Por Adriana Rodríguez*

Las empresas, tradicionalmente, han crecido en forma inorgánica. Y es que hace varios años, la planeación fiscal, por ejemplo, era sinónimo de constituir muchas compañías. Esto provocó la existencia de grupos empresariales con un sinnúmero de entidades, de las cuales, quizá la mitad son realmente operativas; otra buena parte tiene funciones duplicadas, y otras, prácticamente, no tienen operaciones. Por lo general, aquí es donde existe una mayor oportunidad de consolidar o materializar la eficiencia de una compañía, en la estructura legal.

Bajo este contexto, se requiere conocer a profundidad cuáles son las características de cada una de estas empresas. Saber si pierden, ganan o cuántos empleados tienen. Se trata de conocer cuál es el perfil funcional de cada compañía.

Reducir el número de entidades contribuye, por ejemplo, a eliminar costos de administración, de mantenimiento y de auditoría, entre otros. Además, permite focalizar las funciones de los colaboradores. –En lugar de tener un equipo de finanzas o de contraloría o fiscal, que maneje la operación de 20 compañías, ahora deberá operar 10. ¿Un beneficio más? Se evitará la duplicidad de funciones en cada una de las entidades.

Formar un corporativo, o holding, que consolide la inversión, –asumiendo que tengo un grupo de compañías con varias líneas de negocio, que no necesariamente van de la mano–, permite tener un equipo directivo que dicte los parámetros y políticas a los diferentes grupos. Y así, aprovechar sinergias y ganar economías de escala.

Aquí es donde se alinea la perspectiva fiscal con el proceso de crecimiento, porque quizá ya existe un objetivo identificado, pero con la estructura actual de la empresa, se pueden encontrar ciertas restricciones legales y fiscales que le impedirán avanzar.

¿Qué hay de esos procesos en los que siempre se actúa de la misma manera, porque históricamente ha sido así? Quizá ha llegado el momento de replantearse estos procedimientos para alcanzar la eficiencia. Y en este sentido, identificar, a través de un profundo análisis, qué es lo que ha dejado de funcionar. Pensemos en una compañía que tiene 25 sucursales, y que tres de ellas están muy cercanas entre sí, por lo que la utilidad que generan no es relevante. Sin embargo, esta zona, históricamente las ha tenido. Pero, después del análisis concluimos que no son estratégicas, así que lo mejor será cerrar y apostar por la que genera mayor utilidad.

Lograr la eficiencia desde un aspecto fiscal, también puede ir más allá de la estructura de la compañía. La función fiscal, dentro de una empresa, es la que alberga la mayor cantidad de información. Entonces, cuando existe trabajo en equipo entre las áreas operativas, financiera y fiscal, se logran grupos muy sólidos que generan alto valor para las compañías, porque permite tomar mejores decisiones y generar novedosas estrategias de negocio.

Para lograr una óptima realineación fiscal la palabra clave es coherencia. Ser coherente en el sistema de capacidades que tiene la empresa, en cómo se desempeña en el mercado, y en los productos y servicios que ofrece. La estructura que funcionó en el pasado, difícilmente ayudará a conseguir los niveles de crecimiento que nos permitirán permanecer en el futuro.

Contacto:

*Adriana Rodríguez es Socia Líder de Tax Reporting & Strategy en PwC.   

*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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