El fisco no se detiene. Durante la crisis sanitaria vimos que algunos procesos productivos tuvieron que parar, pero no así la función fiscal. En este sentido, la tecnología ha resultado ser una gran aliada, porque permite transformar procesos centrales –justo como los de finanzas e impuestos– con el fin de “acortar distancias”, generar eficiencias y gestionar el riesgo.

De acuerdo con nuestra encuesta CFO Pulse, 53% de los directores de impuestos se enfoca en el crecimiento y contención de costos, y 38% está invirtiendo en tecnología. En este escenario, la automatización de ciertos procesos fiscales pueden contribuir a la generación de ahorros de tiempo, recursos y, en general, ser más ágiles para adaptarse a tiempos inciertos.

Alcanzar la automatización en los procesos meramente fiscales, como los relacionados con facturación, comprobantes de nómina, contabilidad, entre otros, permite a los equipos invertir más tiempo en generar ideas que hagan más eficiente el uso de los recursos. La recomendación es aplicar la regla 80-20 –80% del tiempo dedicarlo al análisis de información y 20% destinarlo a tareas de cumplimiento fiscal–. Este esquema de trabajo es un buen punto de partida para potencializar la eficiencia y eficacia de la función fiscal.

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Identificamos tres etapas en el proceso de automatización de la  función fiscal. La primera consiste en el uso de nuevas tecnologías. La segunda, implica gobernar y escalar el uso de soluciones tecnológicas; y la tercera etapa considera identificar dónde está el retorno de inversión (ROI), mantenerlo e incrementarlo.

El ROI, además de contribuir a que el cumplimiento tributario esté en tiempo y forma –lo cual ya es muy valioso para la organización al evitar multas y sanciones–, se encuentra en todas las acciones que se realicen a partir del análisis de la información para hacer más eficiente a la compañía; por ejemplo, identificar dónde se generan más gastos, qué proveedores ofrecen mejores costos, cómo se puede reducir el tiempo en los procesos de devolución de impuestos o conocer en qué temporada hay mayor rotación de personal. Así, la función fiscal puede contribuir –e impactar de manera muy positiva– a escalar el desempeño de todas las áreas funcionales de la empresa.

Es recomendable que las compañías evalúen nuevos modelos operativos. Pueden, por ejemplo, trasladar la función fiscal a Centros de Servicios Compartidos –nuevos o existentes– o subcontratar, parcial o totalmente, las actividades fiscales cuando hay escasez de recursos, de habilidades o la tecnología no existe en la empresa. Esta decisión deberá alinearse con el modelo de negocio de la organización.

Algunas organizaciones aún consideran que puede ser más económico resolver todo ellas mismas. En este tenor, la pandemia impulsó a los líderes empresariales a llevar a cabo un análisis más profundo, e hizo que muchos se enfocaran en cómo transformarse para regresar a los niveles de desempeño que tenían antes de la pandemia, sobre todo en temas relacionados con ingresos. La cuestión es identificar cuáles son las actividades que aportan un menor valor adicional y automatizarlas para que una mayor parte de los recursos se enfoque en la generación de valor.

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¿Cómo evitar errores durante el proceso de automatización?

  1. Identifica dónde se pueden aliviar esfuerzos manuales y reducir riesgos de errores humanos
  2. Ubica los costos de inversión y capta las oportunidades de rendimiento.
  3. Involucra a los líderes y equipos de trabajo en la estrategia es fundamental para alcanzar un impacto duradero.

Si bien la función fiscal ha sido considerada por mucho tiempo como un área de soporte, hay elementos que demuestran que día con día se convierte en una función central. No solo puede generar recursos adicionales, sino que reduce riesgos. Además, la información que produce puede resultar neurálgica para el negocio en un entorno que se vislumbra más retador en materia regulatoria y con recursos limitados. 

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Adriana Rodríguez es Socia Líder de Tecnología Fiscal en PwC México.*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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