El tráfico de armas es un tema central para la seguridad. La mayoría de las armas que entran a México de manera ilegal lo hacen por la frontera norte.

El canciller Marcelo Ebrard ha dicho que es indispensable el establecer medidas que impidan o limiten la llegada de armamento que es utilizado por el crimen organizado y que explica, de alguna forma, los niveles de violencia.

El arribo de Joe Biden a la Casa Blanca es una oportunidad para avanzar en ese aspecto, ya que es sensible a los múltiples problemas que suelen desatarse cuando hay armas en las calles, las de su país y las del nuestro. No será sencillo, sin embargo, porque el acceso a la compra de armamento y las facilidades que existen en Estados Unidos responden a patrones culturales y legales arraigados.

Un punto interesante sería el de volver, por ejemplo, a las restricciones y las prohibiciones para la fabricación, posesión y transferencia de armas de asalto que estuvo vigente de 1994 a 2004. Esta normativa ayudó a contener la violencia en Estados Unidos, pero también en México.

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Lo que nuestro país padece es un tráfico hormiga aunque estratégico. Las bandas criminales prefieren la llegada de armamento a cuenta gotas, porque esto facilita el trasporte y evita detenciones de importancia.

Tenemos aduanas porosas y hay una supervisión deficiente. Es relativamente sencillo entrar a México con un arma, porque existen pocas posibilidades de ser sorprendido.

La mayoría de las incautaciones de armas tienen que ver con la comisión de delitos, particularmente los de narcotráfico, pero no con aseguramientos en el momento en que son trasladadas.

De ahí que el tráfico de armas sea un fenómeno oculto y del que conocemos a penas la superficie.

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Esto se revela en el “Estudio Mundial sobre el Tráfico de Armas de Fuego que realizó la Oficina de  Naciones Unidas contra la Drogas y el Delito 2020.”

Es un análisis importante y es la primera vez en que participan 81 países y si bien las cifras son del periodo 2016-17 dan una idea bastante interesante de los flujos de tráfico a nivel internacional, donde unas 550 mil armas son incautadas cada año en el mundo, aunque la cifra es todavía más elevada ya que muchas veces no se contabiliza el armamento porque las indagatorias son mucho más amplias y responden a otro tipo de delitos.

En México, la mayor parte de las armas que circulan de modo ilegal, ya que carecen de los registros, son pistolas, aunque se han ido incautando, cada vez con mayor frecuencia, fusiles.

Uno de los problemas que enfrentan las autoridades es que la desviación del armamento ocurre fuera de las zonas de fabricación y responde a periodos amplios, en los que las armas pueden ir variando de propietario.

Es un desafío enorme, pero el control de armas es indispensable para contener la violencia y para la construcción de la paz.

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