El gobierno mexicano dice que no se mete en cuestiones que atañen a otros países, pero es lo que está haciendo en el caso de Julian Assange, quien enfrenta 17 cargos por espionaje en Estados Unidos y está sujeto a un juicio de extradición en Gran Bretaña.

Ofrecerle asilo al fundador de WikiLeaks, como propuso el presidente Andrés Manuel López Obrador, es absurdo, porque ello no ocurrirá y menos dentro de un proceso jurídico que no ha terminado y que puede demorar todavía un largo periodo.

Por lo pronto, lo que motivó que la juez inglesa rechazara la extradición, en una decisión que puede recurrirse, es la condición mental en la que se encuentra Assange, donde existen fundados temores de que pudiera suicidarse si es ingresado en una prisión de máxima seguridad, como ocurriría si es entregado a las autoridades de EEUU. Esto es, no hay pronunciamiento sobre el fondo del litigio y eso es lo delicado.

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Ignoro cual es el cálculo, si es que existió, para un anuncio como el de este lunes, pero es evidente que puede generar fricciones gratuitas con el próximo gobierno, el de Joe Biden, con el que las cosas no marchan del todo bien.

Assange es visto en La Casa Blanca como un sujeto peligroso que puso en riesgo la seguridad nacional al obtener de modo indebido la información que posteriormente se divulgó y que puso en jaque a más de un gobierno en el mundo.

Quizá el tema solo quede en una declaración, aunque el canciller mexicano tiene la instrucción presidencial de hacer las gestiones que sean necesarias para que Assange esté en condiciones de viajar a México.

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Una tarea imposible para Marcelo Ebrard porque, para que esto ocurra, Assange tendría que ser liberado de los cargos y no solo en Gran Bretaña, sino en EEUU, ya que de otro modo sería detenido de inmediato y con todas las tensiones que ello pudiera implicar.

Lo inquietante de la propuesta de asilo para Assange es que deja constancia de la ausencia de brújula en materia de política exterior, donde las decisiones se van tomando de modo coyuntural y tamizadas por las filias y las fobias de cada situación.

Sin duda México debe hacer valer su tradición de cobijo a quienes huyen de sus países por la política, la violencia o las más diversas tragedias, pero en nada ayuda lo que más bien parecen ocurrencias, fintas para la agenda.

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