En el escenario en el que se encuentra el mundo de hoy, tomar decisiones puede ser abrumador y complicado. Administrar no siempre es sencillo, quisiéramos tener certezas, claridad y en estos tiempos difíciles lo es menos. Esto se debe, principalmente a que estamos luchando contra dos fuerzas adicionales que aumentan el riesgo: la incertidumbre, ya que no tenemos toda la información que necesitamos y la ambigüedad que, en el mejor de los casos, nos lleva a interpretar escenarios que se mueven de lugar rápidamente. Para luchar contra el caos es necesario comenzar desde nuestra visión, ponernos al espejo y evaluar. Administrar en tiempos de incertidumbre nos lleva a replantearnos la pregunta: “¿Qué es lo que más valoro?” y dimensionar lo qué significa eso para cada uno de nosotros.

Por años, hemos vivido montados en la cresta de una ola vertiginosa que se mueve a grandes velocidades. Corríamos de un lado para otro, como perritos que se persiguen la cola y dan vuelta sobre su propio eje. Con esa prisa crónica, nos acelerábamos sin reflexionar. Fuimos una versión del Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas versión siglo XXI que iba rápido, como si no tuviera tiempo, sin saber a dónde se dirigía ni cuál era el destino al que se dirigía. Ahora, se nos presenta la posibilidad de reflexionar.

Esta situación es una oportunidad para imaginar y decidir cuál es el rumbo que queremos tomar en lo sucesivo. Parece un sinsentido que en medio de toda la incertidumbre y la ambigüedad, encima tengamos que tomar decisiones tan trascendentes.  Sin embargo, si lo pensamos sinceramente, es posible que jamás hayamos hecho un alto en el camino para plantearnos esta pregunta, mucho menos darnos una respuesta honesta.  

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Al pensar en lo que más valoramos, tenemos que ser cuidadosos. Se trata de contestar con franqueza.  La respuesta tiene que estar arraigada en nuestros valores y sólo en los nuestros; no en los de mi jefe o en los de mis seres queridos; no en algo que hemos aceptado como propio y en realidad no lo es.   Se trata de identificar lo que a nosotros nos resulta verdaderamente relevante porque eso nos llevará a imaginar lo que debe suceder para llegar al resultado que deseamos y con ello es lo que debe guiar su toma de decisiones en cada paso del camino.

Uno de los principales objetivos de la administración es evitar el caos, es decir, propugnar por el orden. Claro que el reto administrativo se agiganta en tiempos de incertidumbre y ambigüedad, sin embargo, no es imposible de lograr. De hecho, cuando iluminamos nuestra mente y nos sinceramos con nosotros mismos, en el momento en el que somos capaces de identificar nuestros valores, las cosas se vuelven más fáciles. De hecho, estos valores son como los rieles sobre los que corren nuestros proyectos, nos dan dirección y nos ayudan a dimensionar nuestras metas.

Por supuesto, es muy importante decir que eso es sólo el primer paso. La brecha que existe entre la claridad y la ambigüedad que se mezcla con incertidumbre no se desvanece por arte de magia, ni con buenos deseos y mucho menos con buenas intenciones. Vamos, no basta con contemplar, hay que ponernos en acción.

Pero, a diferencia del Conejo Blanco de Alicia, hoy tenemos tiempo para reflexionar en calma. La pandemia va a terminar y parece que su fin está más cerca cada día. Tenemos la oportunidad al alcance en estos momentos en los que contamos con el precioso recurso de las horas, minutos y segundos. Pero, tenemos que ser conscientes de que es un elemento finito y no renovable. Ahí está para ser aprovechado.

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Para administrar en tiempos de incertidumbre y ambigüedad, sería bueno tomar el ejemplo del Luis XV, el Rey Sol que decía: “vístanme despacio que voy de prisa”, antes de acelerarnos otra vez, podemos detenernos a pensar qué es lo que realmente valoramos y a partir de ahí: prever, planear, integrar, coordinar, dirigir, evaluar y controlar. Así podremos dar pasos firmes en vez de palos de ciego. ¿No suena mal, verdad?

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