Mucho se habla de la “nueva normalidad” que vendrá después del Covid. Y este concepto lleva implícito el calificativo de “nueva” justamente porque se sabe que nada volverá a ser como antes. La pandemia vino a cambiar el mundo como lo conocíamos y lo vivíamos. Por ejemplo, cambiará la forma de consumir. Después de la privación, vendrá el deseo por el disfrute. Algunos podrán satisfacerlo y millones, cuyos negocios y empleos fueron afectados por las crisis gemelas (de salud y económica), habrán de abstenerse o limitarse.

Se darán las compras “de venganza” como las llaman Kevin Sneader y Shubham Singhsl de McKinsey, quienes en el reporte “La Siguiente Normalidad Llega” señalan que el consumo desbocado después del encierro se enfocará sobre todo en el sector servicios -restaurantes y entretenimiento- por tener un carácter comunitario y ser justamente lo que se reprimió en el último año. Cambiarán también las formas de trabajar. Si algo mostró esta etapa de confinamiento es que las relaciones laborales de oficina que se realizaban de manera presencial antes del Covid, pueden realizarse de manera remota.

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Es por ello un buen momento para que reconsideremos prioridades en nuestra vida, siendo que una de las lecciones positivas de esta coyuntura es la posibilidad de replantear nuestras condiciones laborales sobre trabajo presencial frente a trabajo remoto. Antes de la pandemia, lo más común era que al momento de evaluar un trabajo se consideraran elementos como sueldo, prestaciones, horas laborables, posibilidades de crecimiento y era menos factible considerar el trabajo presencial vs trabajo remoto, simplemente porque no había opción. Fueron las necesidades extremas impuestas de un día para el otro por las exigencias del distanciamiento social, lo que nos forzó a probar que se pueden hacer labores de oficina desde casa y ser igual o más productivos.

Mientras 2020 fue el año del Gran Confinamiento, este 2021 será de la Gran Transición, donde convivirá el despliegue de vacunas a distintas escalas y velocidades, con la aparición de nuevas cepas, rebrotes y picos en países que no han logrado domar la pandemia. Por ello, debemos esperar todavía aperturas graduales e incluso cierres intermitentes de la actividad económica en este año. Será hasta el 2022 que comience la nueva normalidad de forma más generalizada.

En este contexto, tenemos la gran oportunidad en lo colectivo de ser agentes del cambio en nuestra nueva normalidad laboral y hacer saber a los empleadores la importancia que cobra un mejor balance del trabajo presencial y remoto para una mejor calidad de vida. Hace unos días realicé una encuesta sencilla en Twitter de dos días en la que pregunté lo siguiente: “¿Estarías dispuesta(o) a aceptar una reducción de tus ingresos (10-20% a negociar con tu empleador) con tal de mantener tu trabajo de forma remota en la post-pandemia?”. La contestaron 284 personas y el resultado fue 62% por el sí y 38% por el no. Muchos, a través de la propia red o vía mensajes individuales, me cuestionaron el por qué habrían de ver reducido el salario, e incluso varios me señalaron que el salario debería ser incrementado porque el trabajo a distancia implica gastos en infraestructura y servicios.

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No incluí en la encuesta una tercera opción en el sentido de si preferían trabajar remotamente sin cambio o incremento de sueldo, porque hubiera sesgado las respuestas hacia esta alternativa. Lo que quise corroborar fue justamente el resultado que arrojó: no es que el 40% no le diera un alto valor al trabajo remoto, más bien consideraban injusta la pérdida de ingresos, pero el 60% de los participantes estaría dispuesto incluso, a hacer el sacrificio de dejar de percibir entre 10 y 20% con el fin de mantener la figura del trabajo remoto pasada la pandemia.

Los empleadores deberán planear estratégicamente la realidad laboral post confinamiento teniendo en mente el inédito valor que sus colaboradores otorgan al teletrabajo, y considerarlo por razones de incentivos, eficiencia y productividad. Mientras que la crisis sanitaria tomó a los países desprevenidos y faltos de información y respuestas, no debe ser así en el regreso a la nueva normalidad.

Según el Foro Económico Mundial (WEF), antes del Covid, solamente el 4% de la población activa podía laborar de forma remota y ahora lo hace el 28%. El retorno deberá considerar que no se puede dar marcha atrás luego de esta transformación tan profunda. La nueva normalidad amerita planeación para evitar distorsiones, tensiones e ineficiencias y el nuevo balance del entorno laboral se torna clave.

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