El anuncio sobre la construcción de la nueva planta de carbón en Coahuila causó revuelo y molestia entre políticos y ambientalistas. Sin embargo, el proyecto no es nuevo y tampoco es tan negativo como están queriendo hacerlo ver.

Quizá lo que más choca a quienes están a favor del impulso a las energías renovables es el desdén que muestra el presidente Andrés Manuel López Obrador a esta opción que disminuye las emisiones contaminantes y que habían sido promovidas durante los últimos dos sexenios.  Que las llamara un sofisma es un calificativo extremo que no refleja la contribución de esas opciones energéticas.

El carbón es uno de los energéticos más antiguos utilizados para la producción de electricidad y, efectivamente, es uno de los más contaminantes. Al carbón se le achacan emisiones de bióxido de carbono, azufre, metano y hasta mercurio. Sin embargo, existen sistemas de captura de emisiones que pueden prácticamente evitar la contaminación. El dilema está en que el austero gobierno de Andrés Manuel López Obrador quiera invertir en dichos sistemas.

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Con la construción de una nueva planta de carbón en las centrales carboeléctricas Carbón II y José López Portillo en Coahuila, y que requerirá una  inversión de más de mil 120 millones de dólares, lo que se elevará la contribución de esa opción energética para México y apoyará la economía de la región que se distingue, precisamente, por la producción de ese combustible.

Así que no está mal que aumente la capacidad de generación de energía derivada del carbón, lo que estaría pésimo es que no desarrolle la planta con la más novedosa tecnología que permita inhibir la contaminación. Lo negativo es que la administración federal pretenda deslegitimar las energías renovables, porque hacia allá va la tendencia internacional, en aras de disminuir el gasto de los insumos -el aire y la radiación solar son gratuitos- y de contribuir con el cuidado del medio ambiente.

Como en las inversiones, lo más importante de una matriz energética es su diversificación. Apostar por una o dos opciones de generación de electricidad es condenar al país a riesgos innecesarios, porque en caso de que no llueva lo suficiente, un país con elevada capacidad de hidroeléctricas estaría en un problemas como en su momento le ocurrió a Brasil, por mencionar un caso.

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En México más del 30 por ciento de la energía se produce con gas natural y aunque es una de las opciones económicas y ambientales más eficaces, no se puede seguir creciendo en esa tecnología porque las importaciones del gas natural crecen día con día y con ello nuestra dependencia del exterior, especialmente de Estados Unidos.

Continuar con la diversificación de las fuentes de energía eléctrica para la reducción de riesgos es lo mejor que puede hacer la adminsitración federal, sin necesidad de satanizar a ninguna. No olvidemos que por años grupos minoritarios se opusieron a la construcción de la central nuclear Laguna Verde y ha demostrado ser una de las alternativas más limpias y seguras, al grado de que se ha ampliado la vida útil de los reactores.

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