenciales a dispu­tarse en septiembre, para acceder a un tercer mandato consecutivo; pero también sabe que si pudiera, les ganaría a todos. Lo aseguran propios, como el actual jefe de gabinete, Aníbal Fer­nández, quien luego de vaticinar un triunfo del Frente para la Victoria se plantó delante de los micrófonos y dijo que “si no existiera el artículo 90 de la Constitución (que le impi­de postularse), gana por mucho más que 54% de los votos con que ganó la última elección”. También lo dicen los ajenos, el diputado por el Partido Justicialista (PJ) y ex candidato a gobernador por el Frente Renovador —otra línea del PJ que comanda Sergio Massa— Francisco De Narváez, aseguró que en caso de no llegar a un acuerdo electoral entre los pre­candidatos presidenciales Mauricio Macri (líder del Pro) y Sergio Mas­sa (líder del Frente Renovador), la que se impondrá en las próximas elecciones será Cristina. “No solamente lo pienso yo, lo piensa también Jaime Durán Barba —principal asesor de Mauricio Macri—, los números de ellos dicen que Cristina no para de crecer, por la economía flo­reciente y porque tienen la máquina de hacer billetes. Va a haber más plata en el bolsi­llo de la gente y eso pesa mucho en las eleccio­nes”, aseguró el empresario y político en una entrevista radial. Lo que ningún candidato a la presidencia de la República Argentina puede lograr, Cristina Kirchner lo tiene y lo hace valer. Cuando el 10 de diciembre termine su mandato, se retirará a su casa en el sur del país con dos logros hasta ahora no alcanzados por un presidente de la democracia argentina: fue la man­dataria con más votos de la histo­ria (54%) y va a ser la presidenta de la democracia que termina su mandato con una imagen positiva superior a 50%. La idea del “mito del pato rengo” que se esperaba de Cristina Kirchner y más en un partido como el peronismo que, según lo descri­ben, son una especie de “tiburones oliendo sangre”, no llegó. La muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman, el poder de fuego de grupos de medios y económicos enfrentados al kirchnerismo y la relación con los fondos buitres y una creciente inflación, no fueron suficientes para hacer mella en la populari­dad de la primer mandataria. Con la oposi­ción desconcerta­da por la fortaleza que muestra la presidenta, el peronismo cum­ple a rajatabla el axioma que dice que el que gana conduce y el resto acompaña y dirigentes con votos propios que se habían alejado del oficialismo ahora vuelven bajo el ala de ellos y se someten con tal de ser aceptados por una Cristina que se impone en la arena política. Sergio Bendixen, uno de los principales asesores de campaña del candidato a presidente, Sergio Massa, explicó a Forbes que Cristi­na Kirchner se va con una populari­dad “muy alta” y que se explica “en gran parte por la actual situación económica del país que parece estar estabilizada”. El ex asesor de Barack Obama en la campaña por el voto latino de 2012 entiende que esta estabilidad se mantendrá “y no pare­ciera que se vayan a agregar nuevas problemáticas a los ciudadanos”. Pero mientras Cristina disfruta de sus últimos días en la residencia presidencial, continúa en el centro de la escena política, utiliza las redes sociales para hablar de la crisis en Grecia, espera un nuevo encuentro con el Papa Francisco y pasa todos los problemas al próxi­mo presidente. Un ejemplo de esta estrategia de estirar la mecha a la bomba de los problemas es el acuerdo firmado con Brasil, referente a la Política Automotriz del Mercosur que vencía en junio de este año y que la administración Kirchner logró pos­poner por un año. En la misma línea sucede con los impuestos internos que deben modificarse cada seis meses y que serán renovados hasta diciembre de 2015. 00-CRISTINA-FERNANDEZ1 El diluvio que viene La tormenta parece estar a la vuelta de la esquina. Lo saben en el gobier­no y en los centros de campaña de los candidatos a presidente que buscan de manera desesperada sinónimos a las palabras malditas para la econo­mía argentina: ajuste y devaluación. Cristina Fernández se va de la Casa Rosada y deja un entramado de subsidios en diferentes sectores de la economía, que la única forma para desarmarlos es aumentando los impuestos. A lo anterior, se le suma la pre­sión de los industriales para generar una devaluación y, de esa manera, encontrar la competitividad perdi­da; en especial con los mercados de la región. Y quizás el más político de todos: “el cepo”, que restringe la compra de divisas extranjeras a ciudadanos y empresas. Según el último informe del Banco Ciudad, entidad financiera comercial, durante las últimas semanas se profundizó la diferencia cambiaria entre el dólar oficial y el tipo de cambio de liquidación, superando los 13 pesos por pri­mera vez en ocho meses. Tras varios meses de paz cambiaria, las presiones en el mercado de cambios son con­sistentes con el nuevo escenario político. Y en abril se registró una nueva escalada del déficit fiscal. Este marcado deterioro de las finanzas públicas tuvo lugar ante una creciente diferencia entre el ritmo de aumento de gastos e ingresos, la cual alcanzó un récord de 20 puntos porcentuales en abril. El gasto primario se aceleró hasta un 