México enfrenta tres crisis simultáneas en las áreas de salud, economía y seguridad. Como gobierno, tenemos la obligación de encauzar políticas para una recuperación sustentable guiada por principios de justicia social. Esto no implica regresar a la situación anterior al Covid-19, sin una reconstrucción en la que disminuyamos la desigualdad extrema que heredamos de un modelo económico guiado únicamente por la ganancia, y no por la riqueza social y ambiental.

El actual gobierno ha acertado en hacer una reestructuración del gasto público enfocado en quienes menos tienen. Sin duda, esto es un cambio que se necesitaba en el país. Sin embargo, ahora nos toca reflexionar qué ajustes podemos esperar en los próximos años no sólo para reducir la pobreza, sino para generar riqueza con mejor distribución. No se trata de salir de la crisis, sino de ser resilientes a los futuros retos que nos enfrentamos como el cambio climático o la automatización del trabajo.

Ante la presión del sector privado, la mayoría de los gobiernos ha optado por una intervención que ofrezca mayor liquidez vía préstamos. Sin embargo, la segunda ola de la pandemia ha dejado claro que no es sostenible para las empresas adquirir mayor deuda. El riesgo crediticio no sólo incrementa la posibilidad de mayor desempleo, sino de una crisis en el sistema financiero. Si inducir mayor deuda al sistema no es plausible, ¿qué alternativa hay? En una lógica de finanzas básicas, una opción diferente sería que el gobierno no prestara, sino invirtiera junto con el sector privado para promover una recuperación sustentable.

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En este sentido, el gobierno de Reino Unido recién anunció un plan de infraestructura para su recuperación sustentable en el que determina que se creará un nuevo banco de desarrollo que invertirá, junto con compañías, en infraestructura que promueva cero emisiones de carbono. Las áreas claves de coinversión serán transporte, servicios digitales y mitigación de inundaciones y erosión de costas. El nuevo banco de desarrollo operará con gran independencia del gobierno una vez que los objetivos de mediano y largo plazo hayan sido establecidos. En gran medida, esta acción intentará cubrir el vació que deja el Banco Europeo de Inversiones tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea, pero no deja de ser referente para cualquier intento de recuperación sustentable en otros países.

México no se queda atrás. El 25 de noviembre, el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras) colocó dos bonos sustentables en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), por un monto conjunto de 7 mil 500 millones de pesos como parte de la reactivación económica. Los fondos serán dirigidos especialmente a infraestructura básica que beneficie a población en rezago social y pobreza extrema; recuperación de desastres naturales; transporte sustentable; proyectos de energía renovable; eficiencia energética; agua y manejo de aguas residuales, y control de la contaminación. Sin duda, esto representa un gran avance, pero no será suficiente. Los diferentes niveles de gobierno debemos seguir apostando por coinvertir con el sector privado, especialmente con las pequeñas y medianas empresas (PyMEs), quienes enfrentan crecientes deudas que serán insostenibles, lo cual pone en peligro a la mayor parte de empleos del país. Parafraseando a Keynes, lo importante no es hacer un poco mejor lo que otros hacen, sino hacer las cosas que otros ignoran. En México, somos una mayoría quienes queremos transformar al país, lo cual es una ventaja para imaginar nuevos esquemas de colaboración entre gobierno y empresas para impulsar una recuperación sustentable.

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A diferencia del sector privado, el gobierno, en esencia, es menos adverso al riesgo. Por esta razón, siempre hay crítica y escepticismo desde los mercados ante la participación de gobiernos en la economía. Como ejemplos recientes, podemos ver la ola de cuestionamientos al plan de “revolución industrial verde” de Boris Johnson o al anuncio de Xi Jinping acerca de la ruta que seguirá China para ser un país con cero emisiones de carbono en 2060. Pero también en la historia hemos sido testigos del miedo a líderes reformistas como Roosevelt y su plan de recuperación económica después de la gran depresión en Estados Unidos en la década de los treinta.

No hay que olvidar la lección de Maquiavelo cuando dice que no hay nada más difícil que planear, más incierto que el éxito, y más peligroso que administrar la creación de un nuevo sistema. Es natural el escepticismo de quienes se han beneficiado de un modelo anterior, su privilegio no tiene cabida en un modelo económico de justicia social y ambiental. Quienes creemos en un futuro sustentable debemos abandonar nuestros miedos y defender nuestros ideales.

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Rodrigo Osorio Díaz actualmente se desempeña como Jefe de Oficina del Gobernador del Estado de Puebla y es Director General de la Agencia de Energía.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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