En un esfuerzo por fortalecer la unidad frente a la actual crisis humanitaria causada por la invasión rusa a Ucrania, Joe Biden ha emprendido una fortuita visita a Bruselas con la intención de levantar consenso respecto al nuevo paquete de sanciones a Rusia con el objetivo de terminar con la absurda e innecesariamente prolongada guerra. Mostrar unidad hoy, es fundamental.

La participación del presidente de los Estados Unidos en cumbres clave envía un mensaje contundente al gobierno de Vladimir Putin, las sanciones económicas se incrementarán y estarán acompañadas de una estrategia para garantizar la seguridad energética de Europa, buscando reducir la dependencia de la región con respecto a Rusia.

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Así mismo, asegurar un mecanismo de defensa militar como la OTAN se vuelve cada vez más necesario en el marco de una retórica rusa que busca dar credibilidad, certeza y confianza de que no se tiene contemplado el uso de armas químicas, biológicas o nucleares estratégicas en el conflicto. Paradójicamente, esta reiterada negativa preocupa más en tanto que los escenarios derivados de un eventual ataque extremo ruso contra Ucrania o contra Polonia se aproximan a la realidad conforme se prolonga la guerra.

Aunque el gobierno de los Estados Unidos ha sido enfático en que evitarán a toda costa una intervención estratégica, táctica y operativa para fortalecer la resistencia de Ucrania contra la embestida rusa, no se debe perder de vista la latente amenaza que recae sobre los envíos de ayuda militar vía Polonia, pues esto pondría en mayor tensión a los países de la OTAN y alejaría aún más la posibilidad de un cese inmediato de las hostilidades.

A un mes del ataque ruso a la región de Donbás, es imperante el mantenimiento de los canales diplomáticos para terminar con la guerra, pues, aunque es imposible predecir el rumbo de los acontecimientos, el análisis de las variables actuales lleva a escenarios convulsos en los que nadie saldrá victorioso.

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El costo humanitario, la reconstrucción de la infraestructura, del tejido social y la posibilidad de revertir el impacto devastador para refugiados y desplazados, es inmensamente mayor al aislacionismo que ya se vislumbra para Rusia, las repercusiones económicas y las sanciones a los miembros de la Asamblea Federal rusa (Duma) e incluso al costo político para Vladimir Putin, que ya ha logrado pasar a la historia como un criminal de guerra (no sólo por los recientes señalamientos hechos por líderes mundiales, sino por la narrativa que la ciudadanía digital ha compartido como bitácora de la guerra).

Son tiempos difíciles en los que más allá de estar del lado correcto de la historia, los gobiernos del mundo deben estar del lado de los ciudadanos, de la paz, de lo justo, pronunciados a favor del Estado de Derecho y no de los caprichos neopopulistas, ni de las dictaduras trasnochadas que exportan modelos de polarización y de perpetuación en el poder.

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