45% interanual y los ingresos genuinos moderaron su crecimiento al 25%, llevando el rojo fiscal de los primeros cuatro meses de 2015 a 81,800 millones de pesos (mdp), es decir 240% más que el año anterior. Según explicó el gobernador bonaerense y candidato oficialista a la presidencia Daniel Scioli a Forbes, cualquier medida del tipo económico que se vaya a tomar “tiene que ser gradualista, mirando lo que sucede en las economías regionales y en los bolsillos de la gente”. Y aunque ninguno de los candidatos a la presidencia lo reconozca públicamente, sus equipos económicos trabajan en los ajustes y la devaluación del peso argentino. La diferencia que plantean es el cuándo y el cómo. En esta línea se mostró Miguel Bein, uno de los prin­cipales asesores económicos del gobernador bonaerense y candidato a ocupar el Ministerio de Econo­mía si Scioli ganara. Partidario del gradualismo y de que la economía vuelva a recuperar vitalidad sin recurrir a la devaluación, propone aliviar del peso impositivo a las economías regionales, que se verían liberadas de las retenciones a la exportación. Por el lado de Sergio Massa, Bendixen explicó que el ex jefe de gabinete de la presidencia y actual intendente del municipio de Tigre “es más propenso a cambios paula­tinos. Entiende que en medidas de shock, los que pierden son los que menos tienen y es ahí donde tiene que estar el Estado para proteger a los ciudadanos. Massa cree en un Estado activo que garantice condiciones de certidumbre, igual­dad de oportunidades y una mejor distribución de la riqueza, pero que al mismo tiempo brinde un marco de previsibilidad y equilibrio que la economía necesita para crecer”. Mauricio Macri, quien tiene posibilidades de llegar a la Casa Rosada y funge como actual jefe de gobierno de la ciudad, tiene una concepción más liberal y eso se refleja en la elección del economis­ta Carlos Melconian como principal asesor en los números. Reciente­mente Macri se animó a anunciar que un día después de asumir la presidencia en caso de ganar, qui­taría el cepo a la compra de divisas. En otras palabras, propone una de­valuación que sería la única manera de frenar la carrera cambiaria. Hace unos días, en un encuentro de los empresarios más importantes en Argentina, Melconian aseguró que “no hay ideología: hay capitalis­mo, reglas de juego, sentido común y el resto lo va a tener que hacer el sector privado”. Agregó que todo el macrismo tenía la orden de eliminar el cepo y propuso revisar el manejo de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES). Las encuestas marcan que la fórmula oficialista Daniel Scioli-Carlos Zannini aventaja al resto en la carrera por ocupar el Sillón de Rivadavia. Según la con­sultora Rouvier, Scioli tiene 35.1%; Macri, 26.9%, y Massa, 9.8%. Otra encuesta pone a Scioli con 39%; a Macri con 25%, y a Massa con 12%. Daniel Scioli gobierna el distrito de mayor peso electoral de todo el país. Con un pasado como empresario, entró a la política de la mano del ex presidente Carlos Menem, ocupando el cargo de se­cretario de Deportes de la Nación. En 2003 fue la persona que eligió el ex presidente Eduardo Duhalde como el candidato a vicepresidente del oficialista Néstor Kirchner. A pesar de no ser un políti­co nacido en la militancia, supo escalar dentro de la estructura sobre la base de no confrontar en público y hacer gala de una fuerte lealtad que le permitió situaciones como la de ser el único kirchne­rista que fue todos los años a la muestra agropecuaria más grande del país, a pesar de que el campo está enfrentado al gobierno. Con respecto a la gente de a pie, Scioli está haciendo una campaña muy singular. A todas las ciudades a las que va, publica en el diario local una carta de compromiso. “Para que la gente tenga cercanía y entienda que ha­blamos de ellos, se deja por escrito la promesa para esa ciudad y se publican en los diarios para que todos lo pueden ver”. Mauricio Macri también está llevando una campaña “uno a uno”, tocando timbres en las casas y conversando con los vecinos. Con un estilo más empresarial que políti­co, el candidato del PRO tiene traba­jando a todos sus equipos en un plan que incluye “100 decretos para los 100 primeros días” de gobierno. Por su parte, Massa —según explicó Bendixen— es un dirigente “arraigado a la gestión. Se preocupa mucho por escuchar a todos los sectores y por resolver sus proble­mas de la manera más práctica y eficiente posible. Está consciente de que hay temas urgentes como la inseguridad, el déficit o la inflación que requieren atención inmediata, pero él siempre piensa en el largo plazo, en las políticas de Estado que trasciendan los gobiernos de turno, como la lucha contra la pobreza o la reforma tributaria”. Pero más allá de las diferentes personalidades y modelos que cada uno propone, el 10 de diciembre asumirá un nuevo presidente que comenzará un proceso de desandar los caminos de 12 años de kirch­nerismo, en donde el control de la inflación y la inseguridad aparecen como los reclamos más urgentes.

 

Siguientes artículos

Dólar cotiza en 17.40 pesos a la venta en bancos
Por

La expectativa del alza de tasas de la Fed en septiembre fortaleció a la divisa norteamericana frente a la mayoría de su